sábado, 28 de agosto de 2010

LA FÁBRICA DE LA ARQUEOLOGÍA FRANQUISTA (1939-1956)

Ricardo González Villaescusa
Versión castellana del texto aparecido en Nonfiction.fr

Francisco Gracia Alonso,  La arqueología durante el primer franquismo (1939-1956), Bellaterra, Barcelona, 2009, 551 páginas.

En una ingente obra de medio millar de páginas y pequeños caracteres el autor hace un profundo ejercicio de reflexión sobre las condiciones y circunstancias históricas del marco institucional y legal de la arqueología oficial de los primeros 17 años de la dictadura de Franco. La investigación se inscribe en la corriente de reflexión y de acción civil sobre la llamada “recuperación de la memoria histórica” protagonizada por los “nietos” de la guerra civil (1936-1939) y por las corrientes historiográficas europeas que reflexionan sobre la praxis arqueológica en la Alemania nazi y en los territorios ocupados en el periodo de la segunda guerra mundial (1).

Antes de la Guerra: una arqueología influida por la escuela alemana

La tesis principal que consigue demostrar el autor es que los fundamentos teóricos y la práctica científica de la arqueología ejercida en la España posterior a la contienda serán las mismas que la practicada antes de 1936. Una arqueología deudora de la escuela alemana desde principios del siglo XX, y personificada en una burguesía formada principalmente en aquél país, al igual que la inmensa mayoría de los intelectuales de la denominada “generación del 14”(2); circunstancia que se revelaría en contradicción en el posicionamiento a favor de los aliados de este grupo(3). A pesar de las profundas diferencias ideológicas, a pesar de la contienda que fracturó al país, a las familias, a las personas y a los personajes centrales de este libro (que bien podría constituir el material documental de una novela o un film histórico), tras el paréntesis objeto de estudio del libro (1939-1956), la continuidad académica con el periodo anterior a la guerra será la norma.

El paréntesis falangista (1939-1956)

¿En qué consistió, pues, este paréntesis? En la práctica muy personal y autoritaria de un arqueólogo falangista y de filiación nazi, Julio Martínez Santa Olalla, hijo de un general amigo del caudillo, que aprovechará los años de la postguerra española y de reconstrucción del país en todos los órdenes, durante la coyuntura bélica en que tiene lugar la guerra mundial y la inmediata postguerra, para reconstruir el marco institucional y legal, la red de inspectores, así como la reanudación de las excavaciones arqueológicas.
J. Martínez Santa Olalla con Himler

Para cumplir su objetivo de instaurar una arqueología de corte falangista al servicio del régimen, Julio Martínez Santa Olalla se basó fundamentalmente en tres pilares: en primer lugar su comunión ideológica con el régimen nazi que le condujo a un trato personal con Himmler, jefe de las SS y de la Studiengesellschaft für Geistesurgeschichte‚ Deutsches Ahnenerbe e.V.(4), más conocida como la Das Ahnenerbe; en segundo, su posición personal de relación directa con el régimen y con Franco; y, finalmente, la posición oficial española frente al conflicto mundial, colaboracionista con las potencias del Eje en un primer momento y más “neutral” conforme el final de la guerra se inclinaba del lado de los aliados.


Pero contó con tres grandes enemigos que darían al traste con sus pretensiones: en primer lugar él mismo, con su carácter autoritario y resentido con la academia consiguió ponerse en contra a la inmensa mayoría de los arqueólogos del mundo académico; en segundo lugar, la coyuntura internacional tras Yalta y la guerra fría que hicieron que las potencias occidentales dirigieran su mirada a un país no aceptado inicialmente en el seno de las Naciones Unidas por su régimen fascista pro Eje, como un país que contenía la expansión comunista en el mundo; y, en tercer y último lugar, el colectivo de la academia que, formado fundamentalmente en la misma tradición liberal de la ciencia alemana que el propio Santa Olalla, no veía con buenos ojos la visión maximalista e intervencionista de un estado burocrático como pretendía Santa Olalla, a imitación de “herencia ancestral”.

