Josep Vicent Lerma, Levante-EMV, 24 de diciembre de 2021
Al igual que en 1975 el gran valencianista Francisco de P. Burguera afirmaba entonces públicamente en el decano de la prensa local que las manifestaciones de opinión han de partir de un estado de ánimo de serenidad y sosiego intelectual, ahora en los albores de la tercera década del siglo XXI, apoyo por mi parte desde estas mismas páginas que a mi saber y entender deberíamos sostener otro tanto respecto a las actuales actuaciones de urbanismo táctico en curso en las plazas de la Reina, Mercado y Brujas que están cambiando el paradigma de la movilidad de Ciutat Vella y sus derivadas patrimoniales, por encima y por debajo de cota cero.
Porque más allá de los presentes silencios al respecto de la responsable de la sección de arqueología del CDL Yolanda Alamar y de suposiciones o juicios de valor maximalistas, rayanos en el exabrupto, vertidos por el arqueólogo municipal jubilado, a modo de ilustrado reportaje dominical (Levante-EMV, 21-11-21), si se acepta en puridad el axioma formulado por el mismo en las Jornadas de Arqueología en Suelo Urbano de Huesca (2003) “En la actualidad del siglo XXI, vistas las recientes experiencias y. sobre todo, las iniciativas legislativas que las propician, amparan y dan patente de corso, lo de que la arqueología urbana tenga algo que ver con investigar, e incluso con la valoración y protección del patrimonio, no se lo cree prácticamente nadie” (sic), a cuento de qué viene ahora, casi dos décadas después, rasgarse virginalmente las vestiduras sobre profecías infaustas autocumplidas de falta de estudio de la legendaria Porta Sucronensis de la urbe romana de Valentia o de vetustos muros de sillería que tan pronto han sido interpretados por los arqueólogos a pie de obra y a traves de sus redes sociales como pertenecientes tanto a un edificio público tardorromano, incluso una ignota iglesia visigoda o como a una muralla tardoantigua autoanunciada (Levante-EMV, 14-08-21).
Todo ello aparentemente fruto de una enemistad personal acrisolada por puyas dialécticas del tenor de “Este gobierno municipal piensa que Valencia se fundó en la Segunda República” (9-01-19).
Precisamente en este año 2021 en el que afortunadamente ha arrancado por fin, con fondos del Plan Confianza, reasignados de la fracasada pesadilla popular de la bárbara prolongación de la avenida de Blasco Ibañez, la rehabilitación del tramo de la muralla islámica de la plaza del Ángel, construida el 1021 por el príncipe Abd al-Aziz ibn Ámir, nieto de Almanzor, auténtica asignatura pendiente de la arqueología de nuestra ciudad, soslayada durante décadas y la corporación ha conmemorado recientemente el Milenario de la Taifa de València con un ciclo de tres eruditas conferencias, merecedor de un mayor feed back colectivo de este poco conocido evento histórico entre la mayoría de los ciudadanos valencianos.
Sin olvidar que durante el trancurso del mismo el Cap i Casal parecía haberse reencontrado felizmente con su pasado, menudeado en sus primeros meses titulares periodísticos laudatorios como “La antigua Valencia aflora entre obras”, “Tesoros bajo el asfalto de València” o “La ciudad recupera su pasado en obras y reformas urbanas”, que llevaron a algunos profesionales de las excavaciones al punto de propalar la noción crítica de una cierta gestión de la arqueología urbana “idealizada”.
Finalmente a modo de coda o moraleja del cuento merece la pena recordar aquí, por su singular valor deontológico y modelo a seguir, el ejemplo del hecho protagonizado por el arqueólogo Nicolau Primitiu, en la lejana fecha de 1950, con ocasión del descubrimiento en la calle Rellotge Vell del famoso mosaico romano de la Medusa y que un desconocido periodista de Levante el 18 de enero de aquel año recogía puntualmente “A partir de aquel momento dieron comienzo las conjeturas, y para evitar errores, empezamos a visitar a los señores arqueólogos e historiadores de más autoridad en Valencia...nos fuimos a visitar a don Nicolás Primitivo Gómez, quien conoce muy bien el subsuelo de Valencia. Pero con gran asombro nuestro, se negó a decirnos nada sobre el particular”. Y ello fue así en definitiva porque este pionero de la arqueología no deseaba en modo alguno polemizar ni atribuirse la identificación del medallón musivario como la mítica medusa Gorgona y no la imagen de Artemisa y sí en cambio respetar el trabajo de personas como el primer arqueólogo municipal José Llorca Rodríguez (Levante-EMV, 27-02-06), tal como dejó anotado taxativamente en sus dietarios “Apenes arrib en casa ha vingut un redactor de Levant a que li diga quelcom sobre´l mosaic empero jo em negue diguent-li que es cosa de l´Ajuntament que té els seus facultatius”.
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