domingo, 28 de noviembre de 2010

ELOGIO DE LA BLASFEMIA

Josep Vicent Lerma
Levante-EMV, 28 de noviembre de 2010

Las anteriores entregas «Sepulcros de Cristal» (Levante-EMV, 16-06-2009) y «Reis, tombes i savis» (Levante-EMV, 28-09-2010), en las que se reflexionaba respectivamente sobre la exhibición patrimonial de restos humanos en museos y la pertinencia o no de las exhumaciones en curso de reyes y otros personajes históricos célebres, han conducido casi indefectiblemente a centrar la presente meditación intelectiva en torno al rol reservado en la sociedad contemporánea a la blasfemia ordinaria.

En este orden de cosas y desde la propia etimología griega de la palabra cual injuria de la reputación celestial, la blasfemia, entendida como ofensa a un dios o irreverencia hacia lo venerado por una religión cualquiera, aunque está lógicamente prohibida por ley en algunos países gobernados por teocracias, en democracias aconfesionales como la nuestra o la de la laica por excelencia república francesa, parece ser objeto de un encaje social y legal más paradójico o anacrónico.

Así, sin olvidar los exabruptos escatológicos tan castizos en los ámbitos lingüísticos propios de los antiguos dominios del latín, de los que es un buen ejemplo la airada reacción del párroco de Almussafes ante la puesta en escena de una obra teatral del grupo La Fera Ferotge: «Lo más grave de la representación es que se cagaron en Dios, en la Cruz, con San Pedro y el carpintero que la hizo» (sic) (Levante-EMV, 15-07-1999).

Más barruntos en cuanto a la calibración con arreglo al dogma del sucedido, blasfemia sacrílega o mero alivio abdominal apremiado por la falta de aseos para operarios, todavía pueden recordarse en torno a la inmunda peripecia de la rumoreada aparición cerca del altar catedralicio de una sospechosa defecación, al albur de las prisas de última hora para inaugurar la exposición La Llum de les Imatges en febrero de 1999 (Levante-EMV, 23-02-1999). Episodio digno de la ménsula grotesca de una de las ventanas góticas del Consulado del Mar que representa la fábula de Esopo en la cual un sabio en cuclillas vacía el vientre o la gárgola «fake» de la reconstruida en estilo torre de la Lonja (1902) en forma de niño evacuando, sostenido por una figura de mujer.

Mención aparte merece el nada edificante reciente intercambio de sopapos entre un sacerdote de Ròtova y uno de los festeros de la Divina Aurora, por arrojar inopidamente alguno de éstos al suelo una de las obleas consagradas, lo que según el canon 1367 supone literalmente la pena de excomunión «latae sententiae» automática. Si bien por fortuna, las profanaciones eucarísticas de hoy distan mucho en cuanto a la severidad de su sanción punitiva de las acontecidas en las tierras europeas de Brandenburgo en 1510, donde fueron ajusticiados en la hoguera 38 judíos, cubiertos con los infamantes capirotes o corozas, en el consiguiente auto de fe de Knoblauch en una Alemania todavía católica entonces.

Sorprende, en cambio, la subsistencia de restricciones expresas pintadas en los muros de algunos de los tradicionales trinquetes valencianos donde se desarrollan importantes apuestas pecuniarias, en ocasiones cosechas enteras, alrededor del juego de pelota: «Prohibit blasfemar».

Pero la realidad es que no fue hasta 1988 cuando la blasfemia quedó en teoría despenalizada mediante la Ley Orgánica 5/1988, por más que el artículo 525 del Código Penal español sigue reprobando como delito a quienes «hagan públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento, escarnio de dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente, a quienes los profesan o practican» y el cantautor Javier Krahe se encuentre en el banquillo a la espera de sentencia por la difusión televisiva del vídeo «Cómo cocinar un Cristo».

Embrollo socio-cultural en el que cabe alinearse para terminar con la invectiva de Francesc Eiximenis cuando predicaba satíricamente como «los blasfemos blasfeman por el culo de Dios» y las tesis liberadoras de Albert Hauf recogidas en el simposio L´Home que Riu de hace una década, en el sentido de que a lo largo de la Historia, la blasfemia ha venido desempeñando una relativa función transgresora o emancipadora, a modo de válvula de escape social, para burlarse del poder en los momentos de mayor represión clerical, en un paralelismo plausible con el propósito pragmático de las antiguas defixiones maledicentes romanas del estilo «Quintula cum Fortunali sit semel et numquam» , inscrita sobre una lámina de plomo o talismán «in planta pedis».

martes, 23 de noviembre de 2010

El POLÍTICO Y EL CIENTÍFICO (Sobre la obra de Max Weber)

Ricardo González Villaescusa

Reseña aparecida en Apuntes de Ciencia y Tecnología nº 21, Diciembre 2006, pp. 50-51.

“También los cristianos primitivos sabían muy exactamente que el mundo está regido por los demonios y que quien se mete en política, es decir, quien accede a utilizar como medios el poder y la violencia, ha sellado un pacto con el diablo, de tal modo que ya no es cierto que en su actividad lo bueno sólo produzca el bien y lo malo el mal, sino que frecuentemente sucede lo contrario. Quien no ve esto es un niño, políticamente hablando.”

Max Weber, El político y el científico, 1918.

Resulta harto difícil hacer una reseña de un libro editado a principios del siglo XX, permanentemente citado y sobre el que existen numeros trabajos y citas en revistas especializadas y en internet, sin embargo, como consecuencia de haber citado este autor y su obra en el foro de los socios de la AACTE, el responsable de esta sección solicitó dar a conocer a la obra y al autor. No pretendemos que sean más que unos apuntes que inciten al lector de nuestra revista a la lectura de un libro que conserva una gran frescura a pesar de los años que lleva editado.

En realidad no se trata de un libro concebido como tal sino de dos conferencias del autor, cuyos destinatarios eran estudiantes universitarios, con lo cual hay que entender en ese contexto algunas de las evidentes provocaciones que se lanzan a lo largo de la obra, así como su estilo claro y directo. Por otra parte, la edición castellana que se reseña está prologada por Raymond Aron, lo que convierte al librito en una estupenda obra de reflexiones de dos autores a quienes separan las dos grandes guerras (ambos eran hombres maduros cuando estallaron la primera y segunda guerras mundiales) y a los que une su fuerte convicción antimarxista. 

Max Weber es el científico social que propone la alternativa científica más contundente al paradigma marxista de las ciencias sociales y los sociólogos e historiadores liberales beben en sus fuentes, que no son pocas pues se trata de un autor de una extensísima y variada obra. Fue un claro antipositivista, lo que marcó profundamente la distinción entre las ciencias sociales y las naturales, que sólo en nuestros días empieza a atenuarse, al considerar que “las verdades en economía, en sociología y en ciencia política siempre son parciales y reflejan tan sólo una parte de la complejidad social”. 

En lo que concierne a la obra de que se trata, Weber expresa una “contradicción” vivida en primera persona, al ser un científico, hijo de un importante funcionario y político de la Alemania de Otto von Bismarck, y al ser, él mismo, un hombre de acción que llegó a participar en la creación de un partido político reformista (Partido Democrático Alemán) que pretendía aunar a socialdemócratas y liberales. La radicalización de la Europa de la primera mitad del siglo XX condujo al fracaso un proyecto que, irónicamente, podría ser la base de la política practicada en nuestros días en el continente por casi todos los partidos de amplio espectro electoral. 

En la primera conferencia y la más extensa primera parte del libro, La política como vocación, el autor define la política y las cualidades que deben tener aquellos que se dedican a ella. Partiendo de la definición del Estado, como una “comunidad humana que dentro de un determinado territorio (…) reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima”, entiende que para acceder al control del Estado se produce el inevitable uso del poder y la violencia como medios inevitables para conseguir otros fines, sean egoístas o altruistas, tal y como se refleja en el encabezado del propio Weber de este artículo.

La política es una lucha constante por conseguir lo imposible, con pasión, sentido de la responsabilidad y mesura, a fuerza de tenacidad y constancia. Cualidades a las que se suman en un político con tal vocación, la humildad. Un político debe vencer la vanidad, cada hora de cada día, enemiga de “la entrega a una causa y de toda mesura”. Y es en ello donde encontramos la primera gran diferencia con el científico. En los círculos académicos la vanidad es una “enfermedad profesional” pero completamente inocua al no distorsionar el trabajo del científico. La especialización de la ciencia que en aquellos años ya había “entrado en un estadio de especialización antes desconocido y en el que se va a mantener para siempre”, permite la “vivencia de la ciencia”, esa sensación que tiene el científico anónimo al que Weber pone en su boca la siguiente frase: “tuvieron que pasar milenios antes de que yo apareciera y milenios aguardaron en silencio a que yo comprobase esta hipótesis”. Sin esa vivencia de la ciencia, no es posible la vocación de científico para Max Weber, algo absolutamente incompatible con esa humildad que reclama para el político.

