viernes, 29 de enero de 2010

QUE CATORCE AÑOS NO ES NADA...

Ricardo González Villaescusa

Versión castellana y parcial de la introducción a la publicación: Ricardo Gonzalez Villaescusa, Elsa Pacheco Cardona, Can Fita, onze segles d'un assentament rural de l'antigüitat ebusitana (segle IV aC - segle VII dC), Ibiza: Consell insular d'Eivissa i Formentera, 2002.

Catorce años han pasado de las excavaciones realizadas en can Fita, hoy urbanización El Bonsai. Era el final de una década que había conocido el auge del interés social por la arqueología de urgencia, de los servicios arqueológicos municipales y de nuestras ciudades “ocupadas” por los arqueólogos. Pero ese final de la década y el principio de la que ahora empieza conocería peores momentos y la arqueología de urgencia empezaba a ser percibida como algo molesto que iba en contra del progreso de las ciudades y de la sociedad en general, en una clara anticipación al “pensamiento único” de finales de los ‘90. En Valencia las excavaciones del Palacio Real quedaban descubiertas tras la finalización de los trabajos arqueológicos, colapsando buena parte de la ciudad durante tres años, mientras algunos políticos se debatían en interminables discusiones completamente ajenas a la realidad científica. En Ibiza los sucesos de can Partit eran demasiado recientes como para que no advertir una fuerte tensión en el ambiente, incluso entre los propios arqueólogos. Yo, entonces, no lo veía tan claro, hoy sí. Sin embargo entre todos conseguimos aliviar y encontrar en cada momento las mejores soluciones que creímos para lo que entendíamos era nuestro objetivo final: preservar una parte de la historia ibicenca, una parte de la historia universal en definitiva.

Los constructores financiaron una parte del coste de las excavaciones de urgencia que se realizaron en can Fita, lo que agradecemos profundamente pues hizo nuestra labor mucho más fácil, premonizando lo que hoy es una realidad aconsejada por el texto de la Carta de Malta y lo que hoy ya es una obligación en algunas leyes de Patrimonio de las comunidades autónomas. Hoy se amplía a la arqueología el principio que preside la preservación del medio ambiente: “el que destruye, paga”.

Sin embargo, con el paso del tiempo, especialmente cuando hemos intentado estudiar la documentación resultante de la excavación, he sido consciente de que los medios de que dispusimos no fueron suficientes. La gran imbricación de las numerosas fases que configuraron el asentamiento de can Fita exigía más tiempo en contacto con los restos o, en su defecto, de más medios humanos. Como es obvio e inherente a nuestro método de trabajo, que no ofrece la realidad hasta que es desenterrada, fuimos conscientes de la dimensión y complejidad del yacimiento cuando estaban muy avanzados los trabajos arqueológicos. No obstante conseguimos acumular suficiente información de calidad para intentar un ensayo interpretativo de lo que fue la evolución del asentamiento de can Fita a lo largo de once siglos. Espero que el lector aprecie el esfuerzo realizado tanto en el trabajo de campo como en el laboratorio.

También he sido consciente de que la excavación de can Fita marcó en gran medida mi evolución profesional. Tras su finalización pensé que no resultaba fácil conjugar el interés científico y la llamada arqueología de gestión o de urgencia, con el resultado de no haber vuelto a dirigir excavaciones. Mi predilección por la investigación, por la publicación de resultados y el deseo de acceder a la información arqueológica con la misma libertad que tienen los colegas medievalistas para consultar legajos, uno tras otro, sin que ello signifique un sinfín de procesos burocráticos y otro sinfín de llamadas personales para poder consultarlos; fueron razones que me condujeron a optar por la arqueología espacial primero y del paisaje más tarde. En el camino también se quedó un proyecto de tesis sobre Ebusus romana que aún considero de imprescindible realización para comprender los procesos de romanización y las pervivencias del substrato indígena de la civilización que resultó perdedora de las guerras púnicas; Ibiza ofrece un marco ideal para analizar estos procesos. Felizmente, el trabajo emprendido no se quedó en nada y buena parte de mis publicaciones son sobre Ibiza y Formentera romanas, islas a las que estoy vinculado profesionalmente y personalmente desde 1982.

Pero en este viaje “iniciático”, con ocasión del estudio realizado para esta ocasión, y de la experiencia profesional adquirida en Francia -mi segundo país- donde arqueólogos del terreno y arqueólogos del paisaje intercambian constantemente información para conseguir generar síntesis arqueológicas aceptables, he regresado, cual hijo pródigo, al interés por el terreno y a maximizar la riqueza de la información procedente de la excavación.

Por aquellos mismos años (finales de los ’80) el interés oficial en toda España y las comunidades autónomas que ya tenían competencias al respecto se decantó por las célebres cartas arqueológicas que se creía, entonces, iban a resolver los problemas de la arqueología de gestión. El tiempo, con su inexorable paso, también se ha encargado de desmentir tan loable propósito. Entonces se creyó que la arqueología de gestión mejoraría con la confección de un plano donde se dispersaran los puntos de interés arqueológico conocidos hasta el momento. Eso fue un paso, aunque insuficiente. Hoy sabemos que gracias a la arqueología del paisaje, a la arqueología espacial y a esa poderosa herramienta que son los Sistemas de Información Geográfica (SIG) podemos predecir en gran medida la aparición de yacimientos en un trazado lineal como es una autopista o una línea férrea; en lugar de un estado de la cuestión, hoy podemos disponer de un plano de potencialidades arqueológicas. Adquiriendo así cuerpo una noción que acecha Europa: la arqueología preventiva, a la que deberíamos estar más atentos en nuestro país.

