domingo, 10 de abril de 2011

ARQUEOLOGÍA SOMOS TODOS

Desiderio Vaquerizo Gil

Diario Córdoba, 25 de marzo de 2011

La Arqueología no sería nada sin la sociedad que la genera y la sostiene. Quienes nos dedicamos a esta profesión tenemos como objetivo último recrear los hechos (también, el pensamiento, la actitud ante la vida y la muerte) de quienes nos precedieron en el tiempo; o, lo que es lo mismo, hacer historia. Como todo el mundo sabe, trabajamos sobre los restos materiales de épocas pasadas: ruinas, cimientos, "tejoletes" y desechos orgánicos, que constituyen los archivos del suelo. Una categoría de fuentes que pasan de basura a documento histórico desde el momento en que son recuperados mediante un método científico y sometidos a exégesis por mentes perfectamente entrenadas para ello, capaces de ver más allá de lo obvio y generar conocimiento. Cualquier lugar en el que haya habido actividad humana guarda evidencias que, bien leídas e interpretadas, serán suficientes para reconstruir las vicisitudes del sitio y de quienes lo habitaron. Pero la cosa no queda ahí. Con frecuencia, esos mismos documentos materiales adquieren categoría artística o monumental y requieren un tipo de tratamiento particular destinado a conservarlos, ponerlos en valor y rentabilizarlos como recurso potencial, cultural y económico. Así, la Arqueología pasa de ser una forma más de recrear la historia para trascender su propia definición conceptual y necesitar de una gestión propia que la convierta en motivo de orgullo, seña de identidad y yacimiento de empleo. Nada más, y nada menos.

Esta problemática alcanza su máxima expresión en ciudades como Córdoba, con una complejidad como yacimiento que he ido desgranando en otros artículos y sobre la que seguiré reflexionando en el futuro. A nadie se le escapa el boom de la Arqueología en los últimos treinta años (sobre todo, en su vertiente urbana), y la crisis que la afecta desde que explotó la burbuja inmobiliaria, dado el fuerte maridaje entre ambas. Nada volverá a ser lo que ha sido, y en buena medida la responsabilidad es nuestra (me refiero a las Administraciones con competencias al respecto, al colectivo profesional de arqueólogos, y a la sociedad en su conjunto), por no haber sabido prever lo que iba a ocurrir, cegados por la vorágine del día a día y el dinero, ni tampoco abordar en su conjunto el espectro de posibilidades que permite y exige la disciplina, desde el punto de vista de la interpretación, la gestión y su reversión a la sociedad. Algo que desde el Grupo de Investigación que dirijo, en el marco de su convenio de colaboración con la Gerencia Municipal de Urbanismo, hemos ido abordando en la medida que permitían los tiempos y las fuerzas, pero que cobra ahora carácter de urgencia y se convertirá en prioridad los próximos años. Buscamos con ello transferir a la sociedad el conocimiento acumulado a lo largo de casi dos décadas de trabajo, convencidos de que sólo si la ciudadanía percibe y entiende lo que la Arqueología representa aprenderá a respetarla, cuidarla y defenderla. También, demostrar que existen otras formas de abordar el pasado, como un patrimonio común capaz de generar empleo sostenible y enriquecer la oferta patrimonial y turística de la ciudad, al tiempo que multiplica sus atractivos y su proyección en el mundo. De acuerdo con esta filosofía, hemos refundido la labor que ya veníamos realizando en un nuevo proyecto: "Arqueología somos todos", que mantendremos activo hasta que la sociedad cordobesa lo pida, y que de un modo absolutamente voluntarista por parte de quienes lo integramos, tratará durante los próximos años de acercar los últimos hallazgos de nuestra arqueología al cordobés de a pie, acudiendo a sus propios barrios. Visitaremos para ello los Centros Cívicos, a los que llevaremos exposiciones, charlas-coloquio y rutas guiadas; acercaremos la Arqueología a la calle mediante una exposición que tendrá lugar en el Bulevar Gran Capitán en la primera quincena de junio, y llamaremos la atención sobre la necesidad de saber dónde pisamos a través de conferencias repartidas por numerosas sedes, rutas a pie o en bicicleta por nuestro patrimonio arqueológico visible e invisible (me refiero al conservado en multitud de edificios y sótanos), y la puesta en marcha de arqueódromos (en los Centros Cívicos y en el Jardín Botánico) al que podrán asistir niños de entre cinco y diez años para probar por sí mismos la emoción que supone hacer historia. Se trata de un proyecto vivo y abierto, al que puede sumarse todo aquél que esté interesado (más información en ARQUEOCORDOBA) y que arranca casi de la nada, pero con el apoyo impagable de algunas instituciones, asociaciones, colectivos y empresas cordobesas que han entendido enseguida su necesidad y también su potencial, verdaderamente infinito. Gracias de corazón a todos ellos por permitirnos convertir en realidad una entelequia.

Permítanme terminar invitándoles a participar en la apuesta. El futuro de Córdoba es posible, y en él tendrá mucho que decir su pasado. Se lo debemos a nuestros jóvenes, que son nuestro incierto, pero también esperanzador presente.

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