En la segunda parte, el autor dedica un buen espacio a la ciencia aplicada, al sentido de la ciencia, criticando la dirección que en aquellos momentos había adquirido entre los jóvenes científicos de principios del siglo XX. A pesar de todos los logros, avances, conocimientos y problemas nuevos, el ser humano “nunca habrá podido captar más que una porción mínima de lo que la vida del espíritu continuamente alumbra”. Se cuestiona, ya entonces, si la medicina puede plantearse preguntas (referencia a los valores) sobre si la vida es digna de ser vivida o cuándo deja de serlo (afirmación de los valores), cuando mantiene vivo al enfermo incurable, para acabar afirmando que, en definitiva, “todas las ciencias de la naturaleza responden a la pregunta de qué debemos hacer si queremos dominar técnicamente la vida”.
Por todo ello, es imposible ser al mismo tiempo hombre de acción y hombre de ciencia sin entrar en profundas contradicciones entre ambas vocaciones. Esa contradicción se manifiesta tanto más cuando los totalitarismos se valen de las ciencias, especialmente de las ciencias humanas y sociales, para someter a los fines de su acción política la investigación científica. Así, a los físicos de la ex URSS se les podía hacer “comulgar” con el materialismo dialéctico pero no podían dictárseles sus fórmulas ni ecuaciones. Por ello “Max Weber no se cansaba de mostrar que, en política, ninguna medida concreta puede revestir la dignidad de una verdad científica. Es imposible favorecer a un grupo sin perjudicar a otro, demostrar que un progreso de la producción global no se paga demasiado caro con la ruina de los pequeños comerciantes, o el empobrecimiento de una región desfavorecida. Sólo se puede decir con certeza que una medida determinada es conforme al interés común cuando incrementa las satisfacciones de algunos sin disminuir las de nadie” (De la reseña de Prometeo Editorial).

Para R. Aron, en su introducción de la edición consultada la contradicción entre ambas vocaciones llega hasta el punto de que “no existe ni un solo ejemplo de oposición [política] que no utilice frente al Gobierno argumentos injustos o mendaces que consisten en reprocharle no haber logrado éxitos que nadie hubiera podido lograr o haber hecho concesiones que nadie hubiera podido evitar. Para el profesor de ciencias sociales que quiere entrar en política esto representa una permanente tensión (…), la vocación de la ciencia es incondicionalmente la verdad. El oficio de político no siempre permite decirla”. Y el mejor ejemplo para entenderlo lo centra en el principio básico del Estado del Bienestar. La mayor satisfacción que se produce entre los más pobres por un reparto de los recursos de los más ricos cuyo grado de insatisfacción es menor que el alcanzado por los primeros como consecuencia de esta exacción en forma de impuesto, reduciendo los ingresos de los primeros en beneficio de los segundos, no es una verdad científica, solamente una acción política que ha producido no pocas “satisfacciones” entre importantes masas de la población que a lo largo del siglo XX y, especialmente, tras las dos guerras mundiales en occidente, han alcanzado la categoría de clases medias. Pero merece preguntarse si, en realidad, esta demostración no es fruto de un científico social, Raymond Aron, que se posicionó claramente en planteamientos liberales, defendiendo el liberalismo político y económico. 

Por ello, el debate suscitado en el foro de los miembros de la AACTE que hacía alusión a la cualidad política y/o científica del nuevo responsable de la Secretaría de Estado de Universidades e Investigación es tan viejo que bien merecía recordarlo en los términos en que se producía en la Alemania de principios del siglo pasado.

SIN CIENTÍFICOS NI INTELECTUALES

LEVANTE-EMV, Editorial
21 de noviembre de 2010

La inhibición del pensamiento científico y humanístico valenciano de la dialéctica social constituye uno de los mayores lastres de la actual sociedad valenciana e imposibilita la configuración de un espacio común de deliberación colectiva, uno de los ejes nucleares de la esfera democrática. Es un déficit que resulta más evidente en la actualidad puesto que, por contraste, glosa la abundancia participativa de un pasado reciente. El vacío lacerante de expertos e intelectuales en las tribunas públicas, cuyo criterio de autoridad ha de diseccionar propuestas, analizar problemas o espolear conciencias, supone hoy una clamorosa carencia que instruye sobre la temperatura involutiva en el índice del progreso social. Tal vez los especialistas no deseen involucrarse, como antaño, en el compromiso cívico, ni asumir riesgos supuestamente inicuos.

Quizás piensen que su altura intelectual ha de disponerse sobre ámbitos necesitados de una pedagogía previa para captar sus juicios. Puede incluso que añadan a sus reticencias esbozos nihilistas o escépticos para apartarse: sus opiniones, pensarán, no han de alterar el curso de los acontecimientos y mucho menos han de mudar la conciencia ciudadana. Tal vez. Pero su «huida» del espacio público fabrica una sociedad más estéril y dimitida. Y existe abundante materia para su participación: la enorme deuda valenciana y su legado coercitivo, el débil mapa de la financiación y la fragilidad del Consell, la adecuación de la enseñanza a los parámetros europeos y sus miserias materiales, los tótems identitarios falsarios pero aun así consagrados desde ópticas valencianistas, la corrupción que desmembra a la clase política. Sólo las sociedades adormecidas o quebradizas no extrañan la ausencia de intelectuales y científicos en el debate público. La valenciana ha encendido la luz roja.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

EJÉRCITOS, GUERRAS Y ARQUEOLOGÍA


Archaeology, Cultural Property, and the Military (Laurie Rush Ed.), Boydell Press, 2010.

Laurie Rush es una empleada civil del Departamento de Defensa que fue la responsable de la importante campaña de sensibilización sobre el patrimonio de las zonas en conflicto de Irak y Afganistán, destinada a los soldados y líderes políticos. Entre otras medidas  (como la creación del una especie de parque temático de carácter patrimonial para entrenar a los soldados, Fort Drum, o la distribución entre la planimetría bélica de las cartas arqueológicas de la zona) destaca la edición, impresa en 40.000 ejemplares, de una baraja de póker con imágenes de los monumentos y yacimientos de las zonas con eslóganes como "Sortea las ruinas, no las atravieses" del 5 de tréboles, "El patrimonio irakí forma parte de tu patrimonio", "No hagas graffittis", o "Comprar antigüedades financia la insurrección". Campaña que le ha valido una beca de la American Academy in Roma de 2010-2011 para un programa que intentará aumentar la sensibilización en los países en desarrollo mediante la educación y el apoyo de organizaciones asociadas, como el Defense College de la OTAN.
Sin querer quitarle ninguna importancia a estas medidas ni a los eventuales logros alcanzados, y, sin menoscabo de la importante destrucción y pillajes llevados a cabo con ocasión de la segunda Guerra del Golfo, no deja de sorprender cómo el homo homini lupus sabe hacer paréntesis para no destruir la huella material de ese mismo ser humano mientras acaba con él mismo.


De la introducción del libro
De Lawrence de Arabia a la Monuments Men Foundation for the Preservation of Art los académicos participantes en este volumen, se han visto involucrados en las zonas de conflicto, en asuntos que conllevan  enfrentamientos, y en inverosímiles asociaciones con los militares profesionales. Los motivos y los métodos han variado drásticamente en los últimos años, pero el tema principal de este volumen es la gestión. En cada caso, los autores han encontrado una situación en la que su experiencia les ha permitido contribuir a salvar bienes arqueológicos, edificios históricos y lugares sagrados - o ha permitdo documentarse el bien. Sobre la base de importantes contribuciones de siete fuerzas armadas, entre otros, este libro tiene por objeto postular la obligación de proteger el patrimonio cultural en virtud de las convenciones internacionales, proporcionar una serie de estudios casuísticos de la práctica militar actual, y describir los esfuerzos actuales para mejorar la gestión del patrimonio de las zonas en conflicto. En general, ofrece ejemplos, anécdotas y las lecciones aprendidas de la experiencia que pueden ser utilizadas para su integración en la planificación de la administración arqueológica mundial.

Sumario
  • 1  Archaeology and the Military: an Introduction
  • 2  The Obligations Contained in International Treaties of Armed Forces to Protect Cultural Heritage in Times of Armed Conflict
  • 3  Rescuing Europe's Cultural Heritage: The Role of the Allied Monuments Officers in World War II
  • 4  The UK's Training and Awareness Programme
  • 5  US Army Civil Affairs: Protecting Cultural Property, Past and Future
  • 6  Cultural Property Protection in the Event of Armed Conflict: Deploying Military Experts or Can White Men Sing the Blues?
  • 7  Good Training and Good Practice: Protection of the Cultural Heritage on the UK Defence Training Estate
  • 8  In-Theatre Soldier Training through Cultural Heritage Playing Cards: a US Department of Defense Example
  • 9  Dealing the Heritage Hand: Establishing a United States Department of Defense Cultural Property Protection Program for Global Operations
  • 10  Teaching Cultural Property Protection in the Middle East: the Central Command Historical Cultural Advisory Group and International Efforts
  • 11  Cultural Resources Data for Heritage Protection in Contingency Operations
  • 12  Time not on my side: Cultural Resource Management in Kirkuk, Iraq
  • 13  US Military Support of Cultural Heritage Awareness and Preservation in Post-Conflict Iraq
  • 14  Operation Heritage
  • 15  Cultural Property Protection in the Event of Armed Conflict - Austrian Experiences
  • 16  Role of the Swiss Armed Forces in the Protection of Cultural Property
  • 17  Preserving Global Heritage from Space in Times of War
  • 18  Appendices: 1954 Hague Convention and its two Protocols

domingo, 17 de octubre de 2010

LA GUERRA DE LAS RUINAS

Traducción de la Reseña Les ruines, enjeu géopolitique  de Pierre Verluise
aparecida en GlobalBrieg. World Affair in the 21sts Century

Del libro de Jean-Pierre Payot, La guerre des ruines. Archéologie et géopolitique, Choiseul Éditions: París,
2010, 192 págs.

