aparecida en GlobalBrieg. World Affair in the 21sts Century
Del libro de Jean-Pierre Payot, La guerre des ruines. Archéologie et géopolitique, Choiseul Éditions: París,
2010, 192 págs.
Llega a las librerías una novedad original. Se trata del innovador libro firmado por Jean-Pierre Payot, La guerre des ruines. Archéologie et géopolitique, publicado en París por las ediciones Choiseul. Apasionado de la arqueología, el autor es un profesor agregado de Geografía e Historia que ha sabido descubrir un nuevo terreno para el análisis geopolítico: las ruinas.
Su argumentación se basa en una sólida cultura. Demuestra con numerosos ejemplos que desde el último rey del Imperio Neobabilonio, Nabonido, han sido numerosos los soberanos que han utilizado los vestigios arqueológicos con fines políticos. Lugares de memoria, construcciones de identidades, eliminación de las de los otros, falseamientos… en geopolítica el recurso a la ruina es múltiple. El autor sabe hacer atractivo el tema gracias a un estilo bien cuidado.
La instrumentalización de la arqueología con fines geopolíticos
El autor se expresaba así en una entrevista: “Se pueden poner miles de ejemplos que apoyan la instrumentalización de la arqueología con fines geopolíticos. En el origen, una entidad de naturaleza política, religiosa o cultural se opone a otra respecto a todo o una parte de un territorio. En cualquiera de los casos la arqueología hace irrupción en el momento de toma de posición de ambas partes en el conflicto. Cualquiera que sea el contexto la arqueología sistemáticamente fundará una especie de “derecho histórico”. La invocación de la ciencia arqueológica o de los vestigios resultantes de las excavaciones, en el marco de una especie de “tribunal geopolítico”, permite a unos y a otros proporcionarse argumentos históricos -“dignos de fe” en consecuencia- para legitimar tal o cual pretensión sobre un territorio. En tales casos hipotéticos, la arqueología es instrumentalizada para certificar una prioridad, una superioridad y, en definitiva, un derecho territorial basado en una pseudo-sujeción en el tiempo. Este derecho puede, por otra parte, tener un contenido político, y también cultural y religioso. En efecto, muchos artefactos, muchos monumentos arqueológicos se revisten de una dimensión religiosa. Por otra parte, a menudo, esta dimensión remite a religiones aún “vivas” hoy día. La tentación es irresistible de hacer valer los objetos arqueológicos como prueba incuestionable de un derecho a dominar sin fisuras el territorio para aquellos que se confiesan creyentes de estas religiones.”
La arqueología de lo divino
Entre los pasajes que deben leerse sin demora, se tendrá en cuenta Le rapt colonial et ses suites (p. 50); La Chine et l’Occident (p. 66) y L’archéologie du divin (p. 91). Este capítulo aborda la cuestión de la arqueología bíblica y los intereses geopolíticos en juego. O cómo algunos israelíes utilizan la arqueología para probar la anterioridad de la presencia judía en Palestina. En este caso, la cuestión de la anterioridad enmascara la del control del territorio y la legitimidad para dominarlo. Permitiendo apreciar con otras perspectiva las excavaciones arqueológicas emprendidas en 2007 al pie de la mezquita de Al-Aqsa por equipos israelíes.
Evidenciando la multiplicidad de las manipulaciones arqueológicas con fines geopolíticos, Jean-Pierre Payot hace una obra útil porque da al mismo tiempo profundidad y claridad al tema. Todos los que se enfrentan a esta temática regularmente bajo los ecos de actualidad encontrarán aquí elementos sólidos para apoyar su reflexión. Aportará luz al debate público.
Una de las consecuencias más indeseables de la crisis y de los ajustes presupuestarios sería la pérdida de algunas de las promociones de científicos e ingenieros más preparadas de toda la historia de nuestro país. Carecer de perspectivas laborales razonables después de muchos años de formación, en ocasiones en algunos de los mejores centros nacionales o internacionales, puede suponer la pérdida del impulso necesario para perseverar en una carrera investigadora que no ven posible. Los efectos del abandono son irreversibles; no puede haber lagunas en una actividad tan exigente cuando se está compitiendo con sistemas más desarrollados que el nuestro y con mejores defensas en tiempos de crisis.
También puede ocurrir que no abandonen su carrera y se decidan a emigrar e integrarse en esos sistemas, con lo que el país hace un negocio ruinoso. Invierte en una formación larga y costosa que, por falta de oportunidades cuando se ha completado, va a engrosar la capacidad investigadora e innovadora de otros países que, normalmente, los reciben ya formados con los brazos abiertos. La construcción de un nuevo marco económico basado en el conocimiento requiere continuidad en lo que a recursos humanos se refiere. Los procesos de formación de personal especializado y de construcción de grupos de excelencia necesitan largos periodos de maduración en los que se produzca la incorporación y el relevo de los recursos humanos de forma ininterrumpida. Con el agravante de que suelen ser los mejores quienes encuentran más facilidad para instalarse en otros países; y lo hacen si no hay una oferta de oportunidades que compense la todavía clara inferioridad de medios en nuestros centros. Luego, cuando la situación mejore, puede haber programas de reincorporación pero la experiencia muestra lo difícil que es atraer a quienes ya han encontrado acomodo fuera y un buen encaje en un sistema del que han estado ausentes durante mucho tiempo.
La recesión impone duras condiciones, pero si hay un sector en el que no se puede debilitar el esfuerzo acumulado en los últimos años es en el de la creación de un fuerte sector de I+D+i y, en concreto, en la incorporación de los mejores entre los que han pasado por un proceso de formación que les permite competir con éxito con sus colegas de otros países. Nos jugamos mucho, no solo en los años de ajuste, porque las consecuencias de las decisiones en este terreno se prolongarán en el tiempo.
Parafrasejant el títol del llegendari best seller de l'arqueologia de divulgació de l'alemany C. W. Ceram «Götter, Gräber und Gelehrte» (1949), no hem pogut resistir la temptació de glossar projectes d'actualitat com ara l'obertura de la intacta, des de 1285, tomba reial del valencià de naiximent Pere III el Gran en el monestir cistercenc de Santes Creus, al caliu del 850 aniversari de la seua fundació.
En una espectacular intervenció d'estètica futurista (i cost econòmic a l'alçària de l'envit) amb savis proveïts de monos integrals de color blanc i màscares protectores, que introduïxen una tàcita asèpsia metodològica amb la pretensió implícita de prendre distància dels tints romàntics i colonials del buidatge de Howard Carter de la sepultura del faraó Tutankhamon en 1922. ¿O per què no?. De la cristiana profanació del sarcòfag amb el «gloriós» esquelet de Simón Bolívar en el Panteó Nacional veneçolà, adobada amb les premeditades reflexions religioses, del president Hugo Chávez sobre la resurrecció dels morts «Dios mío, Dios mío... Cristo mío, Cristo Nuestro, mientras oraba en silencio viendo aquellos huesos, pensé en tí. Y cómo hubiese querido, cuánto quise que llegaras y ordenaras como a Lázaro: Levántate Simón, que no es tiempo de morir. De inmediato recordé que Bolívar Vive»… (Vide La reinvención del libertador, artícle de Maite Rico en El País)
Aquesta intervenció en el cenobi tarragoní podria evocar, no sense cert risc domèstic, a un imaginari «Pere alça't i camina», singularment al poc de festejar el 650 aniversari de la creació de la llavor de la Generalitat que ha permés dir a Carod Rovira «no són gaires els governs al món que puguin lluir tants anys d'història».
Res en realitat si ho comparem amb la casa imperial nipona del sol ixent, vigent si més no des de l'11 de febrer de 660 a.C.
Per consegüent, tal i com un de nosaltres ressenyava en estes mateixes planes «Sepulcros de Cristal» (Levante-EMV, 16-06-09), a tenor del Codi d'Ètica de l'ICOM de 1986 en el seu capítol III punt 6 s'estima suficient cautela que les investigacions sobre restes antropològiques, hagen de realitzar-se d'una manera acceptable per a tots aquells que professen una creença religiosa, emperò tal com cabria aventurar, des de l'àmbit competencial propi del Dret Canònic. Pel que fa a la violació de sepultures eclesiàstiques els seus preceptes resulten molt més coercitius, a l'establir, perpetuant la tradició jueva, que són llocs sagrats i beneïts (ca. 1205, § 1), subjectes a idèntiques normes que les que regeixen per als mateixos temples (ca. 1207) .
Així doncs, a manera de botó de mostra vernacle d'esta aparent trivial qüestió, serveixca la carta dirigida, al propi papa Benet XVI, d'una plataforma ciutadana, sol·licitant la mediació del pontífex per a evitar «la profanación de un Campo Santo» (sic), en el cas del cementeri desamortitzat, encara que no desacralitzat, de les arruïnades restes del Reial Monestir de la Puritat de les Religioses de Santa Clara, baix l'amenaça de la construcció d'un pàrquing subterrani (Levante-EMV, 29-11-06) i de la qual es desconeixen encara a hores d'ara el designis vaticans.
De la mateixa manera que també ha caigut en el somni dels justs el principi d'acord pregonat, fa més de lustre i mig, aconseguit per Alfonso Rus amb la Santa Seu per a traslladar des de Roma a Xàtiva les despulles mortals dels papes xativins Calixt III i Alexandre VI (Levante-EMV, 23-01-03).
Escrúpols morals que, en canvi, no ens consta que hagen merescut els espatllats ossos dels governants musulmans dels segles XI-XIII soterrats en la rawda o panteó aristocràtic de l'Alcàsser de Balansiya. Exemples que haurien enriquit una impossible reedició de l'assaig Mort et Pouvoir (Paris, 1998) del desaparegut antropòleg francés L.-V. Thomas.
Finalment, desde paràmetres consubstancials al pensament laic, els estudis antropològics a què ens referim ací, només resultarien deontològicament lícits en els seus mitjans, sempre que compliren l'aforisme "Mortui viventes docent" o el que és el mateix, en tant que este tipus d'investigacions forenses contribuïsca a la construcció del sempre incomplet relat de la peripècia vital de l'home, en el seu tortuós esdevindre per les intricades revoltes d'una Història gens providencialista.