Algunas reservas formales

La obra es indispensable para la comprensión del origen de la arqueología practicada en la España franquista posterior al aislamiento de la inmediata postguerra o, incluso, para la más reciente. Apreciamos en una obra de estas dimensiones un defecto formal que no es menor. El autor consigue darnos de forma absolutamente convincente el contexto ideológico y personal de los protagonistas, las luchas de poder, las razones de las decisiones entre bastidores de los diferentes responsables de la arqueología franquista, gracias a la ingente documentación consultada (legados, correspondencia, archivos públicos y personales…) amplia y correctamente referenciada en el capítulo “Fuentes Documentales”. Echamos de menos, sin embargo, una mayor referencia en el texto a todos estos documentos que podría haber hecho más pesada la lectura del mismo (quizá sea la razón que llevó al autor a optar por el formato editado definitivamente, aunque podría haberse solucionado con un sistema de citas a final de cada capítulo) pero que evitaría la sensación de leer un “relato” sin la argumentación y aparato crítico al que estamos acostumbrados. Es más, desprovistos de éste, y con la única ayuda del listado final “Fuentes Documentales” agrupadas por capítulos, es imposible atribuir a una u otra documentación muchas de las afirmaciones, escritos, cartas o documentos integradas en el cuerpo del texto. Haciendo dificultoso, pues, volver a consultar los originales en el caso de una continuidad de esta investigación, lo cual, no solo es deseable sino necesario. En el mismo orden de observaciones, algunos de los enormes listados de subvenciones de excavación acordadas podrían haberse incluido como apéndices al final del volumen. Sin embargo, habría sido del todo aconsejable que se anunciara debidamente que el capítulo 7 es la reproducción íntegra de un artículo del mismo autor aparecido 6 años atrás(5). Es precisamente este capítulo el que hace imposible leer con los mismos ojos los dos volúmenes, indispensables por otra parte, sobre las Necrópolis de Ampurias(6).

Historiografía arqueológica franquista

No obstante, a juicio de quien escribe estas líneas la mayor carencia de la obra es de una visión ampliamente historiográfica. El contexto ideológico, la trama personal y el imbricado institucional están bien definidos, pero a pesar del continuismo formulado y demostrado por F. Gracia, hubiera sido necesaria la correlación de todo ello con la historiografía y la producción bibliográfica de los protagonistas. Es probable que el autor de referencia en España sobre esta temática haya preferido dejar para un ulterior estudio las consecuencias bibliográficas de las posiciones ideológicas o las corrientes teóricas de los diferentes autores, pero me parece difícil aceptar que no puedan apreciarse diferencias y matices en los escritos de P. Bosch Gimperà, M. Almagro Basch o J. Martínez Santa Olalla (frutos de un mismo ambiente y formación académica) atribuibles al contexto social, político por el que transcurrieron sus biografías. Nada se dice, por ejemplo, del Historicismo en el que se encontraba inmersa por entonces la arqueología, corriente ligada íntimamente a la del Difusionismo en antropología. Relaciones que harían, quizá, más comprensibles el hecho de que el único apoyo internacional del fascista Santa Olalla fuera el del marxista V. Gordon Childe. Tampoco es evidente, aunque algún día merecerá la pena intentarlo, que pudiera entenderse con la ayuda del análisis historiográfico que la única visión de interpretación globalizante propuesta hasta entonces, como fue el Historicismo, practicada subsidiariamente por la escuela española de arqueología de principios del siglo XX, debido al filogermanismo de sus élites intelectuales, encontraran su eco en otra visión de carácter holístico como fueron las interpretaciones de Gordon Childe y sus propuestas relativas a las relaciones entre tecnología y civilización, y, especialmente, sus trabajos sobre los arios(7).

Un análisis historiográfico en profundidad de la producción de la arqueología franquista demostraría probablemente que las temáticas recurrentes de Santa Olalla (los visigodos hispanos como testimonio de la relación milenaria de España y Alemania y de la expansión germánica fuera de su foco geográfico de origen y los guanches canarios como descendientes de los arios de la desaparecida Atlántida) eran impúdicamente subalternas de Das Ahneberbe, a diferencia del arqueólogo de cabecera de B. Mussolini, Luigi Maria Ugolini, cuyas investigaciones pretendían legitimar una hegemonía transadriática  que se retrotraía al pasado imperial romano. En ese sentido queda bien patente que la función de la institución arqueológica de las SS no era otra que la de proporcionar “outils performants au service d’une idéologie bien précise... propagande raciale, exploitation coloniale des pays conquis...(8) como no sólo se hace bien patente en la simpatía dispensada a Santa Olalla por el propio Himmler, sino también en la lamentable escena en que, esperando la visita del jefe de las SS en las excavaciones de la necrópolis visigoda de Castiltierra (Segovia), los arqueólogos se apresuran a encontrar campesinos altos o rubios para demostrar hic et nunc la continuidad racial de los visigodos.

Un libro necesario

En cualquier caso, llama la atención el que la más nacional(ista) de las ciencias humanas, la disciplina científica y los científicos que, junto a la biología y los biólogos, más contribuyeron a la legitimación e investigación científica del III Reich sea la que más regulación requiere para su práctica por el Estado. No deja de llamar la atención que, tanto el gobierno legítimo de la II República como las autoridades de las zonas en conflicto cuyo patrimonio arqueológico podría ponerse en peligro y, posteriormente, los gobiernos de Franco (al menos de boquilla), se aplicarán con dedicación y esmero a la protección de los vestigios arqueológicos. Poniéndose en evidencia, por ejemplo, en el reconocimiento explícito de la actividad arqueológica de la República o de Bosch Gimperà por parte de Santa Olalla. O, implícitamente, en la continuidad de M. Almagro de la actividad iniciada por Bosch en Ampurias antes de la contienda y su encumbramiento como referente nacional en el extranjero, lo que le valdrá la cátedra de la Universidad de Madrid.