Llega a las librerías una novedad original. Se trata del innovador libro firmado por Jean-Pierre Payot, La guerre des ruines. Archéologie et géopolitique, publicado en París por las ediciones Choiseul. Apasionado de la arqueología, el autor es un profesor agregado de Geografía e Historia que ha sabido descubrir un nuevo terreno para el análisis geopolítico: las ruinas.

Su argumentación se basa en una sólida cultura. Demuestra con numerosos ejemplos que desde el último rey del Imperio Neobabilonio, Nabonido, han sido numerosos los soberanos que han utilizado los vestigios arqueológicos con fines políticos. Lugares de memoria, construcciones de identidades, eliminación de las de los otros, falseamientos… en geopolítica el recurso a la ruina es múltiple. El autor sabe hacer atractivo el tema gracias a un estilo bien cuidado.

La instrumentalización de la arqueología con fines geopolíticos

El autor se expresaba así en una entrevista: “Se pueden poner miles de ejemplos que apoyan la instrumentalización de la arqueología con fines geopolíticos. En el origen, una entidad de naturaleza política, religiosa o cultural se opone a otra respecto a todo o una parte de un territorio. En cualquiera de los casos la arqueología hace irrupción en el momento de toma de posición de ambas partes en el conflicto. Cualquiera que sea el contexto la arqueología sistemáticamente fundará una especie de “derecho histórico”. La invocación de la ciencia arqueológica o de los vestigios resultantes de las excavaciones, en el marco de una especie de “tribunal geopolítico”, permite a unos y a otros proporcionarse argumentos históricos -“dignos de fe” en consecuencia- para legitimar tal o cual pretensión sobre un territorio. En tales casos hipotéticos, la arqueología es instrumentalizada para certificar una prioridad, una superioridad y, en definitiva, un derecho territorial basado en una pseudo-sujeción en el tiempo. Este derecho puede, por otra parte, tener un contenido político, y también cultural y religioso. En efecto, muchos artefactos, muchos monumentos arqueológicos se revisten de una dimensión religiosa. Por otra parte, a menudo, esta dimensión remite a religiones aún “vivas” hoy día. La tentación es irresistible de hacer valer los objetos arqueológicos como prueba incuestionable de un derecho a dominar sin fisuras el territorio para aquellos que se confiesan creyentes de estas religiones.”

La arqueología de lo divino

Entre los pasajes que deben leerse sin demora, se tendrá en cuenta Le rapt colonial et ses suites (p. 50); La Chine et l’Occident (p. 66) y L’archéologie du divin (p. 91). Este capítulo aborda la cuestión de la arqueología bíblica y los intereses geopolíticos en juego. O cómo  algunos israelíes utilizan la arqueología para probar la anterioridad de la presencia judía en Palestina. En este caso, la cuestión de la anterioridad enmascara la del control del territorio y la legitimidad para dominarlo. Permitiendo apreciar con  otras perspectiva las excavaciones arqueológicas emprendidas en 2007 al pie de la mezquita de Al-Aqsa por equipos israelíes.

Evidenciando la multiplicidad de las manipulaciones arqueológicas con fines geopolíticos, Jean-Pierre Payot hace una obra útil porque da al mismo tiempo profundidad y claridad al tema. Todos los que se enfrentan a esta temática regularmente bajo los ecos de actualidad encontrarán aquí elementos sólidos para apoyar su reflexión. Aportará luz al debate público.

INVESTIGAR SIN LAGUNAS

El País, Editorial del 17 de octubre de 2010

Una de las consecuencias más indeseables de la crisis y de los ajustes presupuestarios sería la pérdida de algunas de las promociones de científicos e ingenieros más preparadas de toda la historia de nuestro país. Carecer de perspectivas laborales razonables después de muchos años de formación, en ocasiones en algunos de los mejores centros nacionales o internacionales, puede suponer la pérdida del impulso necesario para perseverar en una carrera investigadora que no ven posible. Los efectos del abandono son irreversibles; no puede haber lagunas en una actividad tan exigente cuando se está compitiendo con sistemas más desarrollados que el nuestro y con mejores defensas en tiempos de crisis.

También puede ocurrir que no abandonen su carrera y se decidan a emigrar e integrarse en esos sistemas, con lo que el país hace un negocio ruinoso. Invierte en una formación larga y costosa que, por falta de oportunidades cuando se ha completado, va a engrosar la capacidad investigadora e innovadora de otros países que, normalmente, los reciben ya formados con los brazos abiertos. La construcción de un nuevo marco económico basado en el conocimiento requiere continuidad en lo que a recursos humanos se refiere. Los procesos de formación de personal especializado y de construcción de grupos de excelencia necesitan largos periodos de maduración en los que se produzca la incorporación y el relevo de los recursos humanos de forma ininterrumpida. Con el agravante de que suelen ser los mejores quienes encuentran más facilidad para instalarse en otros países; y lo hacen si no hay una oferta de oportunidades que compense la todavía clara inferioridad de medios en nuestros centros. Luego, cuando la situación mejore, puede haber programas de reincorporación pero la experiencia muestra lo difícil que es atraer a quienes ya han encontrado acomodo fuera y un buen encaje en un sistema del que han estado ausentes durante mucho tiempo.

La recesión impone duras condiciones, pero si hay un sector en el que no se puede debilitar el esfuerzo acumulado en los últimos años es en el de la creación de un fuerte sector de I+D+i y, en concreto, en la incorporación de los mejores entre los que han pasado por un proceso de formación que les permite competir con éxito con sus colegas de otros países. Nos jugamos mucho, no solo en los años de ajuste, porque las consecuencias de las decisiones en este terreno se prolongarán en el tiempo.

martes, 28 de septiembre de 2010

REIS, TOMBES I SAVIS

Ricardo González Villaescusa
Josep Vicent Lerma

Levante-EMV, 28 de septiembre de 2010

Parafrasejant el títol del llegendari best seller de l'arqueologia de divulgació de l'alemany C. W. Ceram «Götter, Gräber und Gelehrte» (1949), no hem pogut resistir la temptació de glossar projectes d'actualitat com ara l'obertura de la intacta, des de 1285, tomba reial del valencià de naiximent Pere III el Gran en el monestir cistercenc de Santes Creus, al caliu del 850 aniversari de la seua fundació.

En una espectacular intervenció d'estètica futurista (i cost econòmic a l'alçària de l'envit) amb savis proveïts de monos integrals de color blanc i màscares protectores, que introduïxen una tàcita asèpsia metodològica amb la pretensió implícita de prendre distància dels tints romàntics i colonials del buidatge de Howard Carter de la sepultura del faraó Tutankhamon en 1922. ¿O per què no?. De la cristiana profanació del sarcòfag amb el «gloriós» esquelet de Simón Bolívar en el Panteó Nacional veneçolà, adobada amb les premeditades reflexions religioses, del president Hugo Chávez sobre la resurrecció dels morts «Dios mío, Dios mío... Cristo mío, Cristo Nuestro, mientras oraba en silencio viendo aquellos huesos, pensé en tí. Y cómo hubiese querido, cuánto quise que llegaras y ordenaras como a Lázaro: Levántate Simón, que no es tiempo de morir. De inmediato recordé que Bolívar Vive»… (Vide La reinvención del libertador, artícle de Maite Rico en  El País)
Aquesta intervenció en el cenobi tarragoní podria evocar, no sense cert risc domèstic, a un imaginari «Pere alça't i camina», singularment al poc de festejar el 650 aniversari de la creació de la llavor de la Generalitat que ha permés dir a Carod Rovira «no són gaires els governs al món que puguin lluir tants anys d'història».
Res en realitat si ho comparem amb la casa imperial nipona del sol ixent, vigent si més no des de l'11 de febrer de 660 a.C.

Per consegüent, tal i com un de nosaltres ressenyava en estes mateixes planes «Sepulcros de Cristal» (Levante-EMV, 16-06-09), a tenor del Codi d'Ètica de l'ICOM de 1986 en el seu capítol III punt 6 s'estima suficient cautela que les investigacions sobre restes antropològiques, hagen de realitzar-se d'una manera acceptable per a tots aquells que professen una creença religiosa, emperò tal com cabria aventurar, des de l'àmbit competencial propi del Dret Canònic. Pel que fa a la violació de sepultures eclesiàstiques els seus preceptes resulten molt més coercitius, a l'establir, perpetuant la tradició jueva, que són llocs sagrats i beneïts (ca. 1205, § 1), subjectes a idèntiques normes que les que regeixen per als mateixos temples (ca. 1207) .

Així doncs, a manera de botó de mostra vernacle d'esta aparent trivial qüestió, serveixca la carta dirigida, al propi papa Benet XVI, d'una plataforma ciutadana, sol·licitant la mediació del pontífex per a evitar «la profanación de un Campo Santo» (sic), en el cas del cementeri desamortitzat, encara que no desacralitzat, de les arruïnades restes del Reial Monestir de la Puritat de les Religioses de Santa Clara, baix l'amenaça de la construcció d'un pàrquing subterrani (Levante-EMV, 29-11-06) i de la qual es desconeixen encara a hores d'ara el designis vaticans.