Pero el interés por las cartas arqueológicas fue proporcional a la paralización en todas partes de las excavaciones. Demasiadas excavaciones no publicadas era un argumento al que siempre me he adherido, pues los yacimientos no son un recurso renovable. Otra de las mejoras que trajo la ausencia de excavaciones fue la felizmente expresada por el colega Pierre Sillières a propósito del yacimiento de Belo y que intentaré reproducir: “Mucho excavar poco pensar, menos excavaciones más reflexiones”; y así, muchos nos giramos a las síntesis y a reflexionar más sobre nuestro trabajo. Sin embargo, lo que no puedo subscribir es la persistencia de una situación enquistada desde entonces: hoy, en prácticamente toda Europa, la actividad arqueológica se limita a la arqueología de urgencia, a la gestión del día a día, que, paradójicamente, es la que menos resultados ve publicarse.

La arqueología no sólo es excavación pero ésta es una gran parte, quizá la más importante. Los resultados positivos de las excavaciones nos devuelven a la realidad de nuestras síntesis y catorce años son demasiados para seguir dando vueltas a los mismos y antiguos datos. ¿Cómo podemos continuar haciendo síntesis que elucubran sobre la evolución de la ocupación rural ebusitana con tan sólo tres yacimientos excavados y publicados parcialmente (can Fita, ses Païses y can Corda) que no alcanzan a representar ni el 1% de la potencialidad arqueológica de las islas? ¿Cómo podemos resolver la legítima discusión científica que mantenemos sobre la temprana ocupación y explotación de Formentera en época púnica, o más tardía, en época altoimperial, si los datos objetivos de que disponemos proceden exclusivamente de materiales de superficie?

Se hace necesario volver a producir nueva información con una política racional que combine el interés científico de nuevas excavaciones, la urgente publicación de las viejas y la arqueología de gestión favoreciendo el intercambio de información entre todos los sectores que nunca deben ser opuestos ni etiquetarse como actividad científica y arqueología de urgencia. Todo, se quiera o no, es ciencia y solamente con criterios científicos puede llevarse adelante una excavación, sea de urgencia o con una problemática científica planteada a priori. La problemática científica que debe subyacer a las excavaciones de urgencia no sólo es la del mero valor patrimonial de lo excavado.

Lamento tener que recordar que el objetivo último de la arqueología de gestión deberia de ser la comprensión de la ocupación y gestión de un territorio a lo largo de la historia para, así, poder gestionar el territorio hoy. Una buena política hubiera consistido en una mínima -los arqueólogos necesitamos tan poco- dotación económica que facilitara el estudio de las antiguas excavaciones y la contemplación de la confección de la memoria científica en el presupuesto de los gastos de excavación; además de otorgar el carácter de documento público a los Informes Preliminares, a las Memorias Científicas producidas por la excavación arqueológica, además de los propios materiales arqueológicos, pasado un lógico tiempo prudencial que permita realizar el estudio. Hace diez años estas afirmaciones eran motivo de discusión entre quienes defendíamos tales posturas y el resto, hoy son costumbres contempladas en ocasiones por las leyes y reglamentos de países tan próximos como Francia.

La conservación parcial y exposición pública de can Fita hoy tampoco me satisface. Los restos conservados se encuentran perdidos y poco valorizados entre los edificios modernos. De hecho no se encuentra señalizada su existencia en el exterior, lo que impide saber al viandante que existen los restos de un yacimiento en el interior de la construcción turística. El objetivo, la función social última, de su conservación parcial no se cumple ya que no tiene la divulgación necesaria. Esperemos que esto pueda subsanarse pronto. De todas formas, si se quiere visitar las ruinas no hay ningún problema de acceso y la información en la recepción es suficiente y muy cortés. Creo necesario advertir que, ya una vez dentro del complejo turístico, con la publicación de este estudio la información de los paneles que acompañan al yacimiento está anticuada y necesita de una renovación. También deseamos que esto pueda subsanarse lo antes posible.

En otro orden de cosas, la publicación que tiene en las manos el lector es un documento de trabajo más que el estudio definitivo sobre el yacimiento. El tiempo transcurrido y la ausencia de una publicación, con la excepción de dos artículos parciales, nos creaba la obligación de dar una noticia de la existencia del yacimiento y de sus rasgos principales.

Creía imprescindible que la comunidad científica y la sociedad pudieran disponer de un documento donde se publicara lo esencial del yacimiento: las estructuras arquitectónicas -lo más relevante-, su estructura general y su evolución temporal; los materiales cerámicos y numismáticos aparecidos, los revestimientos púnicos y romanos, y los estudios de la malacofauna y palinología, con la finalidad de poder disponer de una herramienta de estudio de un asentamiento rural púnico y su evolución desde época púnica al final de la Antigüedad. He creído oportuno reproducir en su integridad los artículos publicados anteriormente para que el lector disponga de todo lo concerniente al yacimiento.

Junto al asentamiento de ses païses de cala d’Hort, can Fita es el único yacimiento de estas características excavado en su totalidad. Las grandes semejanzas formales y la coetaneidad casi absoluta de la vigencia de ambas instalaciones, y también sus matices y diferencias, ofrecen al investigador de la antigüedad ibicenca dos casos paralelos de instalación agrícola, publicados además, en la misma colección. Esperemos que en un futuro se multipliquen las publicaciones de gran parte de las urgencias y excavaciones ordinarias realizadas en suelo ibicenco, solventando, así, el desequilibrio existente entre la enorme información producida, fruto de excavaciones y prospecciones, y la escrita “negro sobre blanco”.

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