Puede parecer de una obviedad aplastante recordar la
violencia consustancial a la dominación imperial romana. Sin embargo, el libro de David
Mattingly parece dar un portazo a la reciente historiografía anglosajona sobre
el poder imperial que ha dominado el debate de los últimos
años.
Es cierto que los conceptos de becoming roman de G. Wolf (1998)
"devenir romano" y creolizing de J. Webster (2001), basados en la negociación
jurídica o social anglosajona, han aportado interesantes matices dignos de ser
considerados por la investigación (véase la excelente síntesis de P. Le Roux en
"La romanisation en question" aparecida en la revista Annales en
2004) y que han cuestionado una visión institucional, de arriba a abajo, del
fenómeno de aculturación que se produce con la "romanización". No es
menos cierto, sin embargo, que estas visiones responden a una reacción característica del
relativismo cultural imperante desde finales de los años 1980 y el paso a la
ofensiva de la "derecha triunfal y de un orden dominante desclasado" en expresión de P. Anderson (2000).
Nos limitaremos a reproducir la traducción de una reseña de
Tom Palaima aparecida en Times Higher Education, no sin recordar las objeciones
planteadas por D. Mattingly al concepto de romanización (pp. 38-39):
- Tiene múltiples significaciones / supuestos, se trata, en consecuencia, de un paradigma imperfecto.
- Se trata de un término poco probado, supone que el cambio cultural fue unilineal y unilateral
- Forma parte de un discurso colonial moderno sobre la naturaleza del imperio.
- Pone el acento en los lugares de ejercicio del poder por las élites, los monumentos romanos del Estado, y la cultura de una élite.
- Conduce a los investigadores a adoptar una postura pro-romana, principalmente de arriba a abajo.
- Resta importancia a los elementos de las sociedades indígenas, sugiriendo una continuidad cultural.
- Refuerza una interpretación de la transformación de la cultura material simplista y reductora (aculturación, emulación...)
- Presta más atención al grado de homogeneidad entre las provincias que al grado de diferencias o de divergencia.
O las interesantes observaciones que hace el autor sobre la relación
existente entre determinadas formas de entender el imperialismo con la
distribución de las potencias imperialistas en los siglos XIX y XX, o el mapa
que representa los países con "déficits democráticos" en el mismo
periodo en el espacio del antiguo Imperio Romano.
Un libro que bien merece una rápida traducción al castellano.
Bibliografia
Anderson, P., 2000. Los orígenes de
la posmodernidad, Barcelona: Editorial Anagrama.
Mattingly, D.J., 2010. Imperialism,
power, and identity: experiencing the Roman empire, Princeton University
Press.
Roux, P. Le,
La romanisation en question. Annales E.S.C., 59e année (2), págs.287-311.
Webster, J., 2001. Creolizing the Roman
Provinces. American Journal of Archaeology, 105(2), pág.209.
Woolf, G., 1998. Becoming Roman : the
origins of provincial civilization in Gaul, Cambridge U.K. ;New York NY
USA: Cambridge University Press.
Traducción de la reseña de la obra de D. J. Mattingly,
Imperialism, power, and identity: experiencing the Roman empire, Princeton
University Press, 2011.
El retrato de la naturaleza de la explotación bajo la norma imperial romana
Fotografía de Sebastião Salgado |
De las imágenes que se ofrecen en esta obra, hay una que persiste en la memoria y fustiga la
conciencia. En una reciente fotografía de Sebastião Salgado de la mina de
oro brasileña de Serra Pelada, la vista se pierde sobre innumerables seres
humanos hormigueando en fila, de arriba, abajo, por los lados, de la gran fosa
abierta por medios no mecánicos, exclusivamente con la fuerza de sus cuerpos.
Lo monstruosidad de la imagen se deriva del uso que hace Mattingly
de la misma como una reliquia moderna de las condiciones de trabajo
pre-industrial que prevalecieron durante el Imperio Romano. En el capítulo
sobre los metales y las minas, el autor analiza cómo los recientes estudios
arqueológicos y el análisis de los restos animales y vegetales, como la
composición del suelo, han permitido revisar la imagen que los estudiosos se
habían formado a partir de fuentes históricas del "infame centro de la
minería del cobre romana" en la antigua Phaino en el desierto, al sur de
Jordania.