De la mateixa manera que també ha caigut en el somni dels justs el principi d'acord pregonat, fa més de lustre i mig, aconseguit per Alfonso Rus amb la Santa Seu per a traslladar des de Roma a Xàtiva les despulles mortals dels papes xativins Calixt III i Alexandre VI (Levante-EMV, 23-01-03).
Escrúpols morals que, en canvi, no ens consta que hagen merescut els espatllats ossos dels governants musulmans dels segles XI-XIII soterrats en la rawda o panteó aristocràtic de l'Alcàsser de Balansiya. Exemples que haurien enriquit una impossible reedició de l'assaig Mort et Pouvoir (Paris, 1998) del desaparegut antropòleg francés L.-V. Thomas.

Finalment, desde paràmetres consubstancials al pensament laic, els estudis antropològics a què ens referim ací, només resultarien deontològicament lícits en els seus mitjans, sempre que compliren l'aforisme "Mortui viventes docent" o el que és el mateix, en tant que este tipus d'investigacions forenses contribuïsca a la construcció del sempre incomplet relat de la peripècia vital de l'home, en el seu tortuós esdevindre per les intricades revoltes d'una Història gens providencialista.

Fins llavors, per a commemorar esdeveniments planetaris com ara la Declaració dels Drets de l'Home (1789), paral·lela a les profanacions de les tombes reials franceses de Saint-Denis (1793), o la Declaració Universal dels drets humans (1948) no sembla caldre imprescindible exhumar a ningú més que a les sempre oblidades víctimes anònimes d'eixe mateix periple humà.

Imatge provinent de Patrimoni de la Generalitat Catalana

Versión castellana
Parafraseando el título del legendario best seller de la arqueología de divulgación del alemán C. W. Ceram “Götter, Gräber und Gelehrte” (1949), no hemos podido resistir la tentación de glosar proyectos de actualidad como la apertura de la intacta, desde 1285, tumba real del valenciano Pedro III el Grande en el monasterio cisterciense de Santes Creus, al albur del 850 aniversario de su fundación.

En una espectacular intervención de estética futurista (y coste económico a la altura del envite) con sabios provistos de monos integrales de color blanco y mascarillas protectoras, que introducen una tácita asepsia metodológica con la pretensión implícita de tomar distancia de los tintes románticos y coloniales del desvalijamiento de Howard Carter de la cámara sepulcral sellada del faraón Tutankamon en 1922. O ¿por qué no? de la, cristiana profanación del sarcófago con el “glorioso” esqueleto de Simón Bolivar en el Panteón Nacional venezolano, aderezada por las premeditadas reflexiones religiosas, del presidente Hugo Chávez sobre la resurrección de los muertos "Dios mío, Dios mío... Cristo mío, Cristo Nuestro, mientras oraba en silencio viendo aquellos huesos, pensé en tí. Y cómo hubiese querido, cuánto quise que llegaras y ordenaras como a Lázaro: Levántate Simón, que no es tiempo de morir. De inmediato recordé que Bolívar Vive"…

La intervención en el cenobio tarraconense, podría evocar, no sin cierto riesgo doméstico, a un imaginario “Pedro ¡levántate y anda!”, singularmente al poco de celebrar el 650 aniversario de la creación del germen de la Generalitat que ha permitido decir a Carod Rovira “no són gaires els governs al món que puguin "lluir" tants anys d'història”. Nada en realidad comparado con la casa imperial nipona, vigente desde el 11 de febrero de 660 a. C.

Por consiguiente, tal como uno de nosotros reseñaba en estas mismas páginas en el artículo de opinión “Sepulcros de Cristal” (Levante-EMV, 16-06-09), a tenor del Código de Ética del ICOM de 1986 en su capítulo III punto 6 se estima suficiente cautela que las investigaciones sobre restos antropológicos, deban realizarse de una manera aceptable para todos aquellos que profesan una creencia religiosa, empero tal como cabría aventurar, desde el ámbito competencial propio del Derecho Canónico, en lo que atañe a la violación de sepulturas eclesiásticas, sus preceptos resultan mucho más coercitivos, al establecer, perpetuando la tradición judía, que son lugares sagrados y bendecidos (can. 1205, § 1), sujetos a idénticas normas que las que rigen para los mismos templos (can. 1207).

Así, a modo de botón de muestra vernáculo de esta aparente trivial cuestión, sirva la carta dirigida, nada menos que al Papa Benedicto XVI, de una plataforma ciudadana, solicitando la mediación del pontífice para evitar “la profanación de un Campo Santo” (sic), en el caso del cementerio desamortizado, aunque no desacralizado, de los arruinados restos del Real Monasterio de la Puridad de las Religiosas de Santa Clara, ante la amenaza de la construcción de un parking subterráneo (Levante-EMV, 29-11-06) y cuyos vaticanos designios se desconocen todavía a día de hoy. Del mismo modo que también ha caído en el sueño de los justos el principio de acuerdo pregonado, hace más de lustro y medio, alcanzado por Alfonso Rus con la Santa Sede para trasladar desde Roma a Xàtiva los despojos mortales de los papas setabenses Calixto III y Alejandro VI (Levante-EMV, 23-01-03).

Escrúpulos morales que, en cambio, no nos consta que hayan merecido los quebrantados huesos de los gobernantes musulmanes de los siglos XI-XIII enterrados en la rawda o panteón aristocrático del alcázar de Balansiya. Ejemplos que habrían enriquecido una imposible reedición del ensayo Mort et Pouvoir (Paris, 1998) del desaparecido antropólogo francés L.-V. Thomas.

Finalmente, desde parámetros consustanciales al pensamiento laico, los estudios antropológicos a los que nos venimos refiriendo aquí, solamente resultarían deontológicamente lícitos en sus medios, siempre y cuando diesen cumplimiento al aforismo “Mortui viventes docent” o lo que es lo mismo, en tanto en cuanto este tipo de investigaciones forenses contribuya a la construcción del siempre incompleto relato de la peripecia vital del hombre, en su tortuoso devenir por los intrincados vericuetos de una Historia nada providencialista.

Hasta entonces, para celebrar eventos planetarios tales como la Declaración de los Derechos del Hombre (1789), paralela a las profanaciones de las tumbas reales francesas de Saint-Denis (1793), o la Declaración Universal de los derechos humanos (1948) no parece imprescindible exhumar a nadie más que a las siempre olvidadas víctimas anónimas de esa misma andadura humana.

sábado, 28 de agosto de 2010

LA FÁBRICA DE LA ARQUEOLOGÍA FRANQUISTA (1939-1956)

Ricardo González Villaescusa
Versión castellana del texto aparecido en Nonfiction.fr

Francisco Gracia Alonso,  La arqueología durante el primer franquismo (1939-1956), Bellaterra, Barcelona, 2009, 551 páginas.

En una ingente obra de medio millar de páginas y pequeños caracteres el autor hace un profundo ejercicio de reflexión sobre las condiciones y circunstancias históricas del marco institucional y legal de la arqueología oficial de los primeros 17 años de la dictadura de Franco. La investigación se inscribe en la corriente de reflexión y de acción civil sobre la llamada “recuperación de la memoria histórica” protagonizada por los “nietos” de la guerra civil (1936-1939) y por las corrientes historiográficas europeas que reflexionan sobre la praxis arqueológica en la Alemania nazi y en los territorios ocupados en el periodo de la segunda guerra mundial (1).

Antes de la Guerra: una arqueología influida por la escuela alemana

La tesis principal que consigue demostrar el autor es que los fundamentos teóricos y la práctica científica de la arqueología ejercida en la España posterior a la contienda serán las mismas que la practicada antes de 1936. Una arqueología deudora de la escuela alemana desde principios del siglo XX, y personificada en una burguesía formada principalmente en aquél país, al igual que la inmensa mayoría de los intelectuales de la denominada “generación del 14”(2); circunstancia que se revelaría en contradicción en el posicionamiento a favor de los aliados de este grupo(3). A pesar de las profundas diferencias ideológicas, a pesar de la contienda que fracturó al país, a las familias, a las personas y a los personajes centrales de este libro (que bien podría constituir el material documental de una novela o un film histórico), tras el paréntesis objeto de estudio del libro (1939-1956), la continuidad académica con el periodo anterior a la guerra será la norma.

El paréntesis falangista (1939-1956)

¿En qué consistió, pues, este paréntesis? En la práctica muy personal y autoritaria de un arqueólogo falangista y de filiación nazi, Julio Martínez Santa Olalla, hijo de un general amigo del caudillo, que aprovechará los años de la postguerra española y de reconstrucción del país en todos los órdenes, durante la coyuntura bélica en que tiene lugar la guerra mundial y la inmediata postguerra, para reconstruir el marco institucional y legal, la red de inspectores, así como la reanudación de las excavaciones arqueológicas.
J. Martínez Santa Olalla con Himler

Para cumplir su objetivo de instaurar una arqueología de corte falangista al servicio del régimen, Julio Martínez Santa Olalla se basó fundamentalmente en tres pilares: en primer lugar su comunión ideológica con el régimen nazi que le condujo a un trato personal con Himmler, jefe de las SS y de la Studiengesellschaft für Geistesurgeschichte‚ Deutsches Ahnenerbe e.V.(4), más conocida como la Das Ahnenerbe; en segundo, su posición personal de relación directa con el régimen y con Franco; y, finalmente, la posición oficial española frente al conflicto mundial, colaboracionista con las potencias del Eje en un primer momento y más “neutral” conforme el final de la guerra se inclinaba del lado de los aliados.