Fins llavors, per a commemorar esdeveniments planetaris com ara la Declaració dels Drets de l'Home (1789), paral·lela a les profanacions de les tombes reials franceses de Saint-Denis (1793), o la Declaració Universal dels drets humans (1948) no sembla caldre imprescindible exhumar a ningú més que a les sempre oblidades víctimes anònimes d'eixe mateix periple humà.
Parafraseando el título del legendario best seller de la arqueología de divulgación del alemán C. W. Ceram “Götter, Gräber und Gelehrte” (1949), no hemos podido resistir la tentación de glosar proyectos de actualidad como la apertura de la intacta, desde 1285, tumba real del valenciano Pedro III el Grande en el monasterio cisterciense de Santes Creus, al albur del 850 aniversario de su fundación.
En una espectacular intervención de estética futurista (y coste económico a la altura del envite) con sabios provistos de monos integrales de color blanco y mascarillas protectoras, que introducen una tácita asepsia metodológica con la pretensión implícita de tomar distancia de los tintes románticos y coloniales del desvalijamiento de Howard Carter de la cámara sepulcral sellada del faraón Tutankamon en 1922. O ¿por qué no? de la, cristiana profanación del sarcófago con el “glorioso” esqueleto de Simón Bolivar en el Panteón Nacional venezolano, aderezada por las premeditadas reflexiones religiosas, del presidente Hugo Chávez sobre la resurrección de los muertos "Dios mío, Dios mío... Cristo mío, Cristo Nuestro, mientras oraba en silencio viendo aquellos huesos, pensé en tí. Y cómo hubiese querido, cuánto quise que llegaras y ordenaras como a Lázaro: Levántate Simón, que no es tiempo de morir. De inmediato recordé que Bolívar Vive"…
La intervención en el cenobio tarraconense, podría evocar, no sin cierto riesgo doméstico, a un imaginario “Pedro ¡levántate y anda!”, singularmente al poco de celebrar el 650 aniversario de la creación del germen de la Generalitat que ha permitido decir a Carod Rovira “no són gaires els governs al món que puguin "lluir" tants anys d'història”. Nada en realidad comparado con la casa imperial nipona, vigente desde el 11 de febrero de 660 a. C.
Por consiguiente, tal como uno de nosotros reseñaba en estas mismas páginas en el artículo de opinión “Sepulcros de Cristal” (Levante-EMV, 16-06-09), a tenor del Código de Ética del ICOM de 1986 en su capítulo III punto 6 se estima suficiente cautela que las investigaciones sobre restos antropológicos, deban realizarse de una manera aceptable para todos aquellos que profesan una creencia religiosa, empero tal como cabría aventurar, desde el ámbito competencial propio del Derecho Canónico, en lo que atañe a la violación de sepulturas eclesiásticas, sus preceptos resultan mucho más coercitivos, al establecer, perpetuando la tradición judía, que son lugares sagrados y bendecidos (can. 1205, § 1), sujetos a idénticas normas que las que rigen para los mismos templos (can. 1207).
Así, a modo de botón de muestra vernáculo de esta aparente trivial cuestión, sirva la carta dirigida, nada menos que al Papa Benedicto XVI, de una plataforma ciudadana, solicitando la mediación del pontífice para evitar “la profanación de un Campo Santo” (sic), en el caso del cementerio desamortizado, aunque no desacralizado, de los arruinados restos del Real Monasterio de la Puridad de las Religiosas de Santa Clara, ante la amenaza de la construcción de un parking subterráneo (Levante-EMV, 29-11-06) y cuyos vaticanos designios se desconocen todavía a día de hoy. Del mismo modo que también ha caído en el sueño de los justos el principio de acuerdo pregonado, hace más de lustro y medio, alcanzado por Alfonso Rus con la Santa Sede para trasladar desde Roma a Xàtiva los despojos mortales de los papas setabenses Calixto III y Alejandro VI (Levante-EMV, 23-01-03).
Escrúpulos morales que, en cambio, no nos consta que hayan merecido los quebrantados huesos de los gobernantes musulmanes de los siglos XI-XIII enterrados en la rawda o panteón aristocrático del alcázar de Balansiya. Ejemplos que habrían enriquecido una imposible reedición del ensayo Mort et Pouvoir (Paris, 1998) del desaparecido antropólogo francés L.-V. Thomas.
Finalmente, desde parámetros consustanciales al pensamiento laico, los estudios antropológicos a los que nos venimos refiriendo aquí, solamente resultarían deontológicamente lícitos en sus medios, siempre y cuando diesen cumplimiento al aforismo “Mortui viventes docent” o lo que es lo mismo, en tanto en cuanto este tipo de investigaciones forenses contribuya a la construcción del siempre incompleto relato de la peripecia vital del hombre, en su tortuoso devenir por los intrincados vericuetos de una Historia nada providencialista.
Hasta entonces, para celebrar eventos planetarios tales como la Declaración de los Derechos del Hombre (1789), paralela a las profanaciones de las tumbas reales francesas de Saint-Denis (1793), o la Declaración Universal de los derechos humanos (1948) no parece imprescindible exhumar a nadie más que a las siempre olvidadas víctimas anónimas de esa misma andadura humana.
Versión castellana del texto aparecido en Nonfiction.fr
Francisco Gracia Alonso, La arqueología durante el primer franquismo (1939-1956), Bellaterra, Barcelona, 2009, 551 páginas.
En una ingente obra de medio millar de páginas y pequeños caracteres el autor hace un profundo ejercicio de reflexión sobre las condiciones y circunstancias históricas del marco institucional y legal de la arqueología oficial de los primeros 17 años de la dictadura de Franco. La investigación se inscribe en la corriente de reflexión y de acción civil sobre la llamada “recuperación de la memoria histórica” protagonizada por los “nietos” de la guerra civil (1936-1939) y por las corrientes historiográficas europeas que reflexionan sobre la praxis arqueológica en la Alemania nazi y en los territorios ocupados en el periodo de la segunda guerra mundial (1).
Antes de la Guerra: una arqueología influida por la escuela alemana
La tesis principal que consigue demostrar el autor es que los fundamentos teóricos y la práctica científica de la arqueología ejercida en la España posterior a la contienda serán las mismas que la practicada antes de 1936. Una arqueología deudora de la escuela alemana desde principios del siglo XX, y personificada en una burguesía formada principalmente en aquél país, al igual que la inmensa mayoría de los intelectuales de la denominada “generación del 14”(2); circunstancia que se revelaría en contradicción en el posicionamiento a favor de los aliados de este grupo(3). A pesar de las profundas diferencias ideológicas, a pesar de la contienda que fracturó al país, a las familias, a las personas y a los personajes centrales de este libro (que bien podría constituir el material documental de una novela o un film histórico), tras el paréntesis objeto de estudio del libro (1939-1956), la continuidad académica con el periodo anterior a la guerra será la norma.
El paréntesis falangista (1939-1956)
¿En qué consistió, pues, este paréntesis? En la práctica muy personal y autoritaria de un arqueólogo falangista y de filiación nazi, Julio Martínez Santa Olalla, hijo de un general amigo del caudillo, que aprovechará los años de la postguerra española y de reconstrucción del país en todos los órdenes, durante la coyuntura bélica en que tiene lugar la guerra mundial y la inmediata postguerra, para reconstruir el marco institucional y legal, la red de inspectores, así como la reanudación de las excavaciones arqueológicas.
J. Martínez Santa Olalla con Himler
Para cumplir su objetivo de instaurar una arqueología de corte falangista al servicio del régimen, Julio Martínez Santa Olalla se basó fundamentalmente en tres pilares: en primer lugar su comunión ideológica con el régimen nazi que le condujo a un trato personal con Himmler, jefe de las SS y de la Studiengesellschaft für Geistesurgeschichte‚ Deutsches Ahnenerbe e.V.(4), más conocida como la Das Ahnenerbe; en segundo, su posición personal de relación directa con el régimen y con Franco; y, finalmente, la posición oficial española frente al conflicto mundial, colaboracionista con las potencias del Eje en un primer momento y más “neutral” conforme el final de la guerra se inclinaba del lado de los aliados.
Pero contó con tres grandes enemigos que darían al traste con sus pretensiones: en primer lugar él mismo, con su carácter autoritario y resentido con la academia consiguió ponerse en contra a la inmensa mayoría de los arqueólogos del mundo académico; en segundo lugar, la coyuntura internacional tras Yalta y la guerra fría que hicieron que las potencias occidentales dirigieran su mirada a un país no aceptado inicialmente en el seno de las Naciones Unidas por su régimen fascista pro Eje, como un país que contenía la expansión comunista en el mundo; y, en tercer y último lugar, el colectivo de la academia que, formado fundamentalmente en la misma tradición liberal de la ciencia alemana que el propio Santa Olalla, no veía con buenos ojos la visión maximalista e intervencionista de un estado burocrático como pretendía Santa Olalla, a imitación de “herencia ancestral”.
Algunas reservas formales
La obra es indispensable para la comprensión del origen de la arqueología practicada en la España franquista posterior al aislamiento de la inmediata postguerra o, incluso, para la más reciente. Apreciamos en una obra de estas dimensiones un defecto formal que no es menor. El autor consigue darnos de forma absolutamente convincente el contexto ideológico y personal de los protagonistas, las luchas de poder, las razones de las decisiones entre bastidores de los diferentes responsables de la arqueología franquista, gracias a la ingente documentación consultada (legados, correspondencia, archivos públicos y personales…) amplia y correctamente referenciada en el capítulo “Fuentes Documentales”. Echamos de menos, sin embargo, una mayor referencia en el texto a todos estos documentos que podría haber hecho más pesada la lectura del mismo (quizá sea la razón que llevó al autor a optar por el formato editado definitivamente, aunque podría haberse solucionado con un sistema de citas a final de cada capítulo) pero que evitaría la sensación de leer un “relato” sin la argumentación y aparato crítico al que estamos acostumbrados. Es más, desprovistos de éste, y con la única ayuda del listado final “Fuentes Documentales” agrupadas por capítulos, es imposible atribuir a una u otra documentación muchas de las afirmaciones, escritos, cartas o documentos integradas en el cuerpo del texto. Haciendo dificultoso, pues, volver a consultar los originales en el caso de una continuidad de esta investigación, lo cual, no solo es deseable sino necesario. En el mismo orden de observaciones, algunos de los enormes listados de subvenciones de excavación acordadas podrían haberse incluido como apéndices al final del volumen. Sin embargo, habría sido del todo aconsejable que se anunciara debidamente que el capítulo 7 es la reproducción íntegra de un artículo del mismo autor aparecido 6 años atrás(5). Es precisamente este capítulo el que hace imposible leer con los mismos ojos los dos volúmenes, indispensables por otra parte, sobre las Necrópolis de Ampurias(6).