Mattingly sostiene que las minas imperiales de Phaino, como cientos
de ellas en España, Gran Bretaña y otras regiones del Imperio, hicieron uso de
esclavos y del trabajo forzoso -disponemos de la descripción de la salvaje
persecución de cristianos en Phaino a inicios del siglo IV d.C.- pero la
mayoría de las minas no podría haber funcionado sin lo que hoy llamamos "mano
de obra libre". Una gran parte de la "fealdad de la explotación
imperialista de las personas", en la Antigüedad o en época moderna, es que
crea las condiciones de atracción de un sinnúmero de anónimos seres humanos que
se destruyen por la búsqueda de pequeñas mejoras en su bienestar material, y todo
ello en beneficio de élites lejanas.
El Imperio Romano, al igual que los modernos imperios,
"no era un partido neutral, algunas elites provinciales fueron
notablemente más favorecidas que otras en la competencia por los puestos y los beneficios". En
la interna lucha feroz que se desarrollaba en las provincias, "por cada
ganador... había cientos de otras personas cuya explotación consolidó la
posición social de las élites".
El título del libro de Mattingly no es publicidad engañosa. Su
tratamiento de cómo es un imperio y el imperialismo, de cómo el poder impregnaba
todas las relaciones y transacciones -personal, social, política, sexual y
económica- en cada rincón del Imperio, de qué manera el insaciable apetito de
recursos en época romana imperial eliminó vidas humanas y causó un daño perdurable
en los paisajes naturales, y cómo los individuos y colectivos configuraron su
identidad bajo el dominio imperial romano, nos hace experimentar lo que era ser
parte del sistema de energía de ese imperio. Tiene razón al señalar que no
podemos entender cómo y por qué el imperio abarcaba una parte del mundo y de sus
pueblos, cómo lo hizo y se prolongó durante mucho tiempo, salvo que prestemos
atención al poder "y a la desigualdad (que) se encuentra en el corazón de
(su) discurso ".
Mattingly argumenta también de forma convincente numerosos aspectos
clave de su interpretación. En primer lugar, no existía el concepto o la
forma de un imperialismo en el trabajo en el seno y a lo largo del Imperio
Romano. En segundo lugar, las ideas, defendidas por las elites cercanas a los
centros de poder, de su "misión civilizadora", su relativa moderación
(citando a Cicerón en De officiis) en el uso de la violencia del
poder, o sus humanitarios deseos por mejorar la condición humana en las
diferentes partes del mundo que fueron integradas, directa o indirectamente,
por la violencia armada, fueron racionalizaciones ad hoc muy posteriores.
Sin embargo, estas ideas tuvieron tal poder hipnótico que persisten
en algunos historiadores británicos clásicos, hasta el punto de afirmar, en la
década de 1920, que el Imperio Romano "se elevó por encima de los métodos
de la fuerza bruta con una burocracia bien concebida", o que "hizo un
auténtico esfuerzo para unir libertad e imperio", ofreciendo "una interesante
analogía a modernos experimentos similares ". Tales interpretaciones
de la historia romana influyeron en los participantes en el experimento
imperial británico. Como observa Mattingly, en 1938 seis de los ocho
gobernadores de las provincias de la India tenían títulos de estudios clásicos obtenidos
en la Universidad de Oxford.
Dacio caído de la columna de Trajano (Stoa.org) |
Las escenas de la columna de Trajano que representan las
campañas del emperador contra los dacios demuestran que no hubo "márgenes"
en los Balcanes romanos. En los relieves se representan, sin complejos, aldeas
incendiadas, animales sacrificados, hombres ejecutados, mujeres sometidas y
refugiados deportados. También fue utilizado el poder opresivo con el fin
de explotar los recursos y exigir impuestos.
Cuando Dión Casio, comenta la
revuelta contra la opresión de Panonia, ocurrida un siglo antes, cita la [justificación
del cabecilla Bato de su rebelión contra Roma] "vosotros romanos, tenéis
la culpa, que no enviáis a perros ni pastores para cuidar de vuestros rebaños,
sino a lobos". Costó un tiempo que los emperadores y sus ejércitos consiguieran
acabar con la sublevación con los métodos de fuerza bruta.
Prisioneros del trofeo de Augusto en La Turbie |
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