Pero contó con tres grandes enemigos que darían al traste con sus pretensiones: en primer lugar él mismo, con su carácter autoritario y resentido con la academia consiguió ponerse en contra a la inmensa mayoría de los arqueólogos del mundo académico; en segundo lugar, la coyuntura internacional tras Yalta y la guerra fría que hicieron que las potencias occidentales dirigieran su mirada a un país no aceptado inicialmente en el seno de las Naciones Unidas por su régimen fascista pro Eje, como un país que contenía la expansión comunista en el mundo; y, en tercer y último lugar, el colectivo de la academia que, formado fundamentalmente en la misma tradición liberal de la ciencia alemana que el propio Santa Olalla, no veía con buenos ojos la visión maximalista e intervencionista de un estado burocrático como pretendía Santa Olalla, a imitación de “herencia ancestral”.

Algunas reservas formales

La obra es indispensable para la comprensión del origen de la arqueología practicada en la España franquista posterior al aislamiento de la inmediata postguerra o, incluso, para la más reciente. Apreciamos en una obra de estas dimensiones un defecto formal que no es menor. El autor consigue darnos de forma absolutamente convincente el contexto ideológico y personal de los protagonistas, las luchas de poder, las razones de las decisiones entre bastidores de los diferentes responsables de la arqueología franquista, gracias a la ingente documentación consultada (legados, correspondencia, archivos públicos y personales…) amplia y correctamente referenciada en el capítulo “Fuentes Documentales”. Echamos de menos, sin embargo, una mayor referencia en el texto a todos estos documentos que podría haber hecho más pesada la lectura del mismo (quizá sea la razón que llevó al autor a optar por el formato editado definitivamente, aunque podría haberse solucionado con un sistema de citas a final de cada capítulo) pero que evitaría la sensación de leer un “relato” sin la argumentación y aparato crítico al que estamos acostumbrados. Es más, desprovistos de éste, y con la única ayuda del listado final “Fuentes Documentales” agrupadas por capítulos, es imposible atribuir a una u otra documentación muchas de las afirmaciones, escritos, cartas o documentos integradas en el cuerpo del texto. Haciendo dificultoso, pues, volver a consultar los originales en el caso de una continuidad de esta investigación, lo cual, no solo es deseable sino necesario. En el mismo orden de observaciones, algunos de los enormes listados de subvenciones de excavación acordadas podrían haberse incluido como apéndices al final del volumen. Sin embargo, habría sido del todo aconsejable que se anunciara debidamente que el capítulo 7 es la reproducción íntegra de un artículo del mismo autor aparecido 6 años atrás(5). Es precisamente este capítulo el que hace imposible leer con los mismos ojos los dos volúmenes, indispensables por otra parte, sobre las Necrópolis de Ampurias(6).

Historiografía arqueológica franquista

No obstante, a juicio de quien escribe estas líneas la mayor carencia de la obra es de una visión ampliamente historiográfica. El contexto ideológico, la trama personal y el imbricado institucional están bien definidos, pero a pesar del continuismo formulado y demostrado por F. Gracia, hubiera sido necesaria la correlación de todo ello con la historiografía y la producción bibliográfica de los protagonistas. Es probable que el autor de referencia en España sobre esta temática haya preferido dejar para un ulterior estudio las consecuencias bibliográficas de las posiciones ideológicas o las corrientes teóricas de los diferentes autores, pero me parece difícil aceptar que no puedan apreciarse diferencias y matices en los escritos de P. Bosch Gimperà, M. Almagro Basch o J. Martínez Santa Olalla (frutos de un mismo ambiente y formación académica) atribuibles al contexto social, político por el que transcurrieron sus biografías. Nada se dice, por ejemplo, del Historicismo en el que se encontraba inmersa por entonces la arqueología, corriente ligada íntimamente a la del Difusionismo en antropología. Relaciones que harían, quizá, más comprensibles el hecho de que el único apoyo internacional del fascista Santa Olalla fuera el del marxista V. Gordon Childe. Tampoco es evidente, aunque algún día merecerá la pena intentarlo, que pudiera entenderse con la ayuda del análisis historiográfico que la única visión de interpretación globalizante propuesta hasta entonces, como fue el Historicismo, practicada subsidiariamente por la escuela española de arqueología de principios del siglo XX, debido al filogermanismo de sus élites intelectuales, encontraran su eco en otra visión de carácter holístico como fueron las interpretaciones de Gordon Childe y sus propuestas relativas a las relaciones entre tecnología y civilización, y, especialmente, sus trabajos sobre los arios(7).

Un análisis historiográfico en profundidad de la producción de la arqueología franquista demostraría probablemente que las temáticas recurrentes de Santa Olalla (los visigodos hispanos como testimonio de la relación milenaria de España y Alemania y de la expansión germánica fuera de su foco geográfico de origen y los guanches canarios como descendientes de los arios de la desaparecida Atlántida) eran impúdicamente subalternas de Das Ahneberbe, a diferencia del arqueólogo de cabecera de B. Mussolini, Luigi Maria Ugolini, cuyas investigaciones pretendían legitimar una hegemonía transadriática  que se retrotraía al pasado imperial romano. En ese sentido queda bien patente que la función de la institución arqueológica de las SS no era otra que la de proporcionar “outils performants au service d’une idéologie bien précise... propagande raciale, exploitation coloniale des pays conquis...(8) como no sólo se hace bien patente en la simpatía dispensada a Santa Olalla por el propio Himmler, sino también en la lamentable escena en que, esperando la visita del jefe de las SS en las excavaciones de la necrópolis visigoda de Castiltierra (Segovia), los arqueólogos se apresuran a encontrar campesinos altos o rubios para demostrar hic et nunc la continuidad racial de los visigodos.

Un libro necesario

En cualquier caso, llama la atención el que la más nacional(ista) de las ciencias humanas, la disciplina científica y los científicos que, junto a la biología y los biólogos, más contribuyeron a la legitimación e investigación científica del III Reich sea la que más regulación requiere para su práctica por el Estado. No deja de llamar la atención que, tanto el gobierno legítimo de la II República como las autoridades de las zonas en conflicto cuyo patrimonio arqueológico podría ponerse en peligro y, posteriormente, los gobiernos de Franco (al menos de boquilla), se aplicarán con dedicación y esmero a la protección de los vestigios arqueológicos. Poniéndose en evidencia, por ejemplo, en el reconocimiento explícito de la actividad arqueológica de la República o de Bosch Gimperà por parte de Santa Olalla. O, implícitamente, en la continuidad de M. Almagro de la actividad iniciada por Bosch en Ampurias antes de la contienda y su encumbramiento como referente nacional en el extranjero, lo que le valdrá la cátedra de la Universidad de Madrid.

Del mismo modo, los útiles legales, reglamentarios e institucionales que se empiezan a poner en marcha a principios de siglo (inventario, investigación, intervenciones de urgencia, restauración, publicación, divulgación…) de las administraciones de uno y otro signo son los que se han mantenido vigentes en modelos de fuerte intervención estatal hasta la aparición en los últimos veinte años del neo-liberalismo y de la llamada arqueología liberal. Las radicales afirmaciones de Santa Olalla sobre la ineficacia de excavar sin publicar o sin restaurar los bienes recuperados, o sobre la innecesaria consignación presupuestaria sobre excavaciones si de la actividad arqueológica no se derivaban las consiguientes publicaciones y puestas en valor,  siguen llenas de una actualidad que perturba. Desconcierto que solo puede entenderse en el contexto de “une science au service des masses, fortement subventionnée et contrôlée par l’État totalitaire”(9). No en vano Santa Olalla tildaba con desprecio a sus adversarios de la Academia de “liberales”: el monárquico marqués de Lozoya , a la sazón director general de Bellas Artes y jefe superior en el escalafón administrativo; Martín Almagro Basch originario de una acomodada familia aragonesa o el liberalismo confeso de su antiguo maestro P. Bosch Gimperà, posiciones que irán abriéndose camino en el régimen conforme fue cambiando el contexto internacional.

¿Esa será la arqueología imperante en la España del boom económico y del desarrollismo liberal y opusdeista? Otro libro de F. Gracia o de sus alumnos podría responder a la pregunta. No en vano, la resistencia de la arqueología desde los momentos finales del franquismo y de los primeros años de la democracia reaccionó contra una arqueología oficial sin recursos y de acumulación de datos positivos exclusivamente procedentes de la excavación (en la versión más decadente del Hstoricismo de corte alemán) aceptando las influencias del neo-evolucionismo izquierdista de origen anglosajón de L. A. White o de J. H. Steward, aceptando los postulados ambientalistas y desplazando el objeto de interés del sitio, del yacimiento, a la información off site, y el consiguiente mayor recurso a la prospección como fuente de conocimiento en la comprensión de la implantación de las sociedades en el medio físico.