Historiografía arqueológica franquista
No obstante, a juicio de quien escribe estas líneas la mayor carencia de la obra es de una visión ampliamente historiográfica. El contexto ideológico, la trama personal y el imbricado institucional están bien definidos, pero a pesar del continuismo formulado y demostrado por F. Gracia, hubiera sido necesaria la correlación de todo ello con la historiografía y la producción bibliográfica de los protagonistas. Es probable que el autor de referencia en España sobre esta temática haya preferido dejar para un ulterior estudio las consecuencias bibliográficas de las posiciones ideológicas o las corrientes teóricas de los diferentes autores, pero me parece difícil aceptar que no puedan apreciarse diferencias y matices en los escritos de P. Bosch Gimperà, M. Almagro Basch o J. Martínez Santa Olalla (frutos de un mismo ambiente y formación académica) atribuibles al contexto social, político por el que transcurrieron sus biografías. Nada se dice, por ejemplo, del Historicismo en el que se encontraba inmersa por entonces la arqueología, corriente ligada íntimamente a la del Difusionismo en antropología. Relaciones que harían, quizá, más comprensibles el hecho de que el único apoyo internacional del fascista Santa Olalla fuera el del marxista V. Gordon Childe. Tampoco es evidente, aunque algún día merecerá la pena intentarlo, que pudiera entenderse con la ayuda del análisis historiográfico que la única visión de interpretación globalizante propuesta hasta entonces, como fue el Historicismo, practicada subsidiariamente por la escuela española de arqueología de principios del siglo XX, debido al filogermanismo de sus élites intelectuales, encontraran su eco en otra visión de carácter holístico como fueron las interpretaciones de Gordon Childe y sus propuestas relativas a las relaciones entre tecnología y civilización, y, especialmente, sus trabajos sobre los arios(7).
Un análisis historiográfico en profundidad de la producción de la arqueología franquista demostraría probablemente que las temáticas recurrentes de Santa Olalla (los visigodos hispanos como testimonio de la relación milenaria de España y Alemania y de la expansión germánica fuera de su foco geográfico de origen y los guanches canarios como descendientes de los arios de la desaparecida Atlántida) eran impúdicamente subalternas de Das Ahneberbe, a diferencia del arqueólogo de cabecera de B. Mussolini, Luigi Maria Ugolini, cuyas investigaciones pretendían legitimar una hegemonía transadriática que se retrotraía al pasado imperial romano. En ese sentido queda bien patente que la función de la institución arqueológica de las SS no era otra que la de proporcionar “outils performants au service d’une idéologie bien précise... propagande raciale, exploitation coloniale des pays conquis...”(8) como no sólo se hace bien patente en la simpatía dispensada a Santa Olalla por el propio Himmler, sino también en la lamentable escena en que, esperando la visita del jefe de las SS en las excavaciones de la necrópolis visigoda de Castiltierra (Segovia), los arqueólogos se apresuran a encontrar campesinos altos o rubios para demostrar hic et nunc la continuidad racial de los visigodos.
Un libro necesario
En cualquier caso, llama la atención el que la más nacional(ista) de las ciencias humanas, la disciplina científica y los científicos que, junto a la biología y los biólogos, más contribuyeron a la legitimación e investigación científica del III Reich sea la que más regulación requiere para su práctica por el Estado. No deja de llamar la atención que, tanto el gobierno legítimo de la II República como las autoridades de las zonas en conflicto cuyo patrimonio arqueológico podría ponerse en peligro y, posteriormente, los gobiernos de Franco (al menos de boquilla), se aplicarán con dedicación y esmero a la protección de los vestigios arqueológicos. Poniéndose en evidencia, por ejemplo, en el reconocimiento explícito de la actividad arqueológica de la República o de Bosch Gimperà por parte de Santa Olalla. O, implícitamente, en la continuidad de M. Almagro de la actividad iniciada por Bosch en Ampurias antes de la contienda y su encumbramiento como referente nacional en el extranjero, lo que le valdrá la cátedra de la Universidad de Madrid.
Del mismo modo, los útiles legales, reglamentarios e institucionales que se empiezan a poner en marcha a principios de siglo (inventario, investigación, intervenciones de urgencia, restauración, publicación, divulgación…) de las administraciones de uno y otro signo son los que se han mantenido vigentes en modelos de fuerte intervención estatal hasta la aparición en los últimos veinte años del neo-liberalismo y de la llamada arqueología liberal. Las radicales afirmaciones de Santa Olalla sobre la ineficacia de excavar sin publicar o sin restaurar los bienes recuperados, o sobre la innecesaria consignación presupuestaria sobre excavaciones si de la actividad arqueológica no se derivaban las consiguientes publicaciones y puestas en valor, siguen llenas de una actualidad que perturba. Desconcierto que solo puede entenderse en el contexto de “une science au service des masses, fortement subventionnée et contrôlée par l’État totalitaire”(9). No en vano Santa Olalla tildaba con desprecio a sus adversarios de la Academia de “liberales”: el monárquico marqués de Lozoya , a la sazón director general de Bellas Artes y jefe superior en el escalafón administrativo; Martín Almagro Basch originario de una acomodada familia aragonesa o el liberalismo confeso de su antiguo maestro P. Bosch Gimperà, posiciones que irán abriéndose camino en el régimen conforme fue cambiando el contexto internacional.
¿Esa será la arqueología imperante en la España del boom económico y del desarrollismo liberal y opusdeista? Otro libro de F. Gracia o de sus alumnos podría responder a la pregunta. No en vano, la resistencia de la arqueología desde los momentos finales del franquismo y de los primeros años de la democracia reaccionó contra una arqueología oficial sin recursos y de acumulación de datos positivos exclusivamente procedentes de la excavación (en la versión más decadente del Hstoricismo de corte alemán) aceptando las influencias del neo-evolucionismo izquierdista de origen anglosajón de L. A. White o de J. H. Steward, aceptando los postulados ambientalistas y desplazando el objeto de interés del sitio, del yacimiento, a la información off site, y el consiguiente mayor recurso a la prospección como fuente de conocimiento en la comprensión de la implantación de las sociedades en el medio físico.
Se trata, pues de un libro necesario. Necesario para los arqueólogos españoles que pueden, así, conocer el acta de nacimiento de su disciplina y de los protagonistas de la misma. Necesario para el ciudadano que, a través del ejemplo de una ciencia y la práctica administrativa de ésta en permanente peligro por la injerencia del poder(10), puede apreciar cómo se produjo la “transición” a través de la depuración de, incluso, los conserjes de los museos en función de los informes policiales que detallaban las filias ideológicas como la afiliación sindical previa a la guerra.
A veces, a la generación de los “nietos” de la guerra se nos ha pretendido mostrar la cara más amable y liberal del régimen de Franco. Esa cara más amable se pretende renacer con proyectos historiográficos donde se canalizan temáticas a través de proyectos editoriales revisionistas como la revista Historias de Iberia Vieja donde tienen especial cabida las temáticas que ya interesaban a Santa Olalla. Libros como este desmienten sin dogmatismos esa cara amable.
(1)I. Bardies, J.-P. Legendre, B. Schnitzler (dirs.), L’archéologie en Alsace et en Moselle au temps de l’annexion (1940-1944), Strasbourg-Metz, 2001; A. Schnapp, L’autodestruction de l’archéologie allemande sous le régime nazi, Vingtième Siècle. Revue d'histoire, 2003/2, nº 78, p. 101-109; J. Chapoutot, Le national-socialisme et l'Antiquité, Presses universitaires de France, París, 2008 (véase la reseña de A. Pédron en Nonfiction, L'Antiquité détournée)
(2)M. Menéndez Alzamora, La Generación del 14. Una aventura intelectual, 2006. (3)M. Fuentes Codera, Los intelectuales españoles y la Gran Guerra: ¿un caso excepcional?, Storica. Rivista quadrimestrale, núm. 46, 2010, pp. 54-57.
(4)“Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana”.
(5)Arqueología de la memoria. Batallones disciplinarios de soldados-trabajadores y tropas del ejército en las excavaciones de Ampurias (1940-1943), in C. Molinero, M. Sala y J. Sobrequés, eds., Una inmensa prisión. Los campos de concentración y las prisiones durante la Guerra Civil y el franquismo, Barcelona: Crítica, 2003, 37-59. (6)M. Almagro Basch, Las necrópolis de Ampurias, Barcelona, 1953.
(7)The Aryans: A Study of Indo-European Origins, 1926. (8)A. Schnapp, L’autodestruction de l’archéologie… (9)A. Schnapp, L’autodestruction de l’archéologie… (10)Cuando escribo estas líneas es de actualidad la exhumación del cadáver de S. Bolívar.
Transcurridos más de año y medio desde el descubrimiento de amplio eco mediático durante aquellos lejanos idus de marzo de esta notable figura escultórica de la antigüedad local en el curso de unas excavaciones privadas efectuadas por la arqueóloga de empresa Tina Herreros en el entramado de viejas callejas cercano al Mercado Central, dado a conocer puntualmente en estas mismas páginas "Hallan una estatua romana de la época imperial y de un metro de altura en pleno centro de Valencia" (Levante-EMV, 28-03-07) y de un pulcro reportaje fotográfico de Josep Manel Vert en el número 26 de la revista Valentia, apenas nada más ha vuelto a saberse de la atinadamente intitulada "Dama de la Boatella", en honor del primigenio boalar o dehesa para pastos de manadas de bueyes, "bovata" y "bovatella" M. Sanchis Guarner dixit, de la vetusta ciudad de Valencia, paraje que albergó una extensa necrópolis entre los siglos II y VII de la era común y muchos años más tarde un populoso arrabal islámico; remedando el famoso busto ibérico de la Alcudia de Elche o la irrisoriamente bautizada como "Dama de Paterna", una cabeza de guerrero con yelmo pintada en verde y manganeso sobre un plato del siglo XIV. Del mismo modo que tampoco ha trascendido a la opinión pública desde entonces avance académico alguno que se sepa en cuanto a nuevas investigaciones sobre su definitiva adscripción iconográfica como una de las siete Musas o bien alguna de las muchas divinidades femeninas latinas.