Del mismo modo, los útiles legales, reglamentarios e institucionales que se empiezan a poner en marcha a principios de siglo (inventario, investigación, intervenciones de urgencia, restauración, publicación, divulgación…) de las administraciones de uno y otro signo son los que se han mantenido vigentes en modelos de fuerte intervención estatal hasta la aparición en los últimos veinte años del neo-liberalismo y de la llamada arqueología liberal. Las radicales afirmaciones de Santa Olalla sobre la ineficacia de excavar sin publicar o sin restaurar los bienes recuperados, o sobre la innecesaria consignación presupuestaria sobre excavaciones si de la actividad arqueológica no se derivaban las consiguientes publicaciones y puestas en valor,  siguen llenas de una actualidad que perturba. Desconcierto que solo puede entenderse en el contexto de “une science au service des masses, fortement subventionnée et contrôlée par l’État totalitaire”(9). No en vano Santa Olalla tildaba con desprecio a sus adversarios de la Academia de “liberales”: el monárquico marqués de Lozoya , a la sazón director general de Bellas Artes y jefe superior en el escalafón administrativo; Martín Almagro Basch originario de una acomodada familia aragonesa o el liberalismo confeso de su antiguo maestro P. Bosch Gimperà, posiciones que irán abriéndose camino en el régimen conforme fue cambiando el contexto internacional.

¿Esa será la arqueología imperante en la España del boom económico y del desarrollismo liberal y opusdeista? Otro libro de F. Gracia o de sus alumnos podría responder a la pregunta. No en vano, la resistencia de la arqueología desde los momentos finales del franquismo y de los primeros años de la democracia reaccionó contra una arqueología oficial sin recursos y de acumulación de datos positivos exclusivamente procedentes de la excavación (en la versión más decadente del Hstoricismo de corte alemán) aceptando las influencias del neo-evolucionismo izquierdista de origen anglosajón de L. A. White o de J. H. Steward, aceptando los postulados ambientalistas y desplazando el objeto de interés del sitio, del yacimiento, a la información off site, y el consiguiente mayor recurso a la prospección como fuente de conocimiento en la comprensión de la implantación de las sociedades en el medio físico.

Se trata, pues de un libro necesario. Necesario para los arqueólogos españoles que pueden, así, conocer el acta de nacimiento de su disciplina y de los protagonistas de la misma. Necesario para el ciudadano que, a través del ejemplo de una ciencia y la práctica administrativa de ésta en permanente peligro por la injerencia del poder(10), puede apreciar cómo se produjo la “transición” a través de la depuración de, incluso, los conserjes de los museos en función de los informes policiales que detallaban las filias ideológicas como la afiliación sindical previa a la guerra.

A veces, a la generación de los “nietos” de la guerra se nos ha pretendido mostrar la cara más amable y liberal del régimen de Franco. Esa cara más amable se pretende renacer con proyectos historiográficos donde se canalizan temáticas a través de proyectos editoriales revisionistas como la revista Historias de Iberia Vieja donde tienen especial cabida las temáticas que ya interesaban a Santa Olalla. Libros como este desmienten sin dogmatismos esa cara amable.

(1) I. Bardies, J.-P. Legendre, B. Schnitzler (dirs.), L’archéologie en Alsace et en Moselle au temps de l’annexion (1940-1944), Strasbourg-Metz, 2001; A. Schnapp, L’autodestruction de l’archéologie allemande sous le régime nazi, Vingtième Siècle. Revue d'histoire, 2003/2, nº 78, p. 101-109; J. Chapoutot, Le national-socialisme et l'Antiquité, Presses universitaires de France, París, 2008 (véase la reseña de A. Pédron en Nonfiction, L'Antiquité détournée)
(2) M. Menéndez Alzamora, La Generación del 14. Una aventura intelectual, 2006.
(3) M. Fuentes Codera, Los intelectuales españoles y la Gran Guerra: ¿un caso excepcional?, Storica. Rivista quadrimestrale, núm. 46, 2010, pp. 54-57.
(4) “Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana”.
(5) Arqueología de la memoria. Batallones disciplinarios de soldados-trabajadores y tropas del ejército en las excavaciones de Ampurias (1940-1943), in C. Molinero, M. Sala y J. Sobrequés, eds., Una inmensa prisión. Los campos de concentración y las prisiones durante la Guerra Civil y el franquismo, Barcelona: Crítica, 2003, 37-59.
(6) M. Almagro Basch, Las necrópolis de Ampurias, Barcelona, 1953.
(7) The Aryans: A Study of Indo-European Origins, 1926.
(8) A. Schnapp, L’autodestruction de l’archéologie…
(9) A. Schnapp, L’autodestruction de l’archéologie…
(10) Cuando escribo estas líneas es de actualidad la exhumación del cadáver de S. Bolívar.

1 comentario:

  1. Recuerdo una foto de M. Almagro publicada en Signal, dando una conferencia sobre arqueología a la plana mayor de las SS en Berlin.

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