Josep Vicent Lerma Levante-EMV
16 de octubre de 2020
Hace unos pocos meses, después de la publicación tras el gran confinamiento de nuestro último artículo de opinión “La Arqueología entra en coma” (Levante-EMV, 22-05-2020), una línea de tipografía azul eléctrico subrayaba en la bandeja de entrada del ordenador la nueva misiva de un entrañable amigo de los asamblearios años setenta universitarios que nos tocó en suerte compartir, en cuyo contenido epistolar venía en el fondo a espolearnos sobre el asunto sustancial de no cejar de terciar en los debates históricos de la ciudad de Valencia.
En este sentido, más allá de la descabellada invención arqueológica de la conducción hidráulica romana más larga de Hispania, de la que se hicieron eco algunos periódicos del país (13-02-2020), de casi 100 kilómetros entre el pétreo acueducto de Peña Cortada y la notísima urbe Valentia, pasando eso sí por los pintorescos “Arquets” medievales de la acequia de Quart en Manises o la impostada construcción en el siglo VI de nuestra era de una ciudad hispano-bizantina (sic) amurallada con torres cuadradas, que posteriormente sería conquistada por el rey godo Leovigildo, cual si se tratara de un episodio más de “Juego de Tronos”, llamada para más inri por un doctor de la Politécnica “Valencia la Vella” (Riba-roja de Túria).
Sin olvidar el reciente caso palmario de Pseudohistoria titulado “A los cristianos les costó más de un siglo conquistar la Valencia musulmana” (Levante-EMV, 4-10-2020), perpetrado por el histórico secesionista lingüístico Baltasar Bueno. Lo cierto y verdaderamente trascendente en nuestra opinión ahora, es que desde el punto de vista del patrimonio cultural valenciano, tras el “Crash” inmobiliario de 2008 y la actual pandemia del Covid-19 del 2020, junto con la desidia administrativa antológica que supone 32 años depués, la aún pendiente designación de los ocho vocales de la Junta de Valoración de Bienes (Ley 4/1998. Art. 8) o en esa misma línea crepuscular de eclipse de la política patrimonial, la falta también de nombramiento de los miembros del inédito, desde hace tres años, Consejo Asesor de Arqueología (Decreto 107/2017. Título III. Arts. 54 – 58), cuya ausencia como órganos custodios del legado histórico del pueblo valenciano ha constituido una auténtica invitación al expolio y dispersión de decenas de obras de arte, en manos de coleccionistas y propietarios privados, pertenecientes al mismo, fuera de las fronteras del territorio autónomo valenciano, con destino a las casas de subastas de Madrid y Barcelona, ante las acuciantes necesidades provocadas por la crisis económica, dejando vía libre a su salida más o menos opaca de la Comunitat Valenciana. En una siniestra reedición del clásico ensayo del académico Francisco Almela y Vives “Destrucción y Dispersión del Tesoro Artístico Valenciano” (1958).
Detalle de Corregudes de Joies en Mont Olivet |
Detalle de Corregudes de Joies en Mont Olivet |