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viernes, 30 de diciembre de 2011

LAS GOTERAS DE LA CASA DE DIOS

Ricardo González Villaescusa 
Josep Vicent Lerma

Levante-EMV, viernes 30 de diciembre de 2011

El documentado reportaje «Las obras públicas para Dios» de Paco Cerdá publicado en estas páginas parece ser, en realidad, un sano debate público consecuencia natural de nuestro proactivo artículo de opinión «El patrimonio eclesiástico es ¿sagrado?» (Levante-EMV, 5-11-11). El documento periodístico fue redondeado con las justificaciones en pro de las ayudas públicas destinadas a la conservación del patrimonio eclesial valenciano 159,5 millones de euros en 12 años del canónigo Jaime Sancho, casi una semana después de la entrevista de este mismo periodista («Que la Iglesia conserve su patrimonio, que no es pobre») a Antonio Pérez Solís presidente de la Associació Valenciana d´Ateus i Llibrepensadors (AVALL) (Levante-EMV, 21-11-11), vocero de las posiciones contrarias. 

Por ello consideramos justo y necesario aceptar el envite intelectual, dando ahora fiel contrapunto al lugar común con ínfulas de biblia pauperum o aviso a navegantes agnósticos del aludido presidente de la comisión de patrimonio histórico-artístico del arzobispado de Valencia. «En cada pueblo había un castillo, un palacio y una iglesia. Los castillos desaparecieron con el final del feudalismo; los palacios se extinguieron al desaparecer el estatuto de la nobleza; y las iglesias son las únicas que han pervivido porque sigue en pie una realidad que se llama iglesia católica», lo que, a nuestro juicio, connota secundariamente la penuria intelectual de la iglesia del siglo XXI. 

De este modo, en consonancia con lo dicho en nuestra propuesta inicial de Desamortización Cívica del patrimonio eclesiástico yermo de feligreses, ajena a cualquier tipo de escrache anticlerical, la reciente fotografía de los bancos cubiertos de plásticos para protegerlos de las filtraciones en los días de lluvia de la iglesia-fortaleza gótica tardía de Xàbia (siglo XVI) (Levante-EMV, 30-11-11), resulta ser sin duda, una buena metáfora del estado de conservación actual de muchos templos de todos los tiempos, siempre pendientes de restauraciones que no acaban de llegar, en este caso fallido, a cofinanciar por las fundaciones la Luz de las Imágenes y Caja Madrid, conforme a un proyecto de rehabilitación estimado ya hacia 2006 en 2,4 millones de euros. No constituyendo panacea alguna a esta postración arquitectónica, siquiera el hecho de la consabida inmatriculación de Sant Bertomeu a nombre del Arzobispado de Valencia, a pesar de haber estado registrado formalmente en el inventario de bienes municipal xabienc hasta los años sesenta. Monumento Nacional declarado, para más inri, por el gobierno de la laica Segunda República (1931). 

Con todo, algunos píos sectores vernáculos resultan ser a la postre «más papistas que el Papa», como la asociación Valencia Cultural-Vía Augusta y Camino de San Vicente Mártir, que se ha opuesto en la prensa local a que el Ayuntamiento de Valencia, propietario legal del antiguo cenobio de San Vicente, instale en La Roqueta una biblioteca pública, con el peregrino argumento de que dicho monasterio, enajenado mercantilmente en 1973 por la orden de los agustinos, se encuentra aún hoy en día «bajo tutela del Vaticano» (sic) en virtud de ciertas bulas papales, nada menos que de Gregorio IX, como si no hubiera llovido nada desde entonces en el tortuoso camino de la secularización de las sociedades occidentales. 

Este sustrato ideológico autóctono explicaría en nuestra opinión, potenciales expolios del patrimonio municipal (Levante-EMV, 29-12-99), como el del aparentemente poco equitativo intercambio de concesiones administrativas de terrenos o inmuebles, entre ellos la extinta fábrica de la Cros, por el cual el arzobispado valentino cedió temporalmente en 1999 al ayuntamiento el uso de la parcela de la Almoina, hasta el 2.075. Año todavía lejano en que si Dios, o los hombres, no lo remedian esta prefectura vicaria de la Iglesia de Roma retomará de pleno derecho la posesión firme tanto de los vestigios arqueológicos subterráneos, como de los millones de euros del erario público invertidos en su musealización y en la obra civil edificada de la actual plaza de D. Junio Bruto, obra tardo-racionalista de los arquitectos José Miguel Rueda y José María Herrera. 

A modo del acostumbrado corolario, y en coherencia con lo propuesto en nuestra primera entrega sobre el patrimonio eclesiástico reseñada más arriba, en línea con la solidaria tesis original del autor católico Serge Comeau, en la actual coyuntura económica, en diócesis como la valenciana con un parco presupuesto anual de 11 millones de euros y apenas unos 800 sacerdotes, la realidad es tal que si no buscamos entre todos consensuadas vocaciones ciudadanas para el patrimonio secular amortizado de las religiones dominantes, esa «forma superior de superstición aun necesaria» en expresión de Vargas Llosa, ya podemos ir dejando el asunto de su conservación para nuevas generaciones, sin más, en manos de la Virgen del Perpetuo Socorro.

¡5º Artículo más votado de Levante-EMV el 30 de diciembre de 2011!
 

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