Salvo la indicadora especie deslizada el 11 de abril siguiente en el blog de la fundación Mare Nostrum "El Museo de Historia de Valencia albergará la nueva escultura romana" (sic) o las ajustadas apreciaciones del profesor José Luis Jiménez en el sentido de que se trataría en realidad de una representación de la Fortuna, que sostendría en su flanco derecho un desaparecido timón con el que pilotaba la suerte de los hombres y sujetaría con la mano izquierda el igualmente perdido mitológico cuerno de la abundancia de la cabra Amaltea, en el contexto originario de un conjunto monumental de carácter funerario (Levante-EMV, 5-04-07), recogidas en una cabal crónica de J.R. Seguí. Deidad a la que uno de los ciudadanos "valentini" Titus Rubrius Restitutus ya dedicó a sus expensas un ara o pedestal a finales del siglo I A.D. en la privilegiada demarcación del foro de la colonia.
En este orden de cosas, no está de más recordar que esta ignota efigie de mármol blanco, cuya pierna diestra extendida le sirve de apoyo mientras flexiona delicadamente la contraria, paradójicamente descabezada por infortunio histórico, gracias a la buena calidad de la labra de su sofisticada indumentaria, una especie de "peplum" con cíngulo sobre túnica de múltiples pliegues verticales, tallada según una técnica ya apuntada en un primer momento similar a la de los "paños mojados", más de cien años después del precursor descubrimiento durante las obras de apertura de la calle de la Paz en 1899 de un interesante torso marmóreo de atleta, podría constituir uno de los mejores hallazgos escultóricos romanos efectuado nunca en el subsuelo de nuestra mediterránea urbe.
Precisamente es esta excelencia algo superior a la genérica de los talleres lapidarios provinciales de nuestro entorno geográfico la que nos ha llevado a indagar en la medida de nuestras posibilidades entre los potenciales modelos helenísticos inspiradores de esta arcana dama valentina, los cuales podrían remitir sobre la base de la peculiar botonadura de sus escuetas mangas a la refinada Fortuna-Tyche del siglo II A.D. del Museo Arqueológico de Estambul procedente de la remota Prusias ad Hypium (Turquía).
Finalmente y a modo de corolario, para no salirnos de la moda, hagamos también votos a los dioses, en este caso a la propia Fortuna, para que la desenterrada Dama de la Boatella no termine ayuna de la mirada de los valencianos como el mosaico de las Siete Musas del Pouaig de Montcada, inicuamente retirado de las salas de exposición pública del Museo de Bellas Artes "San Pío V" o acaso convertida en un recurrente "remake" del manido pétreo y artificial Augusto parlante del Foro de Caesaraugusta (Zaragoza) por mor de las nuevas tecnologías, con ribetes de atracción de feria. Un punto pintoresco y otro tanto impropio. Votum libens solvit.
Ara que comencen a poblar-se els fanals del Cap i casal de banderoles anunciadores de l'autonòmicament excloent retafila d'esdeveniments commemoratius del 800 aniversari del naixement del rei Jaume I el Conqueridor, fundador crepuscular en el context feudal europeu de la nostra diferenciada identitat política i territorial com a regne croat, allà pels albors del segle XIII, en l'encertada terminologia de I. Burns. Festejos autàrquics sobre els quals ja em vaig pronunciar en aquestes mateixes pàgines en l'article “El Jonc Onaniste” (Levante-EMV, 01-06-08), la qual cosa m'excusa ací de repetir els mateixos arguments exposats llavors quant al seu caràcter voluntariamente solipsiste.
Pareix no ser de més en aquests moments portar a col·lació un menut fragment d'una incòmoda, quan no menyspreada realitat històrica primigènia, materialitzada en l'inadvertit entre nosaltres descobriment d'un cèlebre manuscrit àrab perdut d'un genuí valencià avant la letre, el literat Abu-l-Mutarrif Ibn Amira d'Alzira (al-yazira) (1184-1260), l'illa del Xùquer, testimoni al seu pesar de la triomfal entrada a València del cristià "Tirà de Barcelona" junt amb el seu amic Ibn al-Abbar en la tardor atziaga de 1238.
En efecte, es tracta de l'extraordinari còdex andalusí que s'havia donat per extraviat des de feia segles, el "Tarij Mayurqa", una història dels esdeveniments de la veïna Mallorca entre els anys 1203 i 1232, incloent la versió musulmana de la violenta conquista catalana de l'illa, escrit per aquest poeta de València que va arribar a ser cadi o jutge de Xàtiva i Palma durant els instants finals de l'etapa almohade, el sensacional descobriment del qual per part del professor oranés ben Ma´mmar va tindre lloc ni més ni menys que en les remotes dunes del desert de Tinduff (Algèria) entre els llibres d'alguna oblidada biblioteca islàmica, semblant a les què malgrat tot preserven miraculosament en l'encara més llunyana Tombuctú, junt amb les riberes del Níger, alguns pàl·lids reflexos de l'esplendor del llegat cultural d'al-Andalus. En aquest orde de coses i a manera de corol·lari, no em resisteixc modestament a demanar dels doctes comissaris de totes aquestes magnes exposicions jacobines i responsables culturals autonòmics una mínima vocació de catarsi reparadora cap a la civilització trencada i vençuda en aquell crucial envit històric, per mor d'un sempre postergat diàleg de civilitzacions, protagonitzat singularment per personatges com el nostre desventurat intellectual àrab-valencià Ibn Amira, dit al Mahzumi, autor de la seua elegíaca "Carta a un amic", mort finalment lluny de la seua terra natal en l'exili de Tunis.
Just afany susceptible de cristal·litzar en una equitativa cooperació institucional dels valencians actuals amb els nostres fraterns veïns de l'altre costat de la mar en l'ambiciós projecte editorial de traducció a la nostra llengua comuna d'aquesta recobrada obra d'entre les arenes del Sàhara, que ja està sent dut a terme pel benemèrit arqueòleg i arabista G. Rosselló-Bordoy, després de la seua colossal edició bilingüe del Repartiment de Mallorca o Llibre del Rei, a costa del Parlament dels Illes Balears.
La comparativament onerosa passada pel sedàs mediàtic de les triomfals imatges de la actual consellera de Cultura, Trinidad Miró, el passat 30 de març, suportant estoicament amb els braços creuats la xarrada abocant el cabàs de l´arquitecte àulic Salvador Vila amb la palma de la mà expressivament oberta o assenyalant algun detall arquitectònic amb l´inquisidor índex esquerre, davall l´emblanquinada volta d´amagades rajoles roges de 300 tones de pes mort de ferro i ciment, reconstruïda ex novo i impostada en el refectori neogòtic de Santa Maria de la Valldigna, flors i violes per a Viollet le Duc, amb aquelles més pelegrines on s´observa un major desemparament peripatètic de la mateixa sobre les venerables lloses de l´ombrívol claustre i incomoditat posterior amb motiu de l´ofrena d´una corona de llorer proveïda d´un esponerós llaç amb els «quatre rius de sang» comuns, en el creuer de l´església-panteó reial del monestir de Poblet, amb motiu de la commemoració del 800 aniversari del naixement del compartit rei Jaume I, com hermètic convidat de pedra amb les mans juntetes demunt la falda, abillada amb diferencial vestit-jaqueta albí, junt amb un ferm mosso d´esquadra i els presidents autonòmics -tots ells de rigorós fosc- de Catalunya, Aragó i les illes Balears, antics territoris integrants de la Corona d´Aragó.
Expliciten semànticament el secessionista valencianisme d´espardenya, que arma pesadament el beat relat popular del molt honorable president de la Generalitat Valenciana, en un palmari exercici de funambulisme ideològic en el si del més ampli revisionisme espanyolista del president de Faes perpetrat en les seues Cartas a un joven español, on vel·leïtosament José Mª. Aznar descriu en negatiu a Espanya si fa no fa com «una nación constituida frente al Islam», a agosarat despit de reputats hispanistes i acadèmics com el mateix Américo Castro, que ja en el segle passat va reblar el clau de la importància de les minories jueva i musulmana en la conformació de l´autèntic «ser de España».En aquest sentit, siga prou subratllar amb més motiu la buida cartelleria institucional, adobada pel lema foc d´encenalls «Un passat per a un futur», triada intencionadament pels organitzadors de la dita autònoma commemoració valenciana del naixement del rei Conqueridor, construïda sobre una anacrònicament aséptica armadura blanca de plaques metàl liques, més pròpia dels segles XV-XVI que no del genuí arnés del cavaller del segle XIII, caracteritzat en realitat per l´ús del casc hemiesfèric llis capell de fer i de la doblegadisa cota de malla, inclús estèticament comparable amb la iconografia promocional del guantellet burinat cobrint un nu cos femení de la pellícula de Vicente Aranda sobre el cavaller Tirant lo Blanc (2006) o les coentes armadures dissenyades per Bob Ringwood per a Excalibur, de John Boorman (1981).
