Josep Vicent Lerma
Levante-EMV, 11 de febrero de 2010
El amago de réplica titulado "Compromiso con el patrimonio arqueológico valenciano" (Levante-EMV, 23-01-10), en velada alusión a nuestro "Un Copenhague valenciano en la gestión arqueológica" (Levante-EMV, 14-01-10), en una "Barra Libre light" sin burbujas ni chispa, revela que la Directora General de Patrimonio Cultural Valenciano, sí tiene quien le escriba. Con su semántica parasitaria del lenguaje progresista, que en bucle dialéctico legitima la reapertura del debate sobre la inexistencia de una auténtica gestión de la arqueología y del patrimonio valencianos.
Más allá del hilo conductor, que puede haber planeado o no, sobre el I Congreso sobre Modelos de Gestión del Patrimonio Arqueológico en el siglo XXI, resulta grotesco aducir argumentos retóricos en punto a la estima y valoración de su legado histórico como referente cultural propio por parte de la ciudadanía, desde el minuto mismo en que el departamento que dirige visa sin pestañear certificados de defunción de importantes valores patrimoniales como los del barrio del Cabanyal.
En el enclave marinero sobreviven a las arremetidas de la incuria, irremplazables "patrimonios arqueológicos murarios" como la valiosa azulejería modernista manisera de los zócalos de sus casas populares o los paramentos de ladrillo de la Lonja de Pescadores de la Marina Auxiliante (1909). Percibidos por los vecinos que los habitan como auténticas señas de identidad de sus propias vidas y vindicados en cuanto a sus valores artísticos por el director del Museo Nacional de Cerámica "González Martí" Jaume Coll. De forma semejante a lo que ocurre con los mampuestos de las tapias recoletas del "hortus conclusus" del Hort de Romero, defendidos por colectivos cívicos como Ajava.
Para más INRI, en contra de los juicios de intenciones comprometidos, negro sobre blanco y a humo de pajas en el artículo citado, de hecho, todos estos insustituibles bienes patrimoniales han sido sentenciados sin piedad a su definitiva demolición, sin siquiera registro documental previo, con el obsecuente beneplácito administrativo, de moral alicatada hasta el cielo, de la referida vicaria Dirección General del ramo.
Por otra parte, su actual titular, y los que le han precedido, han convertido a Romanones en monja de la caridad, cuando decía "dejad que ellos hagan las leyes, que ya me encargaré yo de los reglamentos", al trocar en estandarte de bandería el anémico desarrollo normativo de la Ley de Patrimonio Cultural Valenciano (Ley 4/98). Más de un decenio después de su aprobación parlamentaria todavía no parece haber tenido tiempo de poner en pie organismos previstos por la ley como la Junta de Valoración de Bienes, los Planes Especiales de Protección de los BIC, para los que se emplazaba imperativamente a los ayuntamientos a elaborarlos en el plazo de un año, ni de ejecutar la siempre postergada definición de los cometidos de los servicios arqueológicos municipales, ni tampoco el nonato "Reglamento Regulador la Actividad Arqueológica y Paleontológica en la Comunidad Valenciana" que, por mor de una confortable discrecionalidad administrativa, se mantiene retenido en los cajones de la Conselleria de Cultura desde principios de la anterior legislatura, allá por el año 2004.
Es artero pues pretender defender, recurriendo a la estrategia del erizo, a los arqueólogos con mando en plaza de un ataque inexistente, cuando es sabido que los firmantes de estas líneas fueron las únicas voces que terciaron públicamente a favor de su labor tutelar con el artículo "La Ley de Lynch..." (Levante-EMV, 6-3-05). A la vez que sostenemos sin duda que las luces y sombras de las políticas sobre el patrimonio arqueológico, son de la exclusiva responsabilidad de la directora general en activo, no siendo de recibo parapetarse detrás de subordinados escudos humanos.
A modo de botón de muestra, son los conocidos fiascos patrimoniales en la gestión del Plan de la Muralla Árabe de Valencia o la destrucción paisajística de la Huerta auspiciada por el proyecto urbanístico de Sociópolis en la pedanía de La Torre. Así como la sempiterna falta de recuperación del Grau Vell, el puerto de la antigua Sagunto, o el irredento Foro Romano de la acrópolis saguntina, el enquistado embrollo legal del Plan de Protección de Els Banyets de la Reina en Calp, anulado por sentencia del Tribunal Supremo, o la pedagógica trapisonda de la aparición en el 2007, nada menos que de un refugio antiaéreo de la Guerra Civil, en pleno trazado de la línea T2 del metro de Valencia, convertido tras la contienda en catacumba cristiana de la parroquia de San Andrés. ¿GIS para qué os quiero?
Así la semántica plana del "compromiso arqueológico" pregonado en estas mismas páginas ha sido puesta en solfa por la tozuda realidad de los hechos contrastados, por lo que no cabe sino colegir la ausencia de una auténtica gestión programada del Patrimonio Arqueológico Valenciano, que vaya apenas algo más lejos de la mera rutina gestora del día a día.
Escenario de quiebra técnica que nos ha incentivado a mantener encendida la llama del debate sobre la materia que nos preocupa, poniendo en marcha un nuevo blog al servicio de individuos y colectivos interesados en la salvaguarda de nuestro patrimonio colectivo, titulado significativamente "Plaudite ciues". Si os ha gustado la obra: ¡Aplaudid ciudadanos!
Artículo más votado de Levante-EMV del día 11 de enero
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