miércoles, 27 de agosto de 2014

SAN MARTÍN DE FRÓMISTA (PALENCIA): EQUILIBRIO ENTRE CONSERVACIÓN Y USO

Siendo grandes seguidores de las informaciones de El País, la verdad es que la información de este periódico en relación con el patrimonio suele dejar bastante que desear. 

Valga como muestra estos artículos, desde el simple titular del primero hasta, la pobre visión de "paisaje" que se desprende de su lectura, o las poco explícitas fotografías del artículo "El nuevo 'skyline' de Frómista" que se relaciona bien poco con el texto. Pues ni se produce un nuevo skyline, ni éste parece modificarse sensiblemente, a juzgar por las fotografías.


El Partenón en mayo de 2013
El Partenón en mayo de 2013
Por otra parte, la presencia de andamios o grúas es consustancial a las construcciones y, es de rigor y ley que estos se usen cuando se construyen edificios adyacentes o cuando se restauran edificios que forman parte del patrimonio. O, si no ¿cuántos de nosotros no nos hemos visto sorprendidos, tras años de querer rendir visita a un monumento, por la presencia de andamios en el Partenón, Notre Dame, o la Tour de saint Jacques de París? Estos no cumplen sino con el deber de proteger el patrimonio mal que nos pese, como al autor del blog de viajes El Pachinko, en su entrada "Benditos monumentos, malditos andamios". La presencia de andamios en un edificio próximo a San Martín de Frómista es meramente una anécdota coyuntural.

Nos remitimos a las declaraciones, al final del artículo del 24 de agosto, del catedrático de Geografía de la Universidad Complutense Miguel Ángel Troitiño cuando afirma que se trata de una “dialéctica un poco perversa” entre el desinterés y la falta de control en las zonas rurales y una normativa escrita en abstracto y que puede tener consecuencias indeseadas. “Hay que buscar el equilibrio entre la conservación y el uso. No es fácil, pero es necesario”.  

El País, 26 de agosto de 2014

El valor de los bienes histórico-culturales reside en ellos mismos, pero también en el paisaje que les rodea

El pequeño pueblo de Frómista, en Palencia, es visita obligada de los peregrinos en el Camino de Santiago para ver la iglesia de San Martín, una joya del románico pleno construida entre los siglos XI y XII. Pero hoy el visitante contempla —en general, con horror— que los andamios que se levantan junto al templo llaman más la atención que el propio monumento. Es una obra en construcción de dos viviendas que, al cambiar la orientación y la situación del patio, impacta enormemente sobre la vista general de la iglesia. El ejemplo es de Frómista, pero serviría para otras joyas de la arquitectura.

Los propietarios dicen que el terreno es suyo y que han seguido punto por punto los requerimientos hasta conseguir los permisos. La Junta de Castilla y León apunta que confía en el buen hacer y la profesionalidad de la Comisión de Patrimonio de Palencia, que ha exigido una serie de requisitos de diseño antes de dar su visto bueno; y el alcalde de Frómista señala que apenas ha cambiado la imagen de la plaza.

Sin embargo, por más que sea una actuación legal, la polémica que ha desencadenado merece una explicación por parte de la Comisión de Patrimonio que ha supervisado el proyecto —rechazó dos antes de aprobar el tercero—, ya que se trata de un bien sobre el que se han aplicado, además, criterios estéticos. Y ya sabe que estos son siempre discutibles, aunque los tomen técnicos cualificados.

Los expertos en patrimonio coinciden en que el valor de este tipo de bienes histórico-culturales reside en ellos mismos, pero también en el paisaje que los rodea —y que el visitante empieza a disfrutar desde el momento en que se produce la aproximación al mismo—, por lo que devaluar el entorno supondría devaluar el propio monumento.

No es fácil conjugar en estos casos la protección del bien común con el derecho a la propiedad privada y el respeto a la vida de unos pueblos pequeños para los que el patrimonio es una riqueza, pero también puede ser una losa si condiciona en demasía su cotidianidad. Pero para acertar —o para equivocarse menos— probablemente hace falta debate y para eso son necesarias las explicaciones de aquellos que toman las decisiones.

© Julián Rojas / El País
El País, J. A. Aunión, 24 de agosto de 2014

La reconstrucción de un piso irrumpe en el entorno de una joya románica en Palencia

Una turista hace fotografías en Frómista (al norte de Palencia), en la plaza de la Iglesia de San Martín, una joya del románico en el Camino de Santiago que el año pasado visitaron 55.000 personas. Pero la señora no apunta con su cámara a la iglesia, sino a la obra de construcción de dos viviendas a escasísimos metros del vértice derecho del templo. “¡Oiga! Pero ¿qué están haciendo aquí?”, pregunta a los obreros. “Pues lo mismo que había, señora”, responde uno sin ocultar su hartazgo.