A manera de corol·lari entorn d´aquesta solitària celebració regnícola en curs curta de gambals, així com en punt a les reticències i suspicàcies institucionals abocades pel broc gros front la pura proposta del Consell Valencià de Cultura (CVC) de retolació com a plaça de Jaume I de la totèmica esplanada municipal, que converteixen el rei fundador inclús en un personatge històric sospitós davant dels ulls criolls del regionalisme vernacle, no es pot menys que portar-se a col·lació la cèlebre paràbola de la Mata de Jonc de la cèlebre Crònica de Ramón Muntaner, escrita en la seua alqueria de Xirivella allà pel segle XIV: -E si nengun me demana: En Muntaner, quin és l´exempli de la mata de Jonc? Jo li respon que la mata de jonc ha aquella força que, si tota la mata lligats ab una corda ben forts, e tota la volets arrencar ensems, dic-vos que deu hòmens, per bé que tiren, no l´arrencaran, ne encara con gaire més s´hi prenguessen: e si en llevats la corda, de jonc en jonc, la trencarà tota un fadrí de vuit anys, que sol un jonc no hi romandrà. E així seria d´aquests tres reis, que si entre ells hi havia devisió neguna ne discòrdia, ço que Déus no vulla, fèts compte que han de tals veïns que pensarien de consumar la un ab l´altre. Per que és mester que d´aquest pas se guarden; que mentre tots tres sien d´una volença, no temen tot l´altre poder del món, ans així com davant vos he dit, seran tots temps sobirans a llurs enemics.
Platón y Aristóteles.
Detalle del cuadro de Rafael: La Escuela de Atenas
Han pasado casi mil setecientos años y ahora de nuevo se escuchan los sonidos de los golpes de pico de los improvisados excavadores desgarrar la tierra en las sombrías estancias de la villa de Lucio Calpurnio Pisón, conocida más tarde como Villa de los Papiros por albergar en su biblioteca mis tratados científicos escritos en griego, custodiados por los bustos de Artemisa y Empedocles, un siglo después de haberle entregado el óbolo a Caronte.
Las primeras excavaciones en el área vesubiana fueron realizadas por el general Manuel Mauricio de Lorena Príncipe Elboeuf hacia 1713, esto es con anterioridad a los esponsales del rey Carlos de Borbón (1738), futuro Carlos III de España, con María Amalia Cristina de Sajonia, sacando a la luz pedazos de patinados bronces ecuestres.
En cambio las no menos provectas reliquias de la según el desventurado Plinio el Viejo colonia Valentia de la provincia Tarraconense, en el extremo occidente del Mare Nostrum, entre ellas diversas inscripciones de los valentini veterani et veteres y una escultura de togado romano, ya vieron la luz con más media centuria de anticipación a los afamados descubrimientos napolitanos, al vaciar las trincheras de los cimientos de la Basílica de la Virgen de los Desamparados en el siglo XVII.
Precursores hallazgos dados a conocer minuciosa y ejemplarmente el año 1653 por el adelantado Joseph Vicente del Olmo en su Lithología o explicación de las piedras y otras Antigüedades halladas en las çanjas que se abrieron para fundamentos de la Capilla de nuestra Señora de los Desamparados de Valencia.
Ahora que los genius loci vindicativos de la ley del Talión y los espíritus fratricidas de Rómulo y Remo auspiciados por los dioses lares valentinos parecen trasladarse en el funesto ferragosto a la urbe de Pompeya, en la Campania adoptiva de este filósofo seguidor de Epicuro, los viejos recuerdos traen a la mente el Mito de la Caverna de Platón: Por lo que se refiere al estado en que se encuentra la naturaleza humana con relación a la ciencia y la ignorancia, puedes hacer una comparación con el cuadro que te voy a trazar. Imagina una especie de cueva..., y unos hombres que están en ésta desde su niñez encadenados... Detrás de ellos arde un fuego cuyos resplandores los alumbra, y un camino que cruza la caverna, entre el fuego y los condenados. Supón que a lo largo de este camino ha sido puesto un muro... Figúrate ahora unos hombres que, a lo largo del muro, transportan toda clase de objetos; objetos que sobrepasan la altura del muro y que son figuras de hombres y de animales.
Donde las meras sombras de la impostura son tenidas por realidades ciertas, como los nuevos Alcubierres cansados de horadar aquí y allá las cenizas del tedio, se trasladan a otros lugares en busca de nuevas amenidades, por más que según el sabio tedesco Winckelmann la sensibilidad del ingeniero militar español, responsable real de la zapa de pozos y galerías en los sedimentos eruptivos, enviados por el ilustre cojo Vulcano el 24 de agosto del año 79, incluso con pólvora si se terciaba, tenía que ver con las Antigüedades lo mismo que la luna con los cangrejos, como los cabalgados por amorcillos pintados en la Casa de los Vetti.
Una de las razones que pueden explicar la desconexión entre la reciente muestra divulgativa "El tribunal de las Aguas de Valencia. 1050 años de justicia de la Huerta de Valencia" y los conocimientos históricos probados, puesta en solfa en una primera entrega periodística nuestra sin réplica conocida (Levante-EMV, 15-6-10), reside en la disociación total entre las políticas públicas y la investigación académica, tal como hemos venido reiterando en numerosos artículos como "Los nuevos usos de l´Horta o la Resurrección de Lázaro" (Levante-EMV, 8-4-06).
Así pues, en esta prometida continuación hemos aprovechado para centrarnos en revisitar conceptos tales como el de que la Huerta es un paisaje agrario, y los paisajes, tan de moda hoy con dirección general propia patroneada por Arantxa Muñoz, son objeto de una acción territorial realizada fundamentalmente con criterios de urbanistas, arquitectos, paisajistas... cuya visión de los mismos solamente es dinámica en un sentido unívoco: desde el presente hacia el futuro. Desde el momento mismo en que nuestra eco-depredadora civilización post-industrial interviene para "ordenar" donde antes solo había aparente desorden.
En este sentido, ya hemos propuesto que se hace imprescindible determinar el papel morfogenético que ejercen los paisajes, de manera que se puedan determinar los casos en que la finalidad y forma de la ordenación del territorio podría ser dictada por los estadios antiguos del paisaje (Más allá del concepto de sostenibilidad, el de resiliencia..., Levante-EMV 12-3-06). Si queremos entender la forma en que las sociedades del pasado actuaron y las del mañana actuarán en el territorio, debemos reflexionar sobre la resiliencia (sostenibilidad) de las elecciones que se tomaron en el pretérito y la capacidad de una estructura paisajística para absorber impactos, pero también, en cuanto a la capacidad de aprovecharlos, participando, desde ese instante, en la propia historia de estos constructos espacio-temporales.
Todo ello nos conduce al fallo imperdonable, enquistado en la vigente legislación patrimonial (LPCV, Ley 4/1998), de no considerar los Paisajes Históricos como tales y consecuente con la inexistencia de una verdadera política integral de ordenamiento del país que tome en consideración las estructuras de suelos cronológicamente datados, porque no otra cosa que históricos son la mayoría de nuestros paisajes.
De aquellos polvos estos lodos y consecuentemente, cuando se lee en el Plan de Acción Territorial de Protección de la Huerta (PAT), las consideraciones históricas sobre la misma, es cuando encontramos la confirmación del dispendio del dinero del contribuyente en la financiación y edición de estudios históricos que no tienen la suficiente repercusión pública.
Así es posible observar en dicho PAT que desde la época islámica existió un equilibro entre la ciudad y la huerta, inalterable hasta el siglo XIX, como si la huerta irrigada, una vez lograda su configuración clásica, se hubiera mantenido en lo sustancial sin cambios hasta la llegada de la industrialización. El argumento histórico es subalterno pues. Una foto fija proyectada sobre el decurso temporal. Imagen por consiguiente tan fosilizada como la que cada jueves nos muestra unos venerables síndicos de las acequias de la Vega reunidos litúrgicamente para dirimir sobre ningún pleito, como consecuencia de la reducción de la extensión de la red de canales de riego de más de 300 km a menos de 50 km en las últimas décadas. Circunstancia sobre la que no conviene olvidar la advertencia de Thomas Glick: "Cuando desaparezcan los regantes se acabará el Tribunal de las Aguas" (Levante-EMV, 14-06-10).
Ello supone que para evitar la definitiva extinción de la Huerta los agricultores deberían ser remunerados "por los servicios ambientales prestados" o en su defecto que los habitantes de la ciudad deberían asumir una tasa pro-conservación de una huerta tan próxima, y que lo recaudado incidiera en la mejora de las magras rentas de nuestros labradores. Porque, in fine, nadie cree que pueda salir adelante este Plan de Acción Territorial, la novedosa política sobre el paisaje y el discurso radical por momentos, nace sin presupuesto (Levante-EMV 28-5-09). Confiando la dirección general del ramo el éxito de dicho Plan a la contingente implicación de agentes privados y de los ayuntamientos concernidos al albur del obsecuente argumento, sin más, de que el futuro pasa por optar por la viabilidad de una Huerta sostenible (Levante-EMV 29-6-08), sin agotar las posibilidades de las herramientas jurídicas que el legislador tiene en su haber para desarrollarlo. Obviando que la voracidad de la naturaleza es tan antigua como la aparición de las ciudades en el medioevo tardío y la consiguiente pérdida del lazo simbiótico del hombre con su medio ambiente, que conducirá a la tematización del paisaje como inquietud a tenor de las tesis de Michael Jakob (Le paysage, París, 2008).
Por último, para concluir esta filípica sobre la anunciada muerte de la Huerta de Valencia, no podemos dejar de consignar un pequeño atisbo de esperanza, a pesar de los posicionamientos públicos del actual responsable del urbanismo de la ciudad de Valencia contrarios a una Huerta "cultivada por funcionarios", en las prometedoras iniciativas de adquisición pública de suelo en los denominados "huertos urbanos", de gestión directa o indirecta, en el controvertido proyecto de Sociópolis y en el entorno del antiguo monasterio de San Miguel de los Reyes.
Tercer artículo más votado del día 1 de agosto por los lectores de Levante-EMV!!!