Se trata, pues de un libro necesario. Necesario para los arqueólogos españoles que pueden, así, conocer el acta de nacimiento de su disciplina y de los protagonistas de la misma. Necesario para el ciudadano que, a través del ejemplo de una ciencia y la práctica administrativa de ésta en permanente peligro por la injerencia del poder(10), puede apreciar cómo se produjo la “transición” a través de la depuración de, incluso, los conserjes de los museos en función de los informes policiales que detallaban las filias ideológicas como la afiliación sindical previa a la guerra.

A veces, a la generación de los “nietos” de la guerra se nos ha pretendido mostrar la cara más amable y liberal del régimen de Franco. Esa cara más amable se pretende renacer con proyectos historiográficos donde se canalizan temáticas a través de proyectos editoriales revisionistas como la revista Historias de Iberia Vieja donde tienen especial cabida las temáticas que ya interesaban a Santa Olalla. Libros como este desmienten sin dogmatismos esa cara amable.

(1) I. Bardies, J.-P. Legendre, B. Schnitzler (dirs.), L’archéologie en Alsace et en Moselle au temps de l’annexion (1940-1944), Strasbourg-Metz, 2001; A. Schnapp, L’autodestruction de l’archéologie allemande sous le régime nazi, Vingtième Siècle. Revue d'histoire, 2003/2, nº 78, p. 101-109; J. Chapoutot, Le national-socialisme et l'Antiquité, Presses universitaires de France, París, 2008 (véase la reseña de A. Pédron en Nonfiction, L'Antiquité détournée)
(2) M. Menéndez Alzamora, La Generación del 14. Una aventura intelectual, 2006.
(3) M. Fuentes Codera, Los intelectuales españoles y la Gran Guerra: ¿un caso excepcional?, Storica. Rivista quadrimestrale, núm. 46, 2010, pp. 54-57.
(4) “Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana”.
(5) Arqueología de la memoria. Batallones disciplinarios de soldados-trabajadores y tropas del ejército en las excavaciones de Ampurias (1940-1943), in C. Molinero, M. Sala y J. Sobrequés, eds., Una inmensa prisión. Los campos de concentración y las prisiones durante la Guerra Civil y el franquismo, Barcelona: Crítica, 2003, 37-59.
(6) M. Almagro Basch, Las necrópolis de Ampurias, Barcelona, 1953.
(7) The Aryans: A Study of Indo-European Origins, 1926.
(8) A. Schnapp, L’autodestruction de l’archéologie…
(9) A. Schnapp, L’autodestruction de l’archéologie…
(10) Cuando escribo estas líneas es de actualidad la exhumación del cadáver de S. Bolívar.

miércoles, 18 de agosto de 2010

¿QUÉ FUE DE... LA DAMA DE LA BOATELLA?

Josep Vicent Lerma
Levante-EMV, 23 de noviembre de 2008

Transcurridos más de año y medio desde el descubrimiento de amplio eco mediático durante aquellos lejanos idus de marzo de esta notable figura escultórica de la antigüedad local en el curso de unas excavaciones privadas efectuadas por la arqueóloga de empresa Tina Herreros en el entramado de viejas callejas cercano al Mercado Central, dado a conocer puntualmente en estas mismas páginas "Hallan una estatua romana de la época imperial y de un metro de altura en pleno centro de Valencia" (Levante-EMV, 28-03-07) y de un pulcro reportaje fotográfico de Josep Manel Vert en el número 26 de la revista Valentia, apenas nada más ha vuelto a saberse de la atinadamente intitulada "Dama de la Boatella", en honor del primigenio boalar o dehesa para pastos de manadas de bueyes, "bovata" y "bovatella" M. Sanchis Guarner dixit, de la vetusta ciudad de Valencia, paraje que albergó una extensa necrópolis entre los siglos II y VII de la era común y muchos años más tarde un populoso arrabal islámico; remedando el famoso busto ibérico de la Alcudia de Elche o la irrisoriamente bautizada como "Dama de Paterna", una cabeza de guerrero con yelmo pintada en verde y manganeso sobre un plato del siglo XIV. Del mismo modo que tampoco ha trascendido a la opinión pública desde entonces avance académico alguno que se sepa en cuanto a nuevas investigaciones sobre su definitiva adscripción iconográfica como una de las siete Musas o bien alguna de las muchas divinidades femeninas latinas.

Salvo la indicadora especie deslizada el 11 de abril siguiente en el blog de la fundación Mare Nostrum "El Museo de Historia de Valencia albergará la nueva escultura romana" (sic) o las ajustadas apreciaciones del profesor José Luis Jiménez en el sentido de que se trataría en realidad de una representación de la Fortuna, que sostendría en su flanco derecho un desaparecido timón con el que pilotaba la suerte de los hombres y sujetaría con la mano izquierda el igualmente perdido mitológico cuerno de la abundancia de la cabra Amaltea, en el contexto originario de un conjunto monumental de carácter funerario (Levante-EMV, 5-04-07), recogidas en una cabal crónica de J.R. Seguí. Deidad a la que uno de los ciudadanos "valentini" Titus Rubrius Restitutus ya dedicó a sus expensas un ara o pedestal a finales del siglo I A.D. en la privilegiada demarcación del foro de la colonia.

En este orden de cosas, no está de más recordar que esta ignota efigie de mármol blanco, cuya pierna diestra extendida le sirve de apoyo mientras flexiona delicadamente la contraria, paradójicamente descabezada por infortunio histórico, gracias a la buena calidad de la labra de su sofisticada indumentaria, una especie de "peplum" con cíngulo sobre túnica de múltiples pliegues verticales, tallada según una técnica ya apuntada en un primer momento similar a la de los "paños mojados", más de cien años después del precursor descubrimiento durante las obras de apertura de la calle de la Paz en 1899 de un interesante torso marmóreo de atleta, podría constituir uno de los mejores hallazgos escultóricos romanos efectuado nunca en el subsuelo de nuestra mediterránea urbe.

Precisamente es esta excelencia algo superior a la genérica de los talleres lapidarios provinciales de nuestro entorno geográfico la que nos ha llevado a indagar en la medida de nuestras posibilidades entre los potenciales modelos helenísticos inspiradores de esta arcana dama valentina, los cuales podrían remitir sobre la base de la peculiar botonadura de sus escuetas mangas a la refinada Fortuna-Tyche del siglo II A.D. del Museo Arqueológico de Estambul procedente de la remota Prusias ad Hypium (Turquía).

Finalmente y a modo de corolario, para no salirnos de la moda, hagamos también votos a los dioses, en este caso a la propia Fortuna, para que la desenterrada Dama de la Boatella no termine ayuna de la mirada de los valencianos como el mosaico de las Siete Musas del Pouaig de Montcada, inicuamente retirado de las salas de exposición pública del Museo de Bellas Artes "San Pío V" o acaso convertida en un recurrente "remake" del manido pétreo y artificial Augusto parlante del Foro de Caesaraugusta (Zaragoza) por mor de las nuevas tecnologías, con ribetes de atracción de feria. Un punto pintoresco y otro tanto impropio. Votum libens solvit.

EL MANUSCRIT ANDALUSÍ

Mapa de la “Península de Al-Andalus” (s. XIII)
Josep Vicent Lerma
Levante-EMV, 9 de octubre de 2008

Ara que comencen a poblar-se els fanals del Cap i casal de banderoles anunciadores de l'autonòmicament excloent retafila d'esdeveniments commemoratius del 800 aniversari del naixement del rei Jaume I el Conqueridor, fundador crepuscular en el context feudal europeu de la nostra diferenciada identitat política i territorial com a regne croat, allà pels albors del segle XIII, en l'encertada terminologia de I. Burns. Festejos autàrquics sobre els quals ja em vaig pronunciar en aquestes mateixes pàgines en l'article “El Jonc Onaniste” (Levante-EMV, 01-06-08), la qual cosa m'excusa ací de repetir els mateixos arguments exposats llavors quant al seu caràcter voluntariamente solipsiste.

Pareix no ser de més en aquests moments portar a col·lació un menut fragment d'una incòmoda, quan no menyspreada realitat històrica primigènia, materialitzada en l'inadvertit entre nosaltres descobriment d'un cèlebre manuscrit àrab perdut d'un genuí valencià avant la letre, el literat Abu-l-Mutarrif Ibn Amira d'Alzira (al-yazira) (1184-1260), l'illa del Xùquer, testimoni al seu pesar de la triomfal entrada a València del cristià "Tirà de Barcelona" junt amb el seu amic Ibn al-Abbar en la tardor atziaga de 1238.

En efecte, es tracta de l'extraordinari còdex andalusí que s'havia donat per extraviat des de feia segles, el "Tarij Mayurqa", una història dels esdeveniments de la veïna Mallorca entre els anys 1203 i 1232, incloent la versió musulmana de la violenta conquista catalana de l'illa, escrit per aquest poeta de València que va arribar a ser cadi o jutge de Xàtiva i Palma durant els instants finals de l'etapa almohade, el sensacional descobriment del qual per part del professor oranés ben Ma´mmar va tindre lloc ni més ni menys que en les remotes dunes del desert de Tinduff (Algèria) entre els llibres d'alguna oblidada biblioteca islàmica, semblant a les què malgrat tot preserven miraculosament en l'encara més llunyana Tombuctú, junt amb les riberes del Níger, alguns pàl·lids reflexos de l'esplendor del llegat cultural d'al-Andalus. En aquest orde de coses i a manera de corol·lari, no em resisteixc modestament a demanar dels doctes comissaris de totes aquestes magnes exposicions jacobines i responsables culturals autonòmics una mínima vocació de catarsi reparadora cap a la civilització trencada i vençuda en aquell crucial envit històric, per mor d'un sempre postergat diàleg de civilitzacions, protagonitzat singularment per personatges com el nostre desventurat intellectual àrab-valencià Ibn Amira, dit al Mahzumi, autor de la seua elegíaca "Carta a un amic", mort finalment lluny de la seua terra natal en l'exili de Tunis.