La polémica en este pequeño pueblo de 840 habitantes ha saltado a las redes sociales, donde se ha acusado de todo tipo de cosas a quienes están construyendo junto a la iglesia románica dos viviendas que han calificado como “aberración”. La respuesta de los propietarios, el Consistorio y la Junta de Castilla y León es que el proyecto, en un terreno privado donde ya había un edificio desde hace más de un siglo, cumple la norma y tiene el visto bueno de la Comisión de Patrimonio de Palencia.
Románico pleno

Antiguo aspecto de la plaza © F. Frontela de El País
Pero la cuestión es que hoy la obra choca violentamente a la vista, ya sea porque la “gente tiene la memoria muy frágil”, como dice el alcalde, Fernando Díez Mediavilla; porque los andamios son muy llamativos, por lo feos y aparatosos; o porque, en realidad, una parte del edificio de dos plantas en construcción, la más cercana a la iglesia, está colocado sobre el patio de la antigua casa, que tenía una valla mucho más baja y causaba un impacto visual bastante menor (puede compararse entre la fotografía tomada el pasado miércoles y otra del año pasado). Todo ello, en época álgida de visitantes a una iglesia de siglo XI declarada Bien de Interés Cultural y que forma parte del Conjunto Histórico del Camino de Santiago.

El alcalde de Frómista insiste en que el templo se ve exactamente igual que antes. De camino a la plaza de San Martín donde se ubica, se va cruzando con vecinos que le felicitan por alguna intervención en la radio sobre el asunto. “Estoy contigo al cien por cien”, dice uno. La intrahistoria de la obra de la discordia es la siguiente: dos hermanos a punto de jubilarse quieren volver al pueblo, a la casa donde nacieron. Deciden tirarla y rehacerla y, tras ver rechazados dos proyectos, reciben todos los permisos con el tercero. Dejan parte del solar libre, a la espalda, por si una tercera hermana quiere también construir. Ella regenta una tienda en el pueblo. De hecho, la entrada constante de gente para preguntarle por la polémica es lo que, asegura uno de sus sobrinos, le provocó un infarto que le llevó al hospital esta última semana (ya está dada de alta).

“¿Quieren mantener los pueblos a costa de que nos vayamos todos?”, dice el alcalde

La propiedad lleva en la familia, al menos, desde finales del siglo XIX, añade el sobrino antes de remitirse a un comunicado que, dice, entre otras cosas: “Haciendo uso de su derecho a la propiedad privada, edifican sus dos viviendas sin ocupar un solo metro de suelo público, sin excederse en alturas, superficies o volúmenes y siendo respetuosos con el entorno”.

En los primeros proyectos, la familia asegura que quería mantener el patio donde estaba y el edificio, lo mismo, un poco más lejos del templo, pero Patrimonio obligó a cambiar la orientación y dejar el patio detrás para mantener la continuidad de la plaza. La Consejería de Cultura de Castilla y León ha pedido un informe sobre el asunto, pero defiende, en todo caso: “Se trata de una decisión urbanística y patrimonial de carácter técnico. Confiamos en que los miembros de la comisión han analizado cuál era la mejor solución para el conjunto urbano que rodea la iglesia”. La nueva construcción ha de cumplir exigencias sobre “tipología, diseño de fachada, materiales, alturas...”.

El templo, en el Camino de Santiago, fue visitado en 2013 por 55.000 personas

“Aquí no podemos construir como queramos”, cuenta el alcalde de Frómista. En la localidad valoran el turismo —reciben cada año de 70.000 a 80.000 peregrinos, sin contar los turistas que van solo por las iglesias; el pueblo tiene 840 habitantes y 16 bares y restaurantes—, pero se quejan de las servidumbres.

Frómista tiene tres zonas protegidas alrededor de bienes de interés cultural: la iglesia de San Martín; la de Santa María del Castillo (fechada entre los siglos XIV y XV) y toda la calle Francesa, por donde pasaban los peregrinos antiguamente. Para construir o para arreglar una ventana o una puerta, hay que utilizar ciertos materiales que muchas veces son más caros o no sirven. “Por ejemplo, pones madera y al poco está combada, porque aquí el problema es el invierno, con el frío y el sol. Y las ayudas, que igual cubren el 10%, llevan unos trámites que no te merece la pena”, se queja el alcalde, del PP, agricultor de profesión. “¿Quieren mantener los pueblos a costa de que nos vayamos todos?”.

El catedrático de Geografía de la Universidad Complutense Miguel Ángel Troitiño habla de una “dialéctica un poco perversa” entre el desinterés y la falta de control en las zonas rurales y una normativa escrita en abstracto y que puede tener consecuencias indeseadas. “Hay que buscar el equilibrio entre la conservación y el uso. No es fácil, pero es necesario”, asegura. “Si el entorno está descuidado, el bien en sí se acaba perdiendo”, añade. En una zona que había un edificio de dos plantas, es lógico que se pueda reconstruir un edificio similar, “pero no uno de cuatro, ni tampoco uno de dos alturas sobre el lugar donde había patio”.

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