1. "La corrupción en el franquismo era de calderilla si se compara con la actual"
2. La Audiencia ve indicios de que el IVEX pagó el contrato B de J. Iglesias con facturas falsas
3. La resurrección de Lázaro (II)
Imágen 3 de Proyecto extraída del sitio web Sociópolis
Vicente González Móstoles
Levante-EMV, 30 de julio de 2010
La concesión al profesor Thomas F. Glick del doctorado honoris causa por la Universitat de València es motivo de satisfacción para quienes tenemos la huerta de València como uno de los paisajes más bellos. Lo que para nosotros es un paisaje único a la vez que un parque urbano de excepcional magnitud, es para el profesor Glick un sistema productivo, el medio económico de la comunidad que lo puebla, lo que le permite afirmar que la desaparición del regadío tradicional y del cultivo de los campos sería la señal inequívoca de su desaparición. No ignora Glick los otros valores apuntados cuando dice que la desaparición de la huerta valenciana ha provocado un «deprimente panorama, funesto en cuanto a la degradación y la despersonalización del paisaje valenciano» a la vez que alerta de que puede «haberse sembrado la semilla de la catástrofe ambiental». ¿Cómo no estar de acuerdo? Viene al caso recordar que nuevas amenazas se ciernen sobre nuestro querido paisaje, esta vez de la mano del urbanismo que lidera la alcaldesa Barberá. La transformación de 900 hectáreas para suelos de todo uso —carreteras y sectores urbanizables— previstos por el nuevo plan general puede considerarse una catástrofe por sus efectos sobre la fragmentación y consiguiente pérdida de paisajes, la destrucción de ingenios hidráulicos centenarios, el deterioro ambiental y un largo conjunto de efectos igualmente siniestros. Uno de ellos ha cobrado actualidad en las mismas fechas en que se otorgaba la distinción al profesor Glick. Se trata de la transformación —es decir la desaparición— de 500 hectáreas de huerta bajo el subterfugio de la nueva figura de huerta compatible con dotaciones públicas o privadas a la que se denomina H2. Y esto a cuento de la localización de un hospital de alta calidad cuya instalación se da por hecha a la espera de un suelo apto. Desde una óptica de progreso se debe apoyar la instalación en la ciudad de dotaciones privadas especialmente de economía avanzada y más si son del prestigio de un hospital internacional, especializado y de referencia, pero también hay que evitar a toda costa el detrimento de la huerta. La instalación de un hospital es radicalmente incompatible con la huerta, entendida como sistema productivo, como paisaje y como parque urbano: es una macroestructura arquitectónica que debe ser dotada de todo género de infraestructuras, servicios e instalaciones que no son compatibles con el cultivo hortícola de su entorno. Si alguien tiene dudas, que visite las obras de Sociópolis, que se pregonaba como ciudad en la huerta y hoy no es más que una urbanización pura y dura en la que los jardines tendrán cierto aire agrícola pero jamás serán de nuevo un sistema productivo, jamás volverán a ser huerta. Lo siento, señor Glick. Habremos perdido 500 hectáreas más de huerta, pero esta vez con trampa, la H2. Claro está que existían y siguen existiendo ubicaciones alternativas para este género de dotaciones en muchos puntos de nuestra metrópoli —de nuestra ciudad y su área circundante— , en suelos de secano de valor agrícola muy inferior y sin la configuración histórica de nuestra huerta, sin su milenario Tribunal de las Aguas, muy accesibles y que contribuirían a eliminar la presión sobre la vega, porque, quede claro, solo la corona metropolitana salvará la huerta de la ciudad.
Imágen 4 de Proyecto extraída del sitio web Sociópolis
Pero Barberá no cuenta con la metrópoli que es València y cuando se habla de los procesos de gestión compartida de servicios, de planificación territorial supramunicipal, hace la consabida mueca. La consideración metropolitana es tan inevitable como la protección de la huerta porque están necesariamente asociadas, lo entienda o no Barberá.
Han esperado muchos siglos para ver la luz pero todavía aguardan una intervención que les devuelva a la vida, esta vez, a la moderna. Villas romanas, naves sumergidas con cargamentos de ánforas y cerámica, acueductos milenarios que mantienen el pulso con la gravedad y decenas de yacimientos esperan su oportunidad para no sucumbir al paso de los siglos, el olvido o la degradación.
La escasez de presupuestos para procesos de excavación, los continuos expolios y el avance urbanístico han puesto en serios apuros enclaves arqueológicos que durante siglos han permanecido ocultos y más o menos a salvo. El problema es que la crisis se ha convertido en otro gran escollo que remata partidas cada vez más austeras y largas esperas entre campaña y campaña.
En el último año «más del 50% de las excavaciones en trámite están paralizadas, lo que supone no sólo un problema sino un importante retraso en la lenta recuperación de estos espacios por falta de financiación suficiente», según subraya Jesús Huguet, historiador y miembro del Consell Valencià de Cultura (CVC).
El freno inmobiliario ha tenido un reflejo directo en actividades arqueológicas «puesto que muchas obras, que debían sufragar los promotores, han quedado paralizadas», apunta el arqueólogo, Josep Vicent Lerma. Las rebajas han llegado al subsuelo más pronto que nunca.
Las excavaciones dirigidas en Sagunto, por la catedrática e investigadora Carmen Aranegui, en el único conjunto portuario que se conserva de la costa valenciana rescataron información fundamental sobre el tráfico marítimo en época romana.
Hace más de cinco años dos prospecciones subacuáticas confirmaron la existencia de restos sumergidos, como enormes sillares de una antigua construcción (que podría tratarse de un faro) o restos de cargamentos de las naves romanas que fondeaban en el lugar y que trasladaban cerámica importada o ánforas repletas de vino, salazones o aceite.
El enclave ha permanecido durante casi una década olvidado y repleto de maleza. Ahora un convenio de colaboración entre el Ayuntamiento de Sagunto y la Autoridad Portuaria de Valencia va a permitir poner a buen recaudo una parte de este Bien de Interés Cultural (BIC). Sin embargo, sería «conveniente ampliar la intervención con un tratamiento más igualado y con un proyecto para acoger visitas», según recalcó la investigadora Aranegui.
En este entorno existen varios restos y villas romanas, detectadas por excavaciones de urgencia, que también carecen de planes de rehabilitación.
El castillo de Sagunto, de propiedad estatal, es otro monumental yacimiento que espera, desde hace décadas, excavaciones para desenterrar restos ibéricos y medievales y una rehabilitación integral de lienzos de muralla que permita consolidar la fortificación tras varios parcheos repartidos en el tiempo.
«El patrimonio saguntino y valenciano continúa creciendo con cada hallazgo pero el problema es que las intervenciones llegan contadas y con retraso», apunta el experto en arqueología y catedrático en Reims (Francia), Ricardo González Villaescusa.
Una joya visigoda
Otro enclave en situación de «olvido absoluto» es el yacimiento de Valencia la Vella en Ribarroja. «Se trata de una asentamiento de época visigoda de una importancia destacadísima».
Las primeras excavaciones se iniciaron a finales de los setenta y principios de los ochenta. Vestigios de murallas, torres, una gran edificación y cuantiosa cerámica corroboraron «el valor de este lugar, que requiere de sólidas campañas de investigación que permitan rescatar un yacimiento de primer orden abandonado», destaca González Villaescusa.
Como contrapartida se encuentra, también en Ribarroja, el conjunto visigodo Pla de Nadal, descubierto en 1970, que sí puede ser visitado en la actualidad «aunque carece de un buen acceso e indicaciones para poder localizarlo».
Para potenciar este enclave, el Ayuntamiento programa visitas guiadas con recreaciones de personajes históricos y talleres.
Y es que aunque el volumen de hallazgos se reparte entre las intervenciones programadas «de instituciones como las universidades para su investigación y la llamada arqueología preventiva que se desarrolla a partir de obras o infraestructuras, las partidas son cada vez más insuficientes», matiza el experto Josep Vicent Lerma.
El efecto sorpresa complica aún más las cosas. La detección de restos arqueológicos durante unos trabajos cuando existe «falta de planificación es un serio contratiempo que paraliza estos procesos. Por eso la arqueología de urgencia tendría que dejar espacio a la preventiva, que permitiría establecer protocolos de actuación», según González.
Disponer de un completo inventario de yacimientos «sería fundamental dentro del sistema de información geográfica para que no haya desconexión entre las investigaciones y las prácticas del día a día».
Los hallazgos descubiertos junto al Museo de la Ilustración han obligado a paralizar las obras del jardín más grande de Ciutat Vella en Valencia mientras se «modifica» un proyecto que todavía no ha visto la luz desde el año pasado.
Las villas romanas son otro filón arqueológico tremendamente extendido. En Sagunto se detectó una domus del siglo II en perfecto estado de conservación bajo un antiguo cine, en plena trama urbana.
Las pinturas que aparecieron junto al impluvium (balsa de un patio central) y en varias estancias dejaron boquiabiertos a los expertos. Pero el proyecto tenía que esperar y telas geotextiles cubrieron los vestigios para edificar en el solar y dejar en una planta baja acristalada que permitiera contemplarlos. Una década después, está previsto acometer el proyecto de rescate mediante los fondos del Plan Confianza pero la arena continúa sepultando este fragmento de historia. En Paterna también aparecieron los restos de una casa de campo romana, fechada entre los siglos I y III d. C., en el solar de la antigua fábrica de galletas Río, que abrió un polémico debate sobre su futuro, de momento sin concretar.
Se excavaron algunas partes del solar pero se desconoce si podrá ser compatible el conjunto con el proyecto de edificación previsto.
El Arquets de Baix de Torrent salieron el año pasado del olvido con un proyecto de recuperación del puente mudéjar de seis arcos del siglo XIII que se encargaba de distribuir el agua por la población.
Este emblemático acueducto quedó libre de vegetación para mostrar los encantos de uno de los monumentos más importantes de la comarca de l'Horta Sud pero todavía queda pendiente el rescate dels Arquets de Dalt.
Para Jesús Huguet, la paralización de numerosas campañas de excavación «no sólo va a suponer un problema de retraso de puesta en valor del rico patrimonio histórico valenciano, también supondrá la pérdida de puestos de trabajo y de actividad económica en una zona». Y es que corren malos tiempos para las ruinas.
Estado de la cuestión (Introducción al libro Transtopie - État des Lieux | 2008/09, C. Peillod (dir.) Reims: Ville de Reims - ESAD de Reims, 2010)
[Fotografías del artículo de RGV]
Fabrice Bourlez
Director científico del laboratorio Transtopie
La investigación en las escuelas superiores de arte y de diseño (ESAD) es una dimensión del saber todavía por inventar. Es terreno baldío. Las reformas ministeriales y la homologación de los diplomas siguiendo el modelo universitario requieren de la creación, la sistematización y la modelización de este tipo de investigación: permitirle, pues, encontrar su especificidad.