Just afany susceptible de cristal·litzar en una equitativa cooperació institucional dels valencians actuals amb els nostres fraterns veïns de l'altre costat de la mar en l'ambiciós projecte editorial de traducció a la nostra llengua comuna d'aquesta recobrada obra d'entre les arenes del Sàhara, que ja està sent dut a terme pel benemèrit arqueòleg i arabista G. Rosselló-Bordoy, després de la seua colossal edició bilingüe del Repartiment de Mallorca o Llibre del Rei, a costa del Parlament dels Illes Balears.

EL JONC ONANISTE

Josep Vicent Lerma
Levante-EMV, 1 de junio de 2008

La comparativament onerosa passada pel sedàs mediàtic de les triomfals imatges de la actual consellera de Cultura, Trinidad Miró, el passat 30 de març, suportant estoicament amb els braços creuats la xarrada abocant el cabàs de l´arquitecte àulic Salvador Vila amb la palma de la mà expressivament oberta o assenyalant algun detall arquitectònic amb l´inquisidor índex esquerre, davall l´emblanquinada volta d´amagades rajoles roges de 300 tones de pes mort de ferro i ciment, reconstruïda ex novo i impostada en el refectori neogòtic de Santa Maria de la Valldigna, flors i violes per a Viollet le Duc, amb aquelles més pelegrines on s´observa un major desemparament peripatètic de la mateixa sobre les venerables lloses de l´ombrívol claustre i incomoditat posterior amb motiu de l´ofrena d´una corona de llorer proveïda d´un esponerós llaç amb els «quatre rius de sang» comuns, en el creuer de l´església-panteó reial del monestir de Poblet, amb motiu de la commemoració del 800 aniversari del naixement del compartit rei Jaume I, com hermètic convidat de pedra amb les mans juntetes demunt la falda, abillada amb diferencial vestit-jaqueta albí, junt amb un ferm mosso d´esquadra i els presidents autonòmics -tots ells de rigorós fosc- de Catalunya, Aragó i les illes Balears, antics territoris integrants de la Corona d´Aragó.

Expliciten semànticament el secessionista valencianisme d´espardenya, que arma pesadament el beat relat popular del molt honorable president de la Generalitat Valenciana, en un palmari exercici de funambulisme ideològic en el si del més ampli revisionisme espanyolista del president de Faes perpetrat en les seues Cartas a un joven español, on vel·leïtosament José Mª. Aznar descriu en negatiu a Espanya si fa no fa com «una nación constituida frente al Islam», a agosarat despit de reputats hispanistes i acadèmics com el mateix Américo Castro, que ja en el segle passat va reblar el clau de la importància de les minories jueva i musulmana en la conformació de l´autèntic «ser de España».En aquest sentit, siga prou subratllar amb més motiu la buida cartelleria institucional, adobada pel lema foc d´encenalls «Un passat per a un futur», triada intencionadament pels organitzadors de la dita autònoma commemoració valenciana del naixement del rei Conqueridor, construïda sobre una anacrònicament aséptica armadura blanca de plaques metàl liques, més pròpia dels segles XV-XVI que no del genuí arnés del cavaller del segle XIII, caracteritzat en realitat per l´ús del casc hemiesfèric llis capell de fer i de la doblegadisa cota de malla, inclús estèticament comparable amb la iconografia promocional del guantellet burinat cobrint un nu cos femení de la pellícula de Vicente Aranda sobre el cavaller Tirant lo Blanc (2006) o les coentes armadures dissenyades per Bob Ringwood per a Excalibur, de John Boorman (1981).

A manera de corol·lari entorn d´aquesta solitària celebració regnícola en curs curta de gambals, així com en punt a les reticències i suspicàcies institucionals abocades pel broc gros front la pura proposta del Consell Valencià de Cultura (CVC) de retolació com a plaça de Jaume I de la totèmica esplanada municipal, que converteixen el rei fundador inclús en un personatge històric sospitós davant dels ulls criolls del regionalisme vernacle, no es pot menys que portar-se a col·lació la cèlebre paràbola de la Mata de Jonc de la cèlebre Crònica de Ramón Muntaner, escrita en la seua alqueria de Xirivella allà pel segle XIV: -E si nengun me demana: En Muntaner, quin és l´exempli de la mata de Jonc? Jo li respon que la mata de jonc ha aquella força que, si tota la mata lligats ab una corda ben forts, e tota la volets arrencar ensems, dic-vos que deu hòmens, per bé que tiren, no l´arrencaran, ne encara con gaire més s´hi prenguessen: e si en llevats la corda, de jonc en jonc, la trencarà tota un fadrí de vuit anys, que sol un jonc no hi romandrà. E així seria d´aquests tres reis, que si entre ells hi havia devisió neguna ne discòrdia, ço que Déus no vulla, fèts compte que han de tals veïns que pensarien de consumar la un ab l´altre. Per que és mester que d´aquest pas se guarden; que mentre tots tres sien d´una volença, no temen tot l´altre poder del món, ans així com davant vos he dit, seran tots temps sobirans a llurs enemics.

martes, 17 de agosto de 2010

APÓLOGO DE FILODEMO: LA LUNA Y LOS CANGREJOS

Josep Vicent Lerma
Levante-EMV, 1 de septiembre de 2004
Platón y Aristóteles.
Detalle del cuadro de Rafael: La Escuela de Atenas

Han pasado casi mil setecientos años y ahora de nuevo se escuchan los sonidos de los golpes de pico de los improvisados excavadores desgarrar la tierra en las sombrías estancias de la villa de Lucio Calpurnio Pisón, conocida más tarde como Villa de los Papiros por albergar en su biblioteca mis tratados científicos escritos en griego, custodiados por los bustos de Artemisa y Empedocles, un siglo después de haberle entregado el óbolo a Caronte.

Las primeras excavaciones en el área vesubiana fueron realizadas por el general Manuel Mauricio de Lorena Príncipe Elboeuf hacia 1713, esto es con anterioridad a los esponsales del rey Carlos de Borbón (1738), futuro Carlos III de España, con María Amalia Cristina de Sajonia, sacando a la luz pedazos de patinados bronces ecuestres.

En cambio las no menos provectas reliquias de la según el desventurado Plinio el Viejo colonia Valentia de la provincia Tarraconense, en el extremo occidente del Mare Nostrum, entre ellas diversas inscripciones de los valentini veterani et veteres y una escultura de togado romano, ya vieron la luz con más media centuria de anticipación a los afamados descubrimientos napolitanos, al vaciar las trincheras de los cimientos de la Basílica de la Virgen de los Desamparados en el siglo XVII.

Precursores hallazgos dados a conocer minuciosa y ejemplarmente el año 1653 por el adelantado Joseph Vicente del Olmo en su Lithología o explicación de las piedras y otras Antigüedades halladas en las çanjas que se abrieron para fundamentos de la Capilla de nuestra Señora de los Desamparados de Valencia.

Ahora que los genius loci vindicativos de la ley del Talión y los espíritus fratricidas de Rómulo y Remo auspiciados por los dioses lares valentinos parecen trasladarse en el funesto ferragosto a la urbe de Pompeya, en la Campania adoptiva de este filósofo seguidor de Epicuro, los viejos recuerdos traen a la mente el Mito de la Caverna de Platón: Por lo que se refiere al estado en que se encuentra la naturaleza humana con relación a la ciencia y la ignorancia, puedes hacer una comparación con el cuadro que te voy a trazar. Imagina una especie de cueva..., y unos hombres que están en ésta desde su niñez encadenados... Detrás de ellos arde un fuego cuyos resplandores los alumbra, y un camino que cruza la caverna, entre el fuego y los condenados. Supón que a lo largo de este camino ha sido puesto un muro... Figúrate ahora unos hombres que, a lo largo del muro, transportan toda clase de objetos; objetos que sobrepasan la altura del muro y que son figuras de hombres y de animales.

Donde las meras sombras de la impostura son tenidas por realidades ciertas, como los nuevos Alcubierres cansados de horadar aquí y allá las cenizas del tedio, se trasladan a otros lugares en busca de nuevas amenidades, por más que según el sabio tedesco Winckelmann la sensibilidad del ingeniero militar español, responsable real de la zapa de pozos y galerías en los sedimentos eruptivos, enviados por el ilustre cojo Vulcano el 24 de agosto del año 79, incluso con pólvora si se terciaba, tenía que ver con las Antigüedades lo mismo que la luna con los cangrejos, como los cabalgados por amorcillos pintados en la Casa de los Vetti.

