domingo, 24 de enero de 2010

CLADES ARCHAEOLOGICA *

Ricardo González Villaescusa
Josep Vicent Lerma
Levante, 2 de mayo de 2009

La práctica desaparición a hurtadillas de la partida presupuestaria de casi sesenta mil euros de lo presupuestos municipales de 2009, consignada todavía como transferencia corriente de la administración autonómica en concepto de aportación paritaria al “Convenio Ayuntamiento – Conselleria de Cultura para la realización de excavaciones arqueológicas en el término municipal de Valencia”, ha venido a poner un frío e indoloro punto final a veinticinco años de práctica arqueológica urbana gestionada por las dos administraciones. Sus orígenes se remontan nada menos que al año 1983. Hasta la aplicación efectiva de la Ley de Patrimonio Cultural Valenciano (Ley 4/98), en el año 2000, posibilitó de hecho el desarrollo de los mejores años de la arqueología urbana valenciana a lo largo de las décadas de los años ochenta y noventa del pasado siglo. La puesta en práctica de modelos conceptuales innovadores de la estratigrafía arqueológica basada en Principles of Archaeological Stratigraphy de E. C. Harris (1974) y la, desde entonces, ya inseparable Matrix Harris, como el acompañamiento de un imitado modelo de financiación pública y gestión municipal de las excavaciones, nos permiten hoy hablar de una época dorada de la arqueología valenciana, protagonizada en aquellos años de nuevas corporaciones democráticas por un renacido Servicio de Investigación Arqueológica Municipal (SIAM).

El acuerdo aprobado en sesión extraordinaria por el plenario municipal el 24 de marzo de 1983 se estableció a la sazón con la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Javier Solana y fue rubricado el mes siguiente por delegación por el recordado concejal de Archivos de Archivos, Bibliotecas y Museos Pedro Zamora.

El eficiente marco normativo no solo identificó la emergente política arqueológica municipal de los equipos de gobierno progresistas de los alcaldes Ricard Pérez Casado y Clementina Ródenas, sino que fue renovado con toda normalidad en 1994 tras el cambio conservador municipal entre la flamante alcaldesa Rita Barberá y la en aquel momento consellera de Cultura, de distinta filiación ideológica, la novelista Pilar Pedraza, siendo mantenido inalterado desde entonces por todas las administraciones municipales y autonómicas posteriores.

Etapas evocadas por quienes suscribimos estas líneas en repetidos artículos de opinión como los titulados “¿Delenda est Valentia?” (Levante-EMV, 10-09-2006), “El Palacio Real y la arqueología… ¿hay alguien ahí?” (Levante-EMV, 26-10-2007) o “Arqueología de los Centros Históricos: De la más absoluta miseria a la nada (1995-2001)” (I Universidad Internacional de Verano sobre Patrimonio. Forum-UNESCO) y por otros autores como Albert Ribera, con aportaciones tan expresivas como su impagable ensayo “La investigación científica y la ¿gestión? Del patrimonio arqueológico urbano en Valencia (y otros lugares también dejados de la mano de Dios” (Jornadas de Arqueología en Suelo Urbano. Huesca 2003). Todo lo cual nos exime ahora de un relato más prolijo de las luces y sombras de la investigación arqueológica contemporánea de nuestra ciudad.

Muy por el contrario, este inopinado epílogo de cierre súbito de la enraizada espita de la financiación de la arqueología urbana de la ciudad de Valencia, suscrito por Paz Olmos, actual titular de la dirección general de Patrimonio Cultural Valenciano, vendrá por consiguiente a finiquitar unas arraigadas subvenciones autonómicas. La integridad de todas estas trascendentes anualidades desde su implantación podría ascender grosso modo a una nada despreciable suma cercana al millón y medio de euros o lo que es lo mismo, el presupuesto anual de gestión del Parque Regional de la Antigua Vía Apia en Roma. Devengos externos de los que en lo sucesivo se verán privadas inmerecidamente las arcas consistoriales para tales menesteres de investigación histórica y patrimonial de los “archivos” del subsuelo.

Epitafio material que confirma un errático escenario solemnizado con el postrero nombramiento de la inédita Jefa de Servicio de Patrimonio Arqueológico, Etnológico e Histórico de la mencionada área autonómica de la cosa cultural, Consuelo Matamoros. Plaza sin cubrir desde febrero de 2005, por infortunio de la misma inanidad de la gestión realizada hasta ahora, incapaz siquiera de sacar adelante el reclamado Reglamento Arqueológico. En este marco encuentran pasmosa carta de naturaleza las palabras proverbiales del inefable ex director general Manuel Muñoz, cuando aseveraba, tal cual, en estas mismas páginas que su departamento funcionaba mejor y resolvía mayor número de expedientes con tal cargo institucional vacante que cubierto (Levante-EMV, 11-07-2005). Por el momento, no podemos más que darle la razón. Requiescat in pace.

* Publicado periodísticamente como CLADEM ARCHAEOLOGICO.

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