Desde septiembre de 2008, el laboratorio de investigación Transtopie se ha esforzado en aportar humildemente su contribución y marcar un hito con la finalidad de que la ESAD de Reims pudiera inscribirse en este campo de reflexiones y de creaciones conceptuales y artísticas.
Transtopie se presenta como un laboratorio itinerante que reúne artistas, docentes, investigadores y estudiantes de la ESAD de Reims, del Laboratoire d'Architecture Conception, Territoire Histoire (LACTH), Laboratorio de la École Nationale Supérieure d'Architecture et du Paysage de Lille y de dos laboratorios de la Université de Reims Champagne-Ardenne (URCA): GEGENA (geografía física) y HABITER (ordenación del territorio).
Transtopie pretende estudiar un objeto bien preciso: el paisaje de los valles del Mosa y del Semoy en las Ardenas. El laboratorio pretende hundir sus raíces en la investigación de los baldíos industriales que se encuentran en la región e interrogarlos en función de tres ejes: artístico, científico y humano. En su primera edición (2008-2009), Transtopie ha deseado centrarse en un lugar de la región de Sedán: el baldío de Glaire, antigua central eléctrica de 1922 que desde hace varios decenios ya no se encuentra en funcionamiento.
Al inscribirse en un campo de estudio tan preciso, Transtopie ha pretendido explorar diferentes formas de investigación a través de la mayor transdisciplinariedad posible: han sido organizadas varias manifestaciones, encuentros, numerosos intercambios y producciones para definir lo mejor posible la especifidad del paisaje ardenés. De todas estas acciones se han beneficiado no solamente los miembros del laboratorio, sino también los alumnos de las diferentes escuelas y universidades implicadas y los habitantes de la región Champagne-Ardenne. Por esta razón las reuniones de Transtopie eran unas veces abiertas al público y otras reservadas a los investigadores del laboratorio.
La publicación que está en su manos constituye un momento álgido en el itinerario del laboratorio. Se trata de una especie de "estado de la cuestión" que trata de dar cuenta, tanto de los lugares y de los paisajes definidos como del avance de las investigaciones desde hace un año. Hemos elegido repartir el espacio de trabajo que se despliega en tres zonas. La primera reúne la investigación preliminar que sirvió para precisar la orientación de nuestra problemática. En ella se publican las actas de un coloquio organizado al principio de nuestro itinerario en la mediateca Jean Falala de Reims. La segunda se presenta como una ZAPP o Zona de Actividades Potenciales y Provisionales que ha constituido el alma de nuestro laboratorio. En ella se pueden encontrar diferentes contribuciones en formato de imágenes y de texto. Estas contribuciones dan cuenta de las investigaciones y reflexiones sobre la investigación en las escuelas de arte y diseño que los miembros del laboratorio han podido emprender en su recorrido a partir del baldío industrial de Glaire. Finalmente, en la tercera zona se deja espacio a los alumnos y a las consecuencias de la investigación sobre la pedagogía. En ella pueden apreciarse algunas de las realizaciones de los alumnos de arte y diseño de la ESAD de Reims en el marco de Transtopie.
Table des matières
5. Edito | Claire Peillod
7. État des lieux | Fabrice Bourlez
ZONE DE RECHERCHES
Actes du colloque Transtopie «Friche-paysage : quels espaces ? »
12. Je suis un « Métallo » | Yannick Langrenez
14. Les Friches : chancres, Témoins, ressources et laboratoires? Retour sur la richesse d'espaces in et hors-paysage | Lauren Andres
26. Crise, Territoire et Paysages | Serge Koval
28. Sur les traces du World Soundscape Project | Carlotta Darò
Ricardo González Villaescusa, El mundo funerario romano en el País Valenciano. Monumentos funerarios y sepulturas entre los siglos I a. de C.- VII d. de C., Madrid-Alicante: Casa de Velázquez, Instituto Alicantino de Cultura "Juan Gil-Albert", 2001.
Sinopsis
La obra tiene como base el inventario prolijo de cuantas evidencias sobre el mundo funerario se han encontrado en el País Valenciano. La objetividad de las diferentes noticias no es fruto de la simple confrontación de una documentación dispar, en ocasiones antigua, otras más reciente, realizada con informes de excavaciones, con objetos conservados en los museos o conocidos solamente por publicaciones; sino que estas unidades heterogéneas son cuidadosamente reexaminadas a la luz de una reflexión personal, sin perjuicio, cuando ello es posible, de investigaciones complementarias que acaban conformando mucho más que un simple catálogo. A partir del análisis cronológico y tipológico el autor extrae una serie de conclusiones que pone en relación con cuanto sabemos sobre estas prácticas en otras zonas del Imperio romano. Como fundamento teórico del estudio, el autor presenta una exhaustiva discusión de las principales tesis defendidas desde la antropología, la historia y la filosofía, sobre la actitud ante la muerte y ante los ritos funerarios. En este apartado incluye, al mismo tiempo, el análisis de las fuentes literarias antiguas sobre el particular, poniéndolo en relación con la evidencia arqueológica que presenta. Elaborando un marco teórico de aproximación a la arqueología funeraria romana para extraer conclusiones sobre la sociedad que generó los restos arqueológicos.
Reseña inédita de Jean-Pierre Vallat, 2001
En historia romana está bastante generalizada la tendencia de inmovilizar el estudio de las sociedades, de las economías, de las culturas o de las periodizaciones cronológicas. Ahora bien, el interés reside frecuentemente en la comprensión de las evoluciones, de los dinamismos, de las variaciones en el tiempo y el espacio, en los diferentes ritmos de desarrollo de procesos relativos a cada elemento de una formación económica y social determinada. Sin embargo, resulta dificil reexaminar un sistema como el lmperio romano, el mediterráneo antiguo, la península Ibérica, la provincia tarraconense, a escalas diversas, en un instante dado, que no sea, de hecho ese "Aquiles inmóvil a grandes pasos", "esta flecha que vuela y que no vuela" de los que nos habla el poeta a propósito de Zenón de Elea. Ello supone tener en cuenta todas las situaciones complejas heredadas, anteriores, y considerar los procesos en curso del presente como gérmenes que nacerán con el tiempo.
Esto resulta difícil de llevar a cabo porque los reproches son fáciles de realizar: el estudio regional (provincia tarraconense, País Valenciano), el análisis temático (la muerte, los ritos funerarios), la elección temporal (del final de la Republica al período islámico), deconstruyen y borran las realidades superestructurales (las de Roma, del lmperio o las de su dominación). La transición entre la República y el lmperio es borrada, la de Roma y el lslam apenas perceptible o en todo caso disminuida. El estudio de los ritos funerarios no puede comprenderse si no es en el seno de una formación socioeconómica a la escala-mundo del lmperio romano, de los califatos, de las relaciones dominante/sometido, colonizado/colonizador. El Pais Valenciano no tiene etnicidad, autonomía, no es sintomático, pues, de lo que es una provincia en el lmperio, podrían decir los detractores de una aproximación como la que nos ocupa.
Ahora bien, la originalidad del trabajo de Ricardo González Villaescusa y el interés de su estudio regional, temático y cronológico no reside en la acumulación "de un ejemplo más" que, bien invalidaría el modelo dominante o bien iría en el sentido de ese sistema-mundo que es el lmperio romano. No se trata de decir que las provincias, las regiones, los habitantes del lmperio son todos tan diversos que ya no hay imperialismo ni dominación romana. No se trata, por otra parte, de afirmar que pese a las diferencias se encuentra en ésta o aquellas regiones la homogeneidad, la cohesión del conjunto, dominando la romanidad, la civitas y la urbanitas.
Esta dicotomía es estéril. Mejor aún, para Ricardo González se trata de mostrar la diversidad construida a la vez por Roma y sus relevos conquistadores, y no las regiones y provincias. El autor renuncia a ver en la romanización un barniz temporal que, una vez cuarteado, permitiría resurgir los particularismos indígenas. Expresa y demuestra que los ritos, las actitudes, los comportamientos, los simbolismos son el fruto de múltiples estratos de aculturación, de relaciones entre dominantes y sometidos, de estrategias procedentes de individuos o de grupos, incluso de formaciones sociales más amplias. Así, el "renacimiento" de los particularismos indígenas del final del lmperio romano no tiene ya nada que ver con aquello que constituía la especificidad de las culturas indígenas prerromanas; es una nueva lberia, un país visigótico, que ya no es ni ibérico, ni ibero-romano, ni bizantino, ni suevo, ni la provincia Bética ni la Tarraconense. Es original, nuevo, fruto de la síntesis de las aportaciones de épocas pasadas, ibéricas, el aporte romano, las tradiciones bárbaras y las influencias bizantinas. Los ritos pueden ser, por otra parte, los mismos que antaño y haber cambiado de contenido simbólico.