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domingo, 1 de agosto de 2010

LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO (II)

Ricardo González Villaescusa
Josep Vicent Lerma

Levante-EMV, 1 de agosto de 2010

Una de las razones que pueden explicar la desconexión entre la reciente muestra divulgativa "El tribunal de las Aguas de Valencia. 1050 años de justicia de la Huerta de Valencia" y los conocimientos históricos probados, puesta en solfa en una primera entrega periodística nuestra sin réplica conocida (Levante-EMV, 15-6-10), reside en la disociación total entre las políticas públicas y la investigación académica, tal como hemos venido reiterando en numerosos artículos como "Los nuevos usos de l´Horta o la Resurrección de Lázaro" (Levante-EMV, 8-4-06).

Así pues, en esta prometida continuación hemos aprovechado para centrarnos en revisitar conceptos tales como el de que la Huerta es un paisaje agrario, y los paisajes, tan de moda hoy con dirección general propia patroneada por Arantxa Muñoz, son objeto de una acción territorial realizada fundamentalmente con criterios de urbanistas, arquitectos, paisajistas... cuya visión de los mismos solamente es dinámica en un sentido unívoco: desde el presente hacia el futuro. Desde el momento mismo en que nuestra eco-depredadora civilización post-industrial interviene para "ordenar" donde antes solo había aparente desorden.

En este sentido, ya hemos propuesto que se hace imprescindible determinar el papel morfogenético que ejercen los paisajes, de manera que se puedan determinar los casos en que la finalidad y forma de la ordenación del territorio podría ser dictada por los estadios antiguos del paisaje (Más allá del concepto de sostenibilidad, el de resiliencia..., Levante-EMV 12-3-06). Si queremos entender la forma en que las sociedades del pasado actuaron y las del mañana actuarán en el territorio, debemos reflexionar sobre la resiliencia (sostenibilidad) de las elecciones que se tomaron en el pretérito y la capacidad de una estructura paisajística para absorber impactos, pero también, en cuanto a la capacidad de aprovecharlos, participando, desde ese instante, en la propia historia de estos constructos espacio-temporales.

Todo ello nos conduce al fallo imperdonable, enquistado en la vigente legislación patrimonial (LPCV, Ley 4/1998), de no considerar los Paisajes Históricos como tales y consecuente con la inexistencia de una verdadera política integral de ordenamiento del país que tome en consideración las estructuras de suelos cronológicamente datados, porque no otra cosa que históricos son la mayoría de nuestros paisajes.

De aquellos polvos estos lodos y consecuentemente, cuando se lee en el Plan de Acción Territorial de Protección de la Huerta (PAT), las consideraciones históricas sobre la misma, es cuando encontramos la confirmación del dispendio del dinero del contribuyente en la financiación y edición de estudios históricos que no tienen la suficiente repercusión pública.

Así es posible observar en dicho PAT que desde la época islámica existió un equilibro entre la ciudad y la huerta, inalterable hasta el siglo XIX, como si la huerta irrigada, una vez lograda su configuración clásica, se hubiera mantenido en lo sustancial sin cambios hasta la llegada de la industrialización. El argumento histórico es subalterno pues. Una foto fija proyectada sobre el decurso temporal. Imagen por consiguiente tan fosilizada como la que cada jueves nos muestra unos venerables síndicos de las acequias de la Vega reunidos litúrgicamente para dirimir sobre ningún pleito, como consecuencia de la reducción de la extensión de la red de canales de riego de más de 300 km a menos de 50 km en las últimas décadas. Circunstancia sobre la que no conviene olvidar la advertencia de Thomas Glick: "Cuando desaparezcan los regantes se acabará el Tribunal de las Aguas" (Levante-EMV, 14-06-10).

Ello supone que para evitar la definitiva extinción de la Huerta los agricultores deberían ser remunerados "por los servicios ambientales prestados" o en su defecto que los habitantes de la ciudad deberían asumir una tasa pro-conservación de una huerta tan próxima, y que lo recaudado incidiera en la mejora de las magras rentas de nuestros labradores. Porque, in fine, nadie cree que pueda salir adelante este Plan de Acción Territorial, la novedosa política sobre el paisaje y el discurso radical por momentos, nace sin presupuesto (Levante-EMV 28-5-09). Confiando la dirección general del ramo el éxito de dicho Plan a la contingente implicación de agentes privados y de los ayuntamientos concernidos al albur del obsecuente argumento, sin más, de que el futuro pasa por optar por la viabilidad de una Huerta sostenible (Levante-EMV 29-6-08), sin agotar las posibilidades de las herramientas jurídicas que el legislador tiene en su haber para desarrollarlo. Obviando que la voracidad de la naturaleza es tan antigua como la aparición de las ciudades en el medioevo tardío y la consiguiente pérdida del lazo simbiótico del hombre con su medio ambiente, que conducirá a la tematización del paisaje como inquietud a tenor de las tesis de Michael Jakob (Le paysage, París, 2008).

Por último, para concluir esta filípica sobre la anunciada muerte de la Huerta de Valencia, no podemos dejar de consignar un pequeño atisbo de esperanza, a pesar de los posicionamientos públicos del actual responsable del urbanismo de la ciudad de Valencia contrarios a una Huerta "cultivada por funcionarios", en las prometedoras iniciativas de adquisición pública de suelo en los denominados "huertos urbanos", de gestión directa o indirecta, en el controvertido proyecto de Sociópolis y en el entorno del antiguo monasterio de San Miguel de los Reyes.

Tercer artículo más votado del día 1 de agosto por los lectores de Levante-EMV!!!

1. "La corrupción en el franquismo era de calderilla si se compara con la actual"
2. La Audiencia ve indicios de que el IVEX pagó el contrato B de J. Iglesias con facturas falsas
3. La resurrección de Lázaro (II)

viernes, 30 de julio de 2010

HUERTA Y METRÓPOLI, BARBERÁ

Imágen 3 de Proyecto extraída del sitio web Sociópolis
Vicente González Móstoles
Levante-EMV, 30 de julio de 2010


La concesión al profesor Thomas F. Glick del doctorado honoris causa por la Universitat de València es motivo de satisfacción para quienes tenemos la huerta de València como uno de los paisajes más bellos. Lo que para nosotros es un paisaje único a la vez que un parque urbano de excepcional magnitud, es para el profesor Glick un sistema productivo, el medio económico de la comunidad que lo puebla, lo que le permite afirmar que la desaparición del regadío tradicional y del cultivo de los campos sería la señal inequívoca de su desaparición. No ignora Glick los otros valores apuntados cuando dice que la desaparición de la huerta valenciana ha provocado un «deprimente panorama, funesto en cuanto a la degradación y la despersonalización del paisaje valenciano» a la vez que alerta de que puede «haberse sembrado la semilla de la catástrofe ambiental». ¿Cómo no estar de acuerdo? Viene al caso recordar que nuevas amenazas se ciernen sobre nuestro querido paisaje, esta vez de la mano del urbanismo que lidera la alcaldesa Barberá. La transformación de 900 hectáreas para suelos de todo uso —carreteras y sectores urbanizables— previstos por el nuevo plan general puede considerarse una catástrofe por sus efectos sobre la fragmentación y consiguiente pérdida de paisajes, la destrucción de ingenios hidráulicos centenarios, el deterioro ambiental y un largo conjunto de efectos igualmente siniestros. Uno de ellos ha cobrado actualidad en las mismas fechas en que se otorgaba la distinción al profesor Glick. Se trata de la transformación —es decir la desaparición— de 500 hectáreas de huerta bajo el subterfugio de la nueva figura de huerta compatible con dotaciones públicas o privadas a la que se denomina H2. Y esto a cuento de la localización de un hospital de alta calidad cuya instalación se da por hecha a la espera de un suelo apto. Desde una óptica de progreso se debe apoyar la instalación en la ciudad de dotaciones privadas especialmente de economía avanzada y más si son del prestigio de un hospital internacional, especializado y de referencia, pero también hay que evitar a toda costa el detrimento de la huerta. La instalación de un hospital es radicalmente incompatible con la huerta, entendida como sistema productivo, como paisaje y como parque urbano: es una macroestructura arquitectónica que debe ser dotada de todo género de infraestructuras, servicios e instalaciones que no son compatibles con el cultivo hortícola de su entorno. Si alguien tiene dudas, que visite las obras de Sociópolis, que se pregonaba como ciudad en la huerta y hoy no es más que una urbanización pura y dura en la que los jardines tendrán cierto aire agrícola pero jamás serán de nuevo un sistema productivo, jamás volverán a ser huerta. Lo siento, señor Glick. Habremos perdido 500 hectáreas más de huerta, pero esta vez con trampa, la H2. Claro está que existían y siguen existiendo ubicaciones alternativas para este género de dotaciones en muchos puntos de nuestra metrópoli —de nuestra ciudad y su área circundante— , en suelos de secano de valor agrícola muy inferior y sin la configuración histórica de nuestra huerta, sin su milenario Tribunal de las Aguas, muy accesibles y que contribuirían a eliminar la presión sobre la vega, porque, quede claro, solo la corona metropolitana salvará la huerta de la ciudad.

Imágen 4 de Proyecto extraída del sitio web Sociópolis
Pero Barberá no cuenta con la metrópoli que es València y cuando se habla de los procesos de gestión compartida de servicios, de planificación territorial supramunicipal, hace la consabida mueca. La consideración metropolitana es tan inevitable como la protección de la huerta porque están necesariamente asociadas, lo entienda o no Barberá.