viernes, 29 de noviembre de 2013

EL CIRCO, LA ESPINITA, LA LÁPIDA Y EL PGOU

Inscripción de Lucio Escribonio Euphemo
Josep Vicent Lerma
LEVANTE-EMV, 28 de noviembre de 2013

El reestreno de la sala de exposiciones temporales del Centre Arqueològic de L´Almoina con una anunciada exposición arqueológica sobre el Circo romano de Valentia, donde desde hace un lustro se instalaba de prestado por estas fechas una impropia muestra con la burra y el buey de la Asociación de Belenistas, nunca es tarde si la dicha es buena, nos ha servido de acicate para ordenar vetustos recuerdos y amarillentos recortes de prensa sobre este olvidado hipódromo colosal, al que ya dedicamos en su momento algunos artículos de opinión como «¿Qué fue del circo romano de Valencia?» (Levante-EMV, 22-02-2000) y el escatológico «De cuádrigas y lupanares» (Levante-EMV, 23-05-2011). 

Circo virtual, casi repetiríamos metafóricamente como entonces, más que otra cosa de «papel», muy al contrario que el urbanísticamente esponjado de Tarragona o el puesto en valor anfiteatro de Arelate (Arlés, Francia), invisible para los valencianos contemporáneos y del que el arqueólogo Albert Ribera ofreció las claves ocultas de su fragmentaria interpretación muraria y ubicación exacta bajo nuestras calles, cuyo eje mayor de más de 350 metros se habría fosilizado en la histórica del Trinquet de Cavallers, en el ensayo «The discovery of a monumental circus at Valentia», publicado el pasado siglo XX en la revista «Journal of Roman Archaeology» (1999).

Pesquisas abnegadas de este investigador llevadas adelante entonces contra viento y marea, en ocasiones valientemente incluso frente a la manifiesta incomprensión de algún sector de la prensa vernácula, que dio pábulo a ciertos intentos denigratorios y de escarnio público, como los contenidos en el escrito de 1994 de J. Aparicio titulado «¿Es como una espinita?» , en el que entre otras lindezas se espetaba que «arqueólogos con menos fantasía» (sic), habían cuestionado dichos descubrimientos, interpretando en realidad tales muros como un mero almacén de grano («horreum»).

Hasta el punto que el descubridor de todo un inédito circo romano, omitido hasta entonces por los anales de la Historia, se vio en la tesitura de salir al paso de dichas críticas públicas con la memorable réplica periodística «El circo, el plumilla, la piedra y la vidente» (Levante-EMV, 28-11-1994), arriba parafraseada en tributario homenaje literario.

Con todo, lo cierto y verdad es que de este preciso ámbito urbano del barrio de la Seu-Xerea, comprendido entre la trasera del Colegio del Patriarca y el edificio de Comisiones Obreras en la plaza de Nápoles y Sicilia, remodelada por el docto arquitecto Román Jiménez, procede sintomáticamente a favor de las tesis de Ribera, el pedestal votivo donado por Marco Marcio Celsio del museo de Bellas Artes, cuya estatua de Hércules se encontraría sin duda en el interior de uno de los templetes o edículos dedicados a divinidades atléticas, que coronaban en Roma y sus provincias estos grandes equipamientos deportivos consagrados también a las competiciones hípicas de carros (cuádrigas), conducidos por aurigas de distintos colores.

Además de la inscripción honorífica dedicada al emperador Tito «conservator pacis Augustae», preservada en la iglesia de Santo Tomás o la del sevir augustal Lucio Escribonio Euphemo, empotrada en la fachada del número 1 de la repetida calle Trinquet de Cavallers, en la actualidad bastante maltrecha por pegotes de cemento gris, en un claro ejemplo de incuria colectiva

Por todo lo cual y a modo de corolario de este revival del mayor edificio levantado nunca por los antiguos romanos en la «notissima» colonia Valentia, no podemos terminar estas breves líneas sin reseñar lo paradójico que a nuestro común entender resulta la falta de protección patrimonial individual todavía de este descomunal monumento, digno de protagonizar la última novela (Circo Máximo) de Santiago Posteguillo, bajo el paraguas de una incoación como Bien de Interés Cultural (BIC), cuando otras construcciones no menos intangibles como el recinto de la muralla romana (BIC 01.01.02bis), ya disfrutan de esta merecida tutela en el Catálogo de Bienes Estructurales del revisado Plan General de Ordenación Urbana de Valencia.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

LAS EXCAVACIONES SON PARA EL VERANO

Reproducimos el resumen de un interesante artículo que deconstruye la mítica en torno a las excavaciones arqueológicas de verano en la que todos (o casi) nos hemos formado. La descripción y el análisis etnográfico de estos equipos y grupos de trabajo permiten al autor, David González Alvarez, afirmar que el espíritu crítico de los profesionales así formados se ve mermado por dos causas fundamentales: 1.- la vocación que elimina cualquier reivindicación porque nos pagan por trabajar en lo que amamos y 2.- nos hemos formado en la dureza del trabajo, para, a fin de cuentas ser, unos intelectuales. 

Al leer el artículo, hemos podido recordar cómo en esa edad dorada de la arqueología comercial a la que hace alusión el autor, algún empresario repercutía sobre sus empleados el retraso en los pagos cuando "a fin de cuentas, si la administración no paga, yo tampoco cobro". Y, lo que es peor, lo decía con orgullo.


Summer excavations: creating superarchaeologists easily exploited

GONZÁLEZ ÁLVAREZ, D., Las “excavaciones de verano”: Forjando súperarqueólogos fácilmente precarizables, Revista Arkeogazte, 3, 2013, pp. 201-219.

Las “excavaciones de verano” tienen gran importancia en la formación arqueológica. En el estado español, los planes de estudio universitarios están focalizados hacia los aspectos teóricos, minimizando las cuestiones prácticas y metodológicas del trabajo arqueológico de campo. Por ello, sucesivas generaciones de arqueólogos han subsanado estas carencias participando como voluntarios en campañas estivales organizadas por universidades y OPIs. En el presente trabajo, se reflexiona acerca de la influencia que las vivencias obtenidas en estas campañas iniciáticas tienen para los estudiantes universitarios en la reproducción y naturalización de ciertos valores adosados a la idea de ser arqueólogo. Esto podría influir en la timidez de las reivindicaciones sociolaborales de los trabajadores de la Arqueología comercial. No en vano, este sector económico se caracteriza por la desregulación, la precariedad y la alta temporalidad del empleo. [Seguir leyendo...]