Es pues más interesante el dinamismo y el proceso que el estado de desarrollo o el modo de producción. Es con la mejor comprensión de los dos primeros como podemos definir más precisamente los segundos. Es la fusión más o menos rápida, más o menos extensa, más o menos intensa, la que permite una participación más o menos activa, más o menos reactiva, consensual u oposicional al sistema global. En este aspecto el trabajo se integra a la vez en las corrientes de pensamiento anglosajón y francés, de la New Archaeology a Annales. El autor apela tanto a J.J. Hatt, a M. Vovelle, como a F. Hinard. Llama con inteligencia a las puertas de la antropología, a las de la etnología, la sociología, la arqueología y la historia. Maneja la larga duración como el tiempo corto, la estructura y la coyuntura, continuidad y ruptura. El estudio de los signos, de los símbolos, de los modos de reconocimiento de los ritos funerarios, de los cultos, de las creencias, muestra que se trata de tres niveles a veces semejantes, otras diferentes de la expresión de la sociedad de los vivos. Pues, si las prácticas rituales son la expresión de Ia personalidad social del difunto, si la diferenciación de los espacios en los cementerios ilustra las jerarquías preservadas, es precisamente porque el lenguaje funerario es ante todo un signo, un significante para los vivos. El cuerpo es tratado, manipulado, ubicado, en la verticalidad de la tumba, desde la estela que señaliza la tumba hasta la fosa donde reposa el cuerpo. Pero la horizontalidad también se encuentra organizada, y el difunto se encuentra en relación con la tierra, directamente o con la mediación de un sudario, de algunas piedras o tejas, o de un sarcófago, rodeado o no de objetos. Éstos son analizados según su función (vasos para beber o comer según una presencia significativa que ya evocó J. Scheid), su uso (propio del rito funerario o habiendo servido a los vivos), o según la preocupación por la simplicidad u ostentación (poco frecuente en el País Valenciano). La transición lenta hacia la inhumación, a lo largo del siglo II d.C., es analizada en todas sus dimensiones, sin simplismos, desde la cantidad de madera necesaria (de pino sobre todo), hasta las filosofías de la inmortalidad y los substratos culturales umbros de Valencia. El papel de las mujeres generadoras de vida y portadoras de muerte, detentadoras de los gestos de resistencia o de los comportamientos de permeabilidad a los cambios, también es analizado con suma delicadeza por el autor. Los grupos de edades y las diferenciaciones sexuales y sociales en la muerte se confirman, como la temprana edad media de muerte, entre los 25 y los 30 años. Las interacciones entre individuos, grupos y sociedades, la búsqueda de aquello que constituye la identidad y de aquello que proporciona los medios de identificación social son intensamente percibidos y puestos de relieve en este estudio.
El mundo romano aparece como compuesto más que heterogéneo. Las imágenes, los gestos y los discursos en torno a la muerte son estudiados como productos solidarios de una sociedad donde un lenguaje social se inscribe en la cultura material. No estamos demasiado lejos de las teorías de K. Hopkins y de B. d'Agostino. Estas posiciones son enérgicamente afirmadas y no dejarán de suscitar cuestiones o estimular nuevas investigaciones. Podemos mostrarnos más dubitativos en cuanto a las grandes periodizaciones que compartimentan la conclusión, entre los siglos II y I a.C., siglos I y II d.C., III-V y, finalmente, VI-VII. En efecto, el autor abandona sus fuentes para generalizar algo rápido a nuestro gusto. Pero no es el objetivo último de toda "tesis" que merezca este nombre, el abrir las perspectivas de futuros debates?
Original en francés
LE MONDE FUNERAIRE DU PAYS DE VALENCE A L'EPOQUE ROMAINE
La tendance est assez généralisée, notamment en Histoire romaine, de figer l'étude des sociétés, des économies, des cultures, des périodisations chronologiques. Or, l'intérêt réside souvent dans la compréhension des évolutions, des dynamismes, des variations dans le temps et l'espace, des rythmes differents de développement de processus concernant chaque élément d'une lormation économique et sociale donnée. Il est cependant bien difficile de réexaminer un système comme l'Empire romain, la méditenanée antique, la péninsule ibérique, la province de Tarraconnaise, à des échelles diverses, en un instant donné qui ne soit, en fait, que cet "Achille immobile à grand pas", "cette flèche qui vole et qui ne vole pas" dont parle le poète à propos de Zénon d'Elée. Cela suppose que I'on tienne compte de toutes les situations complexes héritées, antérieures, et que l'on considère les processus en cours dans le présent comme porteuses des germes à venir.
Ceci est bien difficile parce que les reproches sont faciles à percevoir: l'étude régionale (province de Tarraconnaise, pays de valence), l'analyse thématique (la mort, les rites funéraires), le choix temporel (de la fin de la République à la période islamique) déconstruisent et gomment les réalités superstructurelles (celles de Rome, de l'Empire, de sa domination). La transition entre République et Empire est effacée, celle entre Rome et I'Islam à peine perceptible, en tout cas minorée. L'étude des rites funéraires ne peut se comprendre que dans une formation socio économique à l'échelle-monde de l'Empire romain, des califats, du rapport dominant /dominé, colonisé/colonisateur. Le pays de Valence n'a pas d'ethnicité, d'autonomie ne peut donc être symptomatique de ce qu'est une province dans l'Empire. Voici ce que peuvent dire les détracteurs d'une telle approche.
Or, l'originalité du travail de Ricardo González Villaescusa et l'intérêt de son étude régionale, thématique et chronologique ne réside pas dans I'accumulation "d'un exemple de plus " qui soit infirmerait le modèle dominant, soit irait dans le sens de ce système-monde qu'est l'Empire romain. Il ne s'agit pas de dire que les provinces, les régions, les habitants de l;Empire sont tous tellement divers qu'il n'y a plus d'impérialisme, plus de domination romaine. Il ne s'agit pas non plus d'affirmer que malgré les différences, c'est I'homogénéité, la cohésion de I'ensemble que l'on retrouve dans telle ou telle région, que ce qui domine c'est la romanité ,la civitas et l'urbanitas.
Cette dichotomie est stérile. Il s'agit d'avantage pour R. González Villaescusa de montrer la diversité construite à la fois par Rome et par ses relais conquérants , et pas les régions et provinces. L'auteur renonce à voir dans la romanisation un vernis temporaire qui, en craquant, laisserait resurgir les particularismes indigènes. Il exprime et démontre que les rites, les attitudes, les comportements, les symboliques sont le fruit des strates multiples d'acculturation, de rapports entre dominants et dominés, de stratégies émanant d'individus ou de groupes, voire de formations sociales plus larges. Ainsi, en "resurgissant" à la fin de I'Empire romain, les particularismes indigènes n'ont ils plus rien à voir avec ce qui faisait la spécificité des cultures indigènes préromaines. C'est une nouvelle ibérie, un pays wisigothique, qui n'est plus ni celtibère, ni romano ibérique, ni byzantin ni suève, ni la province de Bétique, ni celle de Tarraconnaise. Il est original, nouveau, mêlant les apports des époques passées, le fond ibère et I'apport romain, les traditions barbares et les influences byzantinès. Les rites peuvent être d'ailleurs les mêmes qu'autrefois et avoir changé de sens symbolique.
C'est donc tout autant le dynamisme et le processus qui sont intéressants que le stade de développement ou le mode de production. C'est parce que l'on comprend mieux les deux premiers que l'on cerne plus précisément les deux seconds. C'est la fusion plus ou moins rapide, plus ou moins étendue, plus ou moins intense qui permet une participation plus ou moins active, plus ou moins réactive, consensuelle ou oppositionnelle au système global.
C'est en cela que ce travail se rattache à la fois aux modes de pensée anglosaxon et français, à la New Archaeology et à l'Ecole des Annales. Il en appelle autant à F. Cumont qu'à J.-J. Hatt, à M. Vovelle qu'à F. Hinard. Il puise avec intelligence et avec clarté dans l'anthropologie, I'ethnologie, la sociologie, l'archéologie et l'histoire. Il manie temps long et temps court, structure et conjoncture, continuité et rupture. L'étude des signes, des symboles, des modes de reconnaissance dans les rites funéraires, les cultes, les croyances montre qu'il s'agit de trois niveaux parfois semblables, parfois différents d'expression de la société des vivanls. Car, si les pratiques rituelles sont l'expression de la personnalité sociale du mort, si la différenciation des espaces dans les cimetières illustre les hiérarchies préservées, c'est bien parce que le langage funéraire est d'abord un signe et un signifiant pour les vivants. Le corps est traité, manipulé, positionné, dans la verticalité de la tombe, depuis la stèle qui signale le tombeau, jusqu'à la fosse où repose le corps. Mais l'horizontalité est elle même organisée, et le défunt est en relation avec la terre, directement où par la médiation du linceul, de quelques pierres ou tuiles, ou d'un sarcophage, entouré ou non d'objets. Ces derniers sont d'ailleurs analysés dans leurs fonctions (vases à boire ou à manger selon une présence significative que J. Scheid a déjà évoquée), leur usage (propre au rite funéraire ou ayant pu servir aux vivants) dans leur souci de simplicité ou d'ostentation (rare ici en pays de Valence). La transition lente vers l'inhumation, au cours du IIe siècle ap. J.-C. est analysée dans toutes ses dimensions, sans simplisme, depuis la quantité de bois (le pin surtout) nécéssaire, jusqu'aux philosophies de I'immortalité et aux substrats culturels ombriens du pays de Valence. Le rôle des femmes, donatrices de vie et porteuses de mort, détentrices et gestionnaires des gestes de résistances ou des comportements de perméabilités aux changements, est analysé avec finesse par l'auteur. Les groupes d'âges et les differenciations sexuelles et sociales dans la mort sont confirmés, ainsi que cet âge (fort jeune) au décès, entre 25 et 30 ans, sauf, curieusement, mais on le pressentait déjà par d'autres travaux, pour les militaires qui plus sportifs, à l'hygiène de vie meilleure, meurent plutôt vers 47 ans ! Les interactions entre individus, groupes et sociétés , les recherches de ce qui constitue I'identité et de ce qui donne les moyens de l'identificaion sont fortement perçus.
Le monde romain apparaît comme multiple plus qu'hétérogène. Les images, les gestes et les discours autour de la mort sont étudiés comme les produits solidaires d'une société où un langage social inscrit dans la culture matérielle. On n'est pas loin des théories de K. Hopkins et de B. d'Agostino. Ces positions sont fortement affirmées et ne manqueront pas de soulever des questions, voir de relancer des recherches. On peut rester dubitatif sur les grandes périodisations qui scandent la conclusion, entre IIè s. et Ier s. av. J.-C. , puis Ier et IIe s. ap., enfîn IIIe, Ve s. et VI-VIIIe s. En effet, l'auteur quitte alors ses sources pour généraliser un peu vite, à notre goût. Mais n'est-ce pas le but ultime de toute "thèse" qui mérite ce nom que d'ouvrir les perspectives de futurs débats?
Paris Janvier 2001
Reseña de Alain Ferdière, aparecida en la Revue archéologique du Centre de la France, Année 2001, Volume 40, Numéro 1, p. 300 - 302. Accesible